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El ejemplo de Suecia

CUANDO Suecia anunció en 1980 que abandonaba el desarrollo de la energía nuclear, la decisión fue presentada como un modelo avanzado de sensibilidad medioambiental que poco a poco fue calando en la opinión pública de otros países, España entre ellos. Tres décadas después , el Gobierno sueco ha rectificado y decide que renovará las centrales nucleares en vez de cerrarlas, precisamente como parte de un plan muy ambicioso de reducción de emisiones contaminantes y para ponerse a la cabeza del cumplimiento de los objetivos con los que la Unión Europea pretende luchar contra el cambio climático.

En estos años, Suecia ha sido también un país pionero en el desarrollo de energías alternativas, pero a pesar de las benéficas condiciones del país para tecnologías como la hidroeléctrica, el resultado de esta apuesta ha sido decepcionante, porque no ha logrado alcanzar las necesidades que van aparejadas con el desarrollo de la sociedad sueca. Por otro lado, la tecnología nuclear ha avanzado muchísimo en el campo de la seguridad, incluyendo en el delicado campo del tratamiento de los residuos, que sigue siendo su principal inconveniente. Por si fuera poco, la reciente crisis del suministro de gas ruso ha puesto de manifiesto la fragilidad en la que se encuentra todo el continente, sometido al albur de contingencias sobre las que no tenemos control. Si los efectos de casi dos semanas de corte del suministro no han sido más dramáticos, se debe sin duda al hecho de que la crisis económica ha ralentización el trabajo de muchas industrias.

La decisión de Suecia, que aún debe ser refrendada por el Parlamento, deja en una situación muy ambigua a los países que siguieron su ejemplo. En especial Alemania, la mayor potencia industrial de Europa, que mantiene la moratoria impuesta por la minoría ecologista en coalición con los socialdemócratas, y que deberá reflexionar tarde o temprano sobre la energía nuclear, dado que las tecnologías para filtrar o capturar el CO2 de las centrales de carbón no solucionan los problemas energéticos ni los medioambientales. Y, por supuesto, España necesita más que nunca recapacitar sobre el futuro de la energía nuclear. El tiempo de vida de las actuales centrales nucleares españolas se agota y el Gobierno no ha presentado alternativas reales, más allá de la actitud voluntarista del presidente Rodríguez Zapatero y su optimismo compulsivo. Pero en esta materia no se puede seguir ignorando la realidad, porque el día en que lleguen los problemas, muchos descubrirán que se necesitan años, décadas, para construir una central, y entonces será tarde, y solo nos quedará la opción de seguir comprando electricidad a Francia, fabricada, naturalmente, en modernas centrales nucleares.

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