El legendario fotógrafo que captura el alma
Steve McCurry: «En Afganistán, pregunto a alguien si puedo hacerle fotos y me dicen 'adelante'. En mi barrio, te disparan o llaman a la policía»
El legendario fotógrafo que captura el alma
Viernes, 15 de Diciembre 2023
Tiempo de lectura: 5 min
Steve McCurry saluda con la mano izquierda, la que usa para disparar su cámara tras perder de niño la función de la derecha por la polio. Sencillo y cercano, está lejos de comportarse como una leyenda. Cita a XLSemanal en la Leica Store de Madrid, escala de un viaje promocional para presentar Devotion (Blume). En el libro –más de veinte lleva ya–, este filadelfino de 73 años, autor de una de las imágenes más icónicas de la fotografía: la niña afgana de ojos verdes que fue portada de National Geographic en 1985, reúne 150 imágenes en torno al hilo de la espiritualidad. El resultado es una auténtica guía por la diversidad de un mundo en el que, aunque parezca dominado por el odio, las personas aman y se entregan a los demás. Este es el punto de partida de una conversación en la que defiende su polémico uso de Photoshop, habla de su retrato más icónico, de mirar a la muerte de cerca o de cómo consigue que los protagonistas de sus imágenes acaben atrapados por su cámara.
XLSemanal. ¿Es usted religioso?
Steve McCurry. No. Recibí una educación religiosa, pero, gracias a Dios [se ríe], solo hasta los 12 años. Me hablaban de pecado, culpa..., y yo solamente sentía miedo. «Si quebrantas los mandamientos de Dios, arderás en el infierno por toda la eternidad», decían. Y seguido: «Pero Él te ama». No, gracias.
XL. ¿Qué le atrae, entonces, del fervor religioso?
S.M. La compasión, la entrega, el amor; muestro momentos de mucha empatía y en ellos se aprecia la conexión del ser humano con algo mayor. Me interesa esto más que las religiones; se han cometido muchas barbaridades en nombre de Dios, se recortan derechos... ¿Dónde quedan el amor, la paz, la armonía, el respeto al prójimo?
XL. De niño, ¿soñaba con viajar?
S.M. No, pero a los 12 años vi un reportaje sobre el monzón en la revista Life. Todo estaba inundado, la gente trataba de protegerse... Y, ante aquel drama, yo pensé: «Quiero ir allí. Un día conoceré ese lugar». Descubrí que había otro mundo ahí fuera y ya no dejé de pensar en ello.
XL. ¿Su primer viaje?
S.M. Yo era estudiante, pero no sabía qué quería hacer. Me fui a recorrer Europa un año y concluí que buscaría una profesión que me permitiera ver el mundo.
XL. ¿Así decidió ser fotógrafo?
S.M. Casi, porque decidí estudiar cine. Eso me llevó a una clase de fotografía en la que, ahí sí, se me encendió la bombilla. Trabajé en un periódico local, pero me aburría tanto que me puse a planear mi viaje pendiente al monzón. Además, quería hacer algo audaz, arriesgado.
XL. Pues casi muere ahogado en la India. Más tarde tuvo un accidente aéreo en Yugoslavia. ¿Afectaron esas experiencias a su forma de trabajar?
S.M. Solo por unos días [se ríe]. Lo del avión fue aterrador y al principio sí que pensé: «He sobrevivido. Debo cambiar mi vida, apreciar mejor el mundo». pero al cabo de unas semanas ya se me había pasado todo [se ríe].
XL. ¿Se topa a menudo con fotos suyas por el mundo?
S.M. Mucho. En Tailandia fui a un mercado donde unos treinta artistas pintaban sobre mis obras. Todos se emocionaron al verme, nos hicimos fotos, tomamos cerveza... Les compré varias, pero no me hicieron descuento [se ríe].
XL. La más popular es Chica afgana, ¿la ve a menudo?
S.M. Muchísimo. Solo aquel día diez tipos estaban pintando esa.
XL. ¿También es popular en Afganistán?
S.M. Oh, sí, los afganos la conocen bien y están muy orgullosos. Los taxistas me reconocen y no me dejan pagar, aunque yo siempre insisto.
XL. Afganistán es su gran devoción, un país que, desde su primer viaje, no ha dejado de estar en guerra. ¿Qué es lo que lo atrapó de los afganos?
S.M. Su gran sentido del humor. Y son, además, hospitalarios, generosos, serviciales...
XL. ¿Me da un ejemplo?
S.M. Mira, si yo llamo a la casa de alguien con mi cámara colgada y le pregunto si puedo ver cómo vive y hacerle fotos, esa persona me dirá: «Claro, adelante». Me ofrece té, comida y puedo pasarme ahí toda la tarde. Soy un completo extraño y, sin embargo, me acoge. Haz eso en mi barrio y llamarán a la Policía o, peor: te dispararán.
XL. ¿Siempre lleva una cámara cuando sale a la calle?
S.M. Como fotógrafo nunca me he sentido obligado a ello, pero ahora siempre llevo esto encima [coge el móvil]. Tengo más de 160.000 fotos dentro. De todos modos, en la calle mi mente suele viajar a otros lugares, como una especie de práctica meditativa. Cuando no llevo la cámara, claro.