La mano derecha de la mano derecha

«Jáuregui es un compañero muy querido. Tiene dos cualidades políticas que son fundamentales para el Ministerio de Presidencia: su capacidad de relación con los grupos políticos y que se explica muy bien». Con estas palabras resumió Rodríguez Zapatero la labor de fontanería encomendada a Ramón Jáuregui (San Sebastián, 1948), uno de sus nuevos hombres de confianza dentro del Gobierno. Regresa del destierro de Bruselas para reforzar las labores de comunicación —«explicación», según Zapatero— y coordinación del Ejecutivo. Una cartera volcada en exclusiva en dotar de coherencia el discurso político del Gobierno en el último tramo de legislatura, que pierde contenido efectivo, ya que Función Pública vuelve a su sitio «natural»: el Ministerio de Política Territorial del vicepresidente Chaves.

La incorporación de Ramón Jáuregui a las mismísimas «cocinas» de La Moncloa se interpreta como un guiño a la fidelidad del PSE y del lendakari, tan magullados por el último pacto presupuestario con el PNV. Con Jáuregui, Zapatero y Rubalcaba ganan un político breado en las más difíciles tareas del Ejecutivo: fue delegado del Gobierno en el País Vasco de 1982 a 1987, la etapa más turbia de la lucha antiterrorista de la democracia española. Además, sus años de consejero y vicelendakari en los gobiernos de coalición PNV-PSE bajo la presidencia de José Antonio Ardanza le atribuyen una valiosa capacidad de comunicación con el nacionalismo vasco, principal aliado parlamentario del Ejecutivo, a quien Zapatero debe mimar para llegar hasta 2012.

El de Ramón Jáuregui es un fichaje atribuido más a Alfredo Pérez Rubalcaba —fue su mano derecha en el Congreso cuando el Ministro de Interior era portavoz socialista— que al propioZapatero, con quien nunca compartió cuerda. Fue el presidente quien en 2009 le mandó al exilio como europarlamentario con López Aguilar, un retiro forzoso que parecía truncar sus aspiraciones de ministro. Hasta ayer.