Ansioso por enderezar el maltrecho rumbo político de su liderazgo, Zapatero ni siquiera ha reparado en la curiosa contradicción ideológica de su propagandístico abrazo con Merkel y Sarkozy. Cuando ha puesto el socialismo español en manos de la derecha europea. Y ha convertido la aprobación de los grandes líderes de la derecha en medida de éxito de los socialistas. Aún más con la carta de recomendación pedida a Sarkozy y que la prensa de izquierdas aireaba en las últimas horas como gran logro de Zapatero. Por su torpeza e infantilismo. Tan obvia como parece la petición de La Moncloa. Con las felicitaciones del presidente francés a Zapatero por sus «valientes decisiones». Sin calibrar, tampoco los medios socialistas, el patetismo de que la valoración del buen hacer de la izquierda dependa de la carta de recomendación de un líder de la derecha. Un líder, por otra parte, que no está en las mejores condiciones para dar calificaciones a nadie, con unas encuestas que le auguran en este momento una derrota a manos de los socialistas en las próximas presidenciales.
Bien es cierto que esa aprobación de la derecha que la izquierda española ha buscado tiene la aplastante lógica de que se refiere a una política económica propia de la derecha. La que asume Zapatero con los recortes de gasto público, la reforma laboral y de pensiones, la competitividad. Con la disminución del Estado y la apuesta por el mercado, en definitiva.
Queda por ver cómo se va a reflejar esta entronización de la derecha europea en los mítines socialistas y en la campaña electoral. Sobre todo ahora que Felipe González se ha echado definitivamente en manos del capitalismo con su lanzamiento de un fondo de capital riesgo. Podrían colgar los retratos de Merkel y Sarkozy, pero más bien harán como el capitalista González en un artículo ayer, arremeter contra ese mercado al que ahora abrazan.