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Columnas / MONTECASSINO

¿Quién teme a la señora Merkel?

De ahí que ya hayan decidido que Merkel es malísima porque le sale mucho bien

Día 19/10/2010
EN un país en el que se ha abolido, no ya el sentido de la responsabilidad, perfectamente inexistente en los gobernantes, sino la responsabilidad misma, hay necesidad perentoria de buscar culpables de nuestras desdichas. A ser posible lejos de aquí. Alemania no es un país geográficamente remoto, aunque lo sea en su desarrollo, solidez económica y decencia democrática que la alejan cada vez más de esta chalupa varada en el lodo del fracaso moral, el naufragio económico y la demagogia que es la España de Zapatero. Pero le vale a esa tropa de indocumentados que considera exótico todo lo que suceda fuera del patio zapateril. Quienes intentan presentar al presidente como una pobre víctima de los avatares internacionales del dinero, la codicia y la derecha, parecen haber encontrado ahora en Alemania el sustituto ideal de EE.UU. como adalid del mal. Washington, tan útil para estos menesteres mientras gobernaba el diabólico George Bush, dejó de prestarse desde que lo preside ese hombre tan bueno que se llama Barack Obama. Los más toscos de los trovadores mediáticos del Gran Timonel llevan ya meses quejándose de la perfidia de la canciller alemana Ángela Merkel. Además de democristiana, de por sí ya un serio delito para algunos, defiende los intereses de los alemanes y, por si fuera poco, esta señora fracasada según Zapatero, ha llevado al país al crecimiento sólido, a la caída del paro y a tal auge de la economía que empresarios y trabajadores ya casi no se acuerdan de la crisis. Esto es difícilmente tolerable para quienes por aquí intentan vendernos la milonga de que nuestros casi cinco millones de parados y nuestra quiebra general son producto de la fatalidad y la maldad ajena. De ahí que ya hayan decidido que, igual que Obama es buenísimo aunque le salga todo mal, Merkel es malísima porque le sale mucho bien. Y además la acusan de ser quien obligó al pobre Zapatero a imponer reformas y recortes y enfrentarle así a sus sindicalistas e izquierdistas extremos. Aunque
también lo hiciera Obama. Y los dos con poco éxito porque tras los engaños y patrañas tan propias del Gobierno español, está claro que habrán de obligarlo a más reformas, si no quiere que la discusión sobre su posible exclusión de la zona euro comience a trasladarse del cóctel diplomático a la mesa de negociación. Pero los ataques a Alemania aumentan de tono. Ayer uno de los trovadores socialistas más sinuosos decía que «vuelve Alemania» y relacionaba este hecho con la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Ya sabemos que son capaces de todo, estas brigadas de la falacia de mañana, tarde y noche. Incluso de la infamia de sugerir no se sabe que veleidades a una jefa de Gobierno que defiende los intereses de sus ciudadanos igual que defiende una política europea que cuesta sumas ingentes a los alemanes. A unos contribuyentes que no saben por qué van a tener que pagar ellos el pato de los desaguisados griegos o españoles. En los últimos días ha escalado esta campaña hasta la difamación pura y dura con ayuda de la mentira. Todos los medios socialistas (TVE, RNE, etc.) tradujeron mal la intervención de Merkel ante las juventudes de la CDU para atribuirle una frase en la que decía que quienes no hablaran alemán no eran bienvenidos en Alemania. Lo que es rigurosamente falso. En realidad dijo todo lo contrario, que se esperaba de ellos que quisieran aprenderlo. Todo para llamarla xenófoba. Cabría pedirles a nuestros gobernantes que después de haber convertido a nuestro país en un lastre y socio indeseable, no lo erijan además en enemigo de quien ha sido siempre nuestro mayor aliado en Europa. Por coherente que sea con la herencia general que dejarán.
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