Se enfrenta a un «otoño caliente» en lo electoral, aunque las brasas se hayan encendido en la casa del PSOE.
—¿Le gusta más el nuevo «ticket» electoral del PSOE para Madrid?
— Es obvio que el PSOE está en proceso de debate para la elección de su candidato. Y ese debe ser un debate interno, no debemos entrar los que militamos en otros partidos. Nuestros adversarios tienen que ser los proyectos, ideas y forma de gestión socialistas, no sus dirigentes.
— Las injerencias de Ferraz pueden romper el partido en Madrid. ¿Va a haber primarias?
— Mi experiencia es que los proyectos de Madrid, por su representación e identificación en toda España, son proyectos que siempre, siempre, acaban estando en sintonía con la dirección nacional de los partidos.
— En los últimos procesos electorales el PSOE en Madrid se ha decantado por un «paracaidista» llegado a última hora. ¿Repetirá el error?
— He oído voces sensatas y serenas en el PSOE denunciando eso mismo. Yo perdí varias elecciones y me quedé; creo que esos 12 años de oposición política fueron uno de los elementos fundamentales de mi capacidad de elaborar un proyecto creíble, y de valoración por parte de los ciudadanos de que había un compromiso cierto. Creo que es un error que un político, cuando no ha gobernado, tire la toalla si pierde unas elecciones . Después de la experiencia, el PSOE ese error no lo volverá a cometer.
— Hágame una valoración del posible candidato al Ayuntamiento, Jaime Lissavetzky.
— Como político y como persona, pero no como candidato, le contesto: tengo una muy buena opinión de él. Le he conocido teniéndole en frente, cuando él se quedó como portavoz del PSOE en la Comunidad. Y luego le he tenido al lado, porque ha participado de una forma muy importante en el proyecto olímpico.
— ¿Alguien con un apellido tan poco madrileño puede llegar a ser alcalde de Madrid?
— Ah, no creo que eso tenga importancia; aquí a nadie se le pregunta de dónde ha venido. Además, Jaime es madrileño de Chamberí.
— ¿Y Trinidad Jiménez le parece rival más duro que Tomás Gómez para la Presidencia regional?
— En lo personal, no puedo tener nada más que sensación de afecto hacia una persona con la que además comparto vínculos familiares, y con la que he tenido la ocasión de medirme en una campaña electoral, en la que siempre fue elegante.
— Ruiz-Gallardón es uno de los políticos que más veces y con más claridad ha apoyado a Rajoy. ¿Va a ser parte de su equipo caundo gane las elecciones?
— Soy parte de su equipo: estoy lo más cerca que puede estar un compañero de partido, en el consejo de dirección. Siempre he sido partidario de que cuando uno asume una responsabilidad de gobierno, llegue con plena capacidad de elección. A mi el partido me dejó llegar así a la presidencia de la CAM y al Alcaldía de Madrid. Cuando Rajoy llegue a la responsabilidad de la Presidencia del Gobierno, no debe tener ninguna limitación para elegir equipo.
— ¿Quiere terminar su mandato como alcalde, si lo renueva?
— Siempre he cumplido los compromisos. Esa pregunta me la hace la oposición en cada proceso electoral. Deberían recordar no sólo que me quedé 8 años en la oposición cuando perdí, sino dónde fueron mis rivales políticos a lo largo de los años que he estado gobernando: el primero fue Leguina; la segunda Cristina Almeida, la tercera Trinidad Jimenez y el cuarto Miguel Sebastián. Yo cuando perdía y cuando gané me quedé siempre en mi sitio. Ninguno de ellos lo hizo.
— Si tuviera que marcharse, ¿Ana Botella sería una buena alcaldesa?
— En cualquier caso Ana Botella sería una buena alcaldesa
—En las encuestas, el PP aventaja claramente al PSOE ¿Es suficiente para las próximas elecciones?
—Las elecciones se ganan en las urnas, y no en los institutos de opinión. La tendencia de todos los estudios demoscópicos en los últimos meses coinciden en que hay una desafección importante por parte de la población española con relación al Gobierno.
—¿Culpan al Gobierno de la crisis?
—Más que responsabilizarlo, lo que constatan los ciudadanos es su incapacidad para afrontarla y resolverla: el reproche que se le hace es haberla negado por razones estrictamente electorales, y que se haya perdido un tiempo precioso para abordarla. Paralelamente, hemos visto al Gobierno convertido en un opositor permanente a la propia oposición. Pese a eso, se está produciendo una generación de confianza tanto en el proyecto del PP como en su líder, Mariano Rajoy.
—¿Es un buen momento para adelantar las elecciones?
—Tendríamos que preguntarnos si es beneficioso para España adelantar las elecciones, y mi respuesta es que sí: este Gobierno no tiene capacidad para tomar decisiones y abordar los cambios estructurales que necesita este país.
— ¿Cómo es posible que Rajoy obtenga esos resultados, pese a los problemas jurídicos en el partido o las críticas a su falta de liderazgo?
—Rajoy siempre ha tenido confianza en que su proyecto calase. Y el tiempo le ha dado la razón. Es poco amigo de sorprender, de hacer propuestas espectaculares o decir que tiene una varita mágica para resolver los problemas.Pero creo que en este tiempo, cuando la gente ha sentido angustia al dirigir su mirada al Gobierno, ha tenido también una tranquilidad cuando miraba a Mariano Rajoy.
— Según la encuesta del CIS, la clase política se ha convertido en el tercer problema para los españoles.
— La clase política tiene que hacer una reflexión muy seria sobre si en lugar de resolver los problemas de los ciudadanos, muchas veces no los generamos nosotros mismos. Es un problema de nuestra democracia, y no coyuntural: lo arrastramos quizá como consecuencia de que hemos hecho demasiada política de trincheras.
— ¿Qué opina de la prohibición de las corridas en Cataluña?
— Soy contrario a la prohibición; esta noticia me produjo una inmensa tristeza. El nacionalismo, para defender una bandera política, ha hecho una restricción de las libertades de los catalanes, que hoy son menos libres que los ciudadanos del resto de España. Pero creo que en un tiempo, habrá una revisión de esa decisión.
— ¿La sentencia del Estatut ha marcado la línea roja del proceso autonómico?
— La lección fundamental que tenemos que sacar de la sentencia del Estatut es que con la Constitución no se juega: es un acuerdo histórico que nos vincula y nos obliga a todos. Y si alguien quiere proponer otro acuerdo distinto, no lo puede hacer de forma subrepticia, por la puerta de atrás y de manera ilegal; sería necesario para eso convocar a otro debate político a todo el pueblo español.
— En el caso Gürtel, ¿una hipotética imputación de Camps haría insostenible su situación en Valencia?
— El partido ha dejado claro cual es la situación, y ha manifestado su confianza en nuestro compañero y en la administración de justicia.
— ¿Ha firmado ya la paz con Esperanza Aguirre?
— Dos administraciones de ámbito territorial distinto tienen que entrar necesariamente en conflicto. Y, lógicamente, dentro de un partido también existen diferentes formas de afrontar un programa común. Nuestra obligación es estar cada uno en nuestro despacho trabajando para los ciudadanos; es lo que estoy haciendo yo, y estoy seguro que es lo que está haciendo ella.
— ¿Tienen un pacto de no agresión?
— No existe tal pacto.
— A lo mejor vuelven de cañas por Lavapiés.
—No hace falta que los dirigentes políticos sean amigos; lo importante es que cumplan sus obligaciones con respecto a sus ciudadanos.
— Pero lealtad sí debe haber entre miembros de un partido.
— Por supuesto. Como decía Ortega, la lealtad es la distancia más corta entre dos corazones.





