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Columnas / UNA RAYA EN EL AGUA

La transición del PSOE

Un descalabro catastrófico podría empujar al PSOE hacia un liderazgo más radicalizado aún que el de Zapatero

Día 10/01/2011
SI la caída del zapaterismo se consuma en los términos que predicen las encuestas no sólo va a provocar un destrozo grave en el Partido Socialista sino que puede causar una seria avería en el entramado institucional español, que necesita un referente de izquierda sensato y solvente. Un descalabro electoral de proporciones catastróficas podría empujar a la socialdemocracia hacia un liderazgo más radicalizado aún que el de Zapatero. Existe una tendencia general en la opinión pública a pensar que la salida del presidente reconduciría al PSOE por el camino de la moderación y el pragmatismo, pero no tiene por qué resultar así; su tejido dirigente actual, su aparato orgánico, está trufado de zapateritos/as surgidos a imagen y semejanza del líder, con idéntica inmadurez intelectual y la misma inclinación aventurerista, y no es descartable que en caso de big-bang interno se produjera una catarsis capaz de impulsar al partido hacia una renovación imprevisible. La transición del postzapaterismo va a ser uno de los procesos cruciales para el futuro de nuestra democracia.
Por paradójico que resulte, corresponde a Mariano Rajoy como previsible sucesor en la Presidencia del Gobierno una cierta responsabilidad en la estabilización política de su adversario. El PP va a heredar si llega al poder una situación muy delicada que necesitará de una oposición juiciosa con la que establecer acuerdos para las imprescindibles reformas que pongan al día las desgastadas estructuras de un Estado en quiebra. La tarea, de trazo constituyente o al menos de vocación refundadora, exigirá acuerdos de amplio espectro que rebasen incluso el ámbito de una eventual mayoría absoluta, y que de algún modo han de empezar a fraguarse desde ahora mismo, cuando el desplome zapaterista parece irreversible. La fórmula más aconsejable consiste en ir tejiendo ya una serie de pactos estratégicos que de algún modo obliguen al legatario de Zapatero y lo embarquen en un compromiso regeneracionista. Eso implica una modulación del desconfiado clima político inmediato que se antoja francamente difícil, pero nadie ha dicho que aspirar a la gobernación de un país en cuesta abajo represente un negocio sencillo.
Acaso el propio Rajoy, tan proclive a procrastinar sus deberes, sea consciente de esa necesidad a medio plazo. De hecho ya se ha producido alguna reunión discreta con Zapatero para discutir la agenda del último tramo de la legislatura, y hay gente estudiando cómo darle al futuro expresidente un papel que mejore su deslucida actuación gubernamental. Pero no va a bastar con eso; es menester ir dibujando desde ya la bitácora política del próximo mandato. Aunque el trabajo de ganar no esté terminado y bastante trabajo suponga para el líder del PP concluirlo con éxito, ha de hacerlo pensando en que sus futuras responsabilidades de Estado incluirán también la de ser el presidente de los que pierdan.
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