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Columnas / UNA RAYA EN EL AGUA

El voto durmiente

Si la economía no mejora de un modo sustantivo no habrá despertador que levante el voto dormido de la izquierda

Día 10/11/2010
CUANDO uno de cada dos electores del PSOE declaran no estar dispuestos a volver a votarlo, la única esperanza del zapaterismo reside en lo que los sociólogos llaman «voto durmiente». Por simplificar, se trata de ciudadanos de izquierda desencantados con el Gobierno que pueden reactivar su apoyo a última hora ante la perspectiva cierta de un triunfo del PP. No lo harán en las municipales y autonómicas de mayo, en las que el revolcón socialista va a ser notable y doloroso, un castigo cierto, pero existe una posibilidad real de que en 2012 los votantes más ideologizados decidan amnistiar a Zapatero para evitar la presentida victoria de la derecha. El propio Partido Popular cuenta con ello; sus estrategas saben que la amplia distancia actual de los sondeos sufrirá un recorte importante a la hora de la verdad. Año y medio antes de las elecciones es fácil declarar a un encuestador el malestar individual ante una gestión decepcionante, pero muchas de esas personas se movilizarán —«con la nariz tapada», como dicen en Italia— en el último momento estimuladas por el impulso de cerrar el paso al adversario. En España mucha gente siempre acaba votando contra alguien.
La reconquista del voto durmiente supone, en teoría, un factor favorable al relevo de candidato en el PSOE. Para la mayoría de esos electores, biográficamente identificados con el proyecto socialista, es Zapatero la causa principal de su alejamiento; azotados por la crisis en su situación personal o en su entorno cercano han dejado de creer en el presidente ante el fracaso de la política económica, y además retroalimentan su desengaño con el desgaste que perciben a través de la opinión pública. Consideran que su candidatura es un lastre para las opciones de la izquierda y un cambio en el cartel les ayudaría a reilusionarse. El protagonismo creciente de Rubalcaba y la frecuente presencia de Felipe González en el debate político responden a la intención de alimentar la fidelidad de ese sector con su marca ideológica para evitar el desplome completo de sus adhesiones durante lo que queda de legislatura.
La empresa es difícil porque, además de la caída en picado de la figura de Zapatero, la sociología electoral está registrando un fenómeno inquietante para el socialismo: la mayoría de los jóvenes se muestra dispuesta a votar al PP. Las mujeres, entre las que el presidente arrasaba al principio, hace ya tiempo que se han desenganchado de su poder de seducción. Y además la derecha conserva una fidelidad de voto altísima que le garantiza un caudal fijo de respaldo. Por eso la estrategia de los populares se basa en mantener la brecha lo más abierta posible a sabiendas de que la horquilla se cerrará bastante en el momento final. Aunque si la economía no mejora de un modo perceptible y sustantivo no habrá despertador que levante el voto dormido de la izquierda.
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