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Columnas / AD LIBITUM

Soplar y sorber

Todo es consecuencia de que el líder planetario no aprendió en su más tierna infancia que «soplar y sorber no puede ser»

Día 23/09/2010
ELENA Salgado, más sutil en el vestir que en el decir, anunció ayer en el Congreso que el Presupuesto de 2011 introducirá «un pequeño ajuste para las rentas más altas». Un Gobierno que tiene acreditada su incapacidad para reducir el gasto público en algo más que en el sueldo de los funcionarios no puede hacer otra cosa que subir los impuestos y de eso es de lo que nos previene la vicepresidenta. Además, en alarde del insensato optimismo que inspira José Luis Rodríguez Zapatero a sus ministros, barruntó Salgado que los ricos pagarán gustosos más impuestos. Ignoro en qué fuentes bebe la ministra para llegar a esa conclusión; pero aquí, quienes pagamos, lo hacemos porque no nos queda más remedio. No está prevista, como debiera, una objeción de conciencia fiscal que nos permita a los contribuyentes establecer el depósito judicial de nuestros impuestos para evitar que sean aplicados a gastos que escapan de las competencias naturales del Estado y de sus Administraciones y, resignadamente, costeamos servicios que nos repugna financiar.
También Victorio Valle, director general de Funcas y economista solvente y acreditado, cree que es necesario subir impuestos para contener el déficit; pero, matiza, subirlos solo a los ricos no resolverá el problema de los ingresos y son, solo, «ganas de molestar». También, según el sabio que anida en la Fundación de las Cajas de Ahorros, es una «imbecilidad» la tasa bancaria que Zapatero anunció en Nueva York. Todo es consecuencia de que el líder planetario, el hombre que defiende a los parias de la tierra por la noche y a la mañana siguiente se desayuna con los tiburones de Wall Street, no aprendió en su más tierna infancia que «soplar y sorber no puede ser». O lo uno o lo otro. Mientras la Administración mantenga una doble red de televisiones públicas que nos cuestan un Congo, permita la existencia de millares de liberados sindicales que rebajan la cuota de productividad nacional, financie espectáculos que ni tan siquiera demandan los ciudadanos y, por no alargarnos y al margen de la retribución de funcionarios, esté en condiciones de reducir cerca de un veinte por ciento del Presupuesto sin que se enteren más que sus directos beneficiarios será improcedente subir los impuestos. A los ricos o a los pobres. La mitad de los contribuyentes declaran ingresos anuales de 15.000 euros o menos y solo el 4 por ciento declaran por arriba de los 60.000 euros. Es una vaca que tiene muy poco que ordeñar porque con más de 600.000 euros de ingresos solo hay un 0,1 por ciento que ya aportan más del 4 por ciento del total de la recaudación. Ahora toca soplar, no sorber.
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