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Responsabilidad PSOE

Se puede discutir sobre el cómo y el cuánto debe repartirse la riqueza, pero después de generarla

Día 13/03/2011

SEGÚN se intensifica y agrava la crisis económica que ensombrece el futuro del euro y de los países que lo comparten, se hacen más frecuentes las reuniones de los jefes de los Gobiernos afectados, José Luis Rodríguez Zapatero entre ellos. Angela Merkel pretende ahora la búsqueda común de soluciones para un problema del que, en puridad, sólo hay escapada si el Viejo Continente renuncia a una parte sustancial de las «conquistas sociales» que, desde la inspiración socialdemócrata, han creado el Estado de bienestar, tan hermoso en su formulación como insostenible en su práctica. Se puede discutir sobre el cómo y el cuánto debe repartirse la riqueza, pero después de generarla. Hacerlo por anticipado es una utopía disuasoria del esfuerzo en la que nos hemos instalado con distinta intensidad, según tradiciones y modelos, los diecisiete países de la eurozona y los restante de la UE.

La moneda común que nos sirve de coraza, que nos protege de males mayores que los que ya padecemos, exige la renuncia a muchas peculiaridades nacionales. Irlanda, por ejemplo, quiere mantener un privilegio fiscal para las empresas porque entiende que ese es su motor de progreso; pero la fórmula no cabe en el común europeo en el que llega a triplicarse el impuesto que grava los beneficios de las sociedades mercantiles. ¿Cómo pueden salvarse esas y otras muchas diferencias nacionales, entre las que figura nuestro raro modelo sindical y sus exigencias anacrónicas cuajadas en el franquismo? Sólo con la aplicación de grandes dosis de sentido común que arranquen de una autoridad comúnmente aceptada y que reviva los viejos principios del esfuerzo y la pretensión de la excelencia.

Dentro de menos de quince días el Consejo Europeo tendrá que aprobar las medidas económicas mínimas que puedan aliviar el problema comunitario. Son imprescindibles los recortes sociales y la reducción del gasto público, algo sabido desde antes del inicio de la crisis; pero algunos Gobiernos nacionales, como el nuestro, carecen de energía y respaldo para hacerlo. Ahí entra en juego la responsabilidad específica del PSOE que, contra viento, mareas y evidencias sigue respaldando a un líder incapaz de enfrentarse a la situación y de acudir a las mesas de la decisión europea sin más contenido que una sonrisa que los acontecimientos han tornado en bobalicona e inconsistente. La dirección del partido y el grupo parlamentario socialista tienen en sus manos la única medida posible de relevo presidencial inmediato. Las restantes, salvo la dimisión del propio Zapatero, operan a más largo plazo. Y no hay tiempo europeo que perder.

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