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Cómo se afronta la desgracia

No hay gritos ni llantos. Sólo los ojos delatan el dolor, no es menos intenso por contenido. Nadie maldice al destino

Día 16/03/2011

LO más asombroso del tsunami japonés no es su magnitud destructora, que sobrepasa lo límites de la imaginación, convirtiéndolo en una película de horror. Lo más asombroso es estoicismo de la población, su capacidad de aguante, su dignidad ante la tragedia. Se habrán fijado que apenas hay lágrimas, y si las hay, son furtivas. Como no hay gritos ni llantos plañideros. Sólo los ojos delatan el dolor, no es menos intenso por contenido. Nadie maldice al destino. Se busca entre los escombros lo que puede haber quedado de los enseres familiares y se alejan sin decir palabra. Porque el dolor verdadero es así, sobrio y callado, mientras el dolor falso es declamatorio y vociferante. ¿Se imaginan ustedes la que se habría armado en otros lugares ante una tragedia de esta magnitud? Los gritos se escucharían a cientos de kilómetros, las imprecaciones no perdonarían a nadie y el caos sería aún peor que la tragedia en sí. ¿Se imaginan, sobre todo, las voces pidiendo responsabilidades, exigiendo ayudas, subvenciones, indemnizaciones? Claro que se lo imaginan porque lo hemos visto y oído montones de veces ante desgracias considerablemente inferiores.

Los japoneses prefieren afrontar la suya con un mínimo de autocomplacencia y un máximo de responsabilidad, como si reservasen todas sus fuerzas para superar el formidable trabajo que tienen ante ellos. Es aquel un pueblo frugal, duro, tenaz, resistente, forjado en la lucha diaria por la subsistencia. Baltasar Gracián los llamó «esos españoles de Asia». Tal vez lo fuéramos un día. Hoy, sin embargo, nos quedan pocas de esas cualidades, reemplazadas por la irresponsabilidad y el victimismo tanto a nivel personal como nacional.

Es por lo que Japón saldrá de esta tragedia y dudo que nosotros seamos capaces de superar el tsunami que representa la crisis económica y un gobierno que no la previó, tomó las medidas falsas contra ella y está tomando las correctas tarde y a medias. A Japón no le ha favorecido ni la geografía —está situado al lado mismo de una falla tectónica— ni la historia —tiene enfrente a dos gigantes, China y Rusía, con los Estados Unidos a la espalda—, lo que ha condicionado su destino. Ni siquiera posee riquezas naturales, lo que le ha obligado a depender de su laboriosidad y resistencia. Al día siguiente de que la tierra dejara de temblar, ya estaban todos los que podían en sus fábricas u oficinas, por saber que tienen que valerse por sus propios medios, para continuar siendo lo que han llegado a ser: una de las primeras potencias mundiales.

Lo han logrado por tener lo más importante: sentirse un pueblo y compartir venturas y calamidades. Así han vencido todo tipo de desgracias propias y ajenas. Porque no lloran, trabajan, que no es una maldición, sino lo que nos diferencia de las demás especies.

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