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Columnas / EL RECUADRO

Belmonte predijo el «no» a los toros

Belmonte intuyó que prohibirían los toros, y además un gobierno socialista, como el de Cataluña

Día 22/08/2010
NO hay nada más viejo que el que con Tom Wolfe y Norman Mailer llamaron Nuevo Periodismo. En la España de los años 30 del siglo XX ya lo hacían César González Ruano y Manuel Chaves Nogales, escritores de periódico que chorreaban modernidad. Sus textos están tan vigentes que parecen escritos ayer por la mañana. Lo digo por Chaves Nogales, el gran escritor sevillano de la Tercera España, exiliado de ambos bandos de la guerra. Como un serial del semanario «Estampa», Chaves Nogales publicó en 1935 «Juan Belmonte, matador de toros», obra fundamental para conocer... las claves de Sevilla. Y del toreo, claro. Chaves finge un largo monólogo de un Belmonte que en la cumbre de su fama y poderío cuenta su vida. Leyéndolo y releyéndolo como clásico que es, siempre me queda la duda: ¿es Belmonte o es Chaves quien habla? Al modo de Flaubert con Madame Bovary, ¿no hay acaso un «Belmonte c'est moi» en Chaves?
En el libro hay un capítulo magistral, «El miedo del torero». Miren cómo arranca: «El día que se torea crece más la barba. Es el miedo». Y en ese capítulo, una premonición increíble y genial: Belmonte intuyó que prohibirían los toros, y además un gobierno socialista, como el de Cataluña. El capítulo es un diálogo mágico de Belmonte con su miedo, que le habla en la soledad del cuarto del hotel, antes de la corrida: «Ea, mocito —me dice el miedo con su feroz impertinencia, apenas me he despertado—: a levantarte y a irte a la plaza a que un toro te despanzurre.» Sigue el largo diálogo de Belmonte con su miedo. En definitiva, con la muerte. Belmonte no quiere ir a torear. Entre el deber y el canguelo, se dice a sí mismo, como argumento para no mandar parte facultativo: «Dentro de muchos años los aficionados a toros recordarán que hubo un torero muy valiente."»Y le replica el miedo, y aquí viene la premonición de Belmonte en pluma de Chaves o de Chaves en boca de Belmonte:
«— Dentro de unos años, a lo mejor, no hay ni aficionados a toros, ni siquiera toros. ¿Estás seguro de que las generaciones venideras tendrán en alguna estima el valor de los toreros? ¿Quién te dice que algún día no han de ser abolidas las corridas de toros y desdeñada la memoria de sus héroes? Precisamente, los Gobiernos socialistas...
«— Eso sí es verdad. Puede ocurrir que los socialistas, cuando gobiernen...
«— ¡Naturalmente, hombre! ¡Pues imagínate que ha ocurrido ya! No torees más. No vayas esta tarde a la plaza. ¡Ponte enfermo! ¡Si casi lo estás ya!
«— No, no. Todavía no se han abolido las corridas de toros.
«— ¡Pero no es culpa tuya que no lo hayan hecho! Y no vas a pagar tú las consecuencias de ese abandono de sus gobernantes.
«— ¡Claro! —exclama uno, muy convencido—. ¡La culpa es de los socialistas, que no han abolido las corridas de toros! ¡Ya podían haberlo hecho!
«— Advierto al llegar aquí que el miedo, triunfante, me está haciendo desvariar, y procuro reaccionar enérgicamente.
«— Bueno, bueno. Basta de estupideces. Vamos a torear. Venga el traje de luces.»
El Pasmo de Triana, en la pluma de Chaves Nogales, también paró, templó y mandó lo que iba a ocurrir con el futuro del toreo.
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