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Columnas / AD LIBITUM

Electoralismo y corrupción

La situación no es, todavía, desesperada, pero Zapatero puede conseguir, sin esfuerzo, que llegue a serlo

Día 11/08/2010
ACOSTUMBRO desayunarme con una taza de té negro, pan tostado, aceite de oliva y una pizquita de sal; pero, desde ayer, a la vista de la previsiones económicas del BBVA y de los augurios del sabio profesor Juan Velarde, he suprimido la sal y el aceite. Hay que ahorrar y ponerse al pairo, más en la meditación que en el consumo, para prevenir la que se nos viene encima. La situación no es, todavía, desesperada; pero, a juzgar por sus indecisiones y dichos contradictorios, Zapatero puede conseguir, sin esfuerzo, que llegue a serlo. Según el servicio de estudios del banco que preside Francisco González, sería imprescindible, para que la realidad se acercara a las previsiones de crecimiento que maneja el Ejecutivo, una más rigurosa consolidación del sector financiero, profundizar en la reforma laboral, la drástica reforma de las pensiones, recortar el gasto corriente en las Administraciones, disminuir los impuestos directos, subir los indirectos y reducir el déficit energético. Pregunto: ¿alguien es capaz de imaginar a José Luis Rodríguez Zapatero al frente de un programa como el que reclaman los estudiosos bancarios? Vuelvo a preguntar para que no broten falsas esperanzas: ¿se atrevería Mariano Rajoy con un plan que, a cambio de la salud económica nacional, requiera el suicidio político de quien lo promueva y ejecute?
El electoralismo, la peor de las corrupciones de la democracia en tanto que antepone el interés particular de los partidos al general de la Nación, tiende a impedir que las grandes soluciones remedien los problemas grandes. Quizá por eso, Velarde, en quien se juntan el conocimiento profundo y la experiencia larga, anuncia que nuestra crisis puede convertirse en decadencia «si no se toman medidas más enérgicas» y no descarta, «a la vuelta de la esquina», un corralito como el que, ya va para veinte años, instauró en Argentina el Gobierno de Fernando de la Rúa. Entre otras restricciones institucionales y ciudadanas, los particulares no podían retirar de sus cuentas bancarias más de 250 dólares semanales.
Lejos de abundar en estas cuestiones, en las que nos va el pan de cada día, el Gobierno se entrega a unas raras maniobras electorales en Madrid y la Oposición, a opinar sobre ellas. Más parece que ambos estén entregados a la defensa y conservación de su propio empleo que a la búsqueda de remedios útiles. Algo exigible, pero incompatible con la realidad partitocrática en la que nos hemos instalado. Trinidad Jiménez es muy maja; Tomás Gómez, muy valiente; Esteban González Pons, muy ingenioso; pero, ¿hay alguien dispuesto a concentrarse en lo fundamental?
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