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Columnas / AD LIBITUM

Ser español, ¿un orgullo?

Cabe pensar que la visita de Gallardón es el primer acto de una función, comedia probablemente, de tres o cuatro

Día 19/11/2010
EN uno de esos arrebatos que, de vez en cuando, convierten en desafío la razón de España, aparecieron en la luneta trasera de nuestros automóviles unas pegatinas en las que podía leerse: «Ser español, un orgullo». Suelen alarmarme todas las proclamas de entusiasmo y, más todavía, si promueven verdades mostrencas y halago a circunstancias que son, meramente, fruto de la casualidad. Personalmente soy español porque mi madre estaba en La Coruña cuando me dio por venir al mundo. De haber estado en Viena, ¿sentiría el orgullo de ser austriaco? Ser español, y que se regocije en serlo quien le venga en gana, es una carga y comienza a ser un aburrimiento. Es, además, una constante provocación de la clase política, sin grandes diferencias entre las del muestrario, a nuestra condición ciudadana. ¿No sienten ustedes vergüenza solidaria por la marcha, entre orgasmos de la propuesta del PSC y jueguecitos de video del PP, del proceso electoral de las autonómicas catalanas? Cuando pienso que esas campañas, muestra de canijismo intelectual y desprecio a la ciudadanía, salen de nuestros impuestos pienso que, de llevarla, tendría que cambiar la pegatina de popa de mi automóvil.
Creo que se puede incluir en la misma familia de provocaciones al contribuyente, la deuda y el modo de gestionarla que define el talento político, tan ponderado, de Alberto Ruiz-Gallardón, alcalde de Madrid. Su visita al presidente del Gobierno para tratar de convertirse en una privilegiada excepción entre los ocho mil y pico ayuntamientos de España puede ser clasificada, simultáneamente, como una torpeza y un reconocimiento de incapacidad. Para pedir, como ya nos enseñaron las virtuosas ordenes mendicantes, hay que vestirse de sayal, ceñirse el cíngulo de la penitencia y hacerlo para otros, nunca para uno mismo. ¿Fue el afán de lucimiento que tanto define al alcalde de Madrid el que le impidió recurrir al limosneo de La Moncloa sin pasar por las correspondientes federaciones de municipios, como parece más prudente y menos presuntuoso? Puestos a pedir, en un político tan jerarquizado como Gallardón, cuesta trabajo asumir que lo haga a video desplegado, sin tener el tanteo previo del éxito de su gestión. El endeudamiento de Madrid es temerario e insensato, pero ahí está, sin que el Gobierno ni el jefe de su partido hayan hecho nada por moderarlo y contenerlo. En consecuencia, y visto cómo funcionan las cosas en estos pagos en los que, cuando se juega al billar, se hace a más de 12 bandas, cabe pensar que la visita de Gallardón es el primer acto de una función, comedia probablemente, de tres o cuatro. ¿Dónde está el truco?
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