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ANIMALES DE COMPAÑÍA

'Y cuando digo España'

Juan Manuel de Prada

Lunes, 16 de Noviembre 2020

Tiempo de lectura: 3 min

Sin duda, entre todos nuestros historiadores, Fernando García de Cortázar es el que más esfuerzos ha hecho por convertir la Historia de España en una interpelación constante a sus lectores. Y no en el plano de la mera ‘enseñanza’, sino como sustancia actuante en nuestras vidas. Para García de Cortázar, el pasado nunca pasa, pero no por nostalgia de un tiempo pretérito, sino porque sigue encarnándose en nuestro presente, fecundando nuestra vida, alumbrando los pasadizos oscuros por los que los españoles insistimos en internarnos, hasta alumbrar un futuro mejor.

Todo lo que García de Cortázar escribe está penetrado de un abnegado amor a España; y, a medida que los años se suceden, ese amor se torna más encendido y fresco, más expectante y conmovido, más deseoso de brindarse y comprometerse. Pruebas de este amor que no se resigna a la rutina las tenemos por doquier en su libro más reciente, Y cuando digo España (Arzalia Ediciones), una suerte de gozoso y brillante vademécum en el que aborda la historia española por todos los flancos, como hacen los buenos amantes en su cortejo, que cada día traen en los labios un requiebro distinto, un ramo de flores recién cortado, una deleitosa conversación jamás oída. Y algo de todo ello tiene Y cuando digo España, en donde García de Cortázar requiebra a España, le entrega las flores de su pasión intelectual y su patriotismo siempre insomne, la mantiene despierta con mil y una amenas historias que glosan los pasajes más memorables de su pasado, los titanes que nacieron en su seno, los mitos que han tratado de degradarla, los tesoros naturales y artísticos que guarda, las creaciones más altas de su espíritu, todo un ‘atlas de bellezas’ que maravilla y cautiva. Y cuando digo España es como un paseo por una floresta, en donde canta un pájaro distinto en cada árbol, en donde suena en cada recodo del camino el rumor de una fuente diversa; un paseo tan ameno que, cuanto más caminamos por él, más descansados nos sentimos, porque a cada paso nuestra alma se esponja, mientras respira un aire puro, cribado de nieve y sol. García de Cortázar nos lleva de paseo a través de un tumulto de vidas ejemplares, a través de un catálogo ingente de loci memorabiles (que a veces lo son geográficos, a veces intelectuales), a través de un enjambre de ideas que nos llenan de asombro, porque en todas ellas hay una plegaria, una oda, una endecha, un epitalamio a España. Parece increíble que un solo libro pueda ofrecer tantas y tan variadas perspectivas sobre el objeto de su amor. En algún pasaje del prólogo de Y cuando digo España, García de Cortázar recuerda el Aleph borgiano; y algo de Aleph borgiano tiene este libro, que nos permite contemplar España desde mil puntos de vista, desde mil atalayas y promontorios, pero siempre con esa común mirada amorosa que permite al autor abordar su diversidad como manifestación de un organismo que precisa de todas sus funciones vitales para seguir alentando. Como Gabriel Celaya, García de Cortázar deletrea con amor a una España integradora y consciente de sus méritos, también de sus errores; y se revela contra los sepultureros que se ensimisman en los errores y se regodean en ellos, como si quisieran condenar a España a coagularse en su repetición. No se piense, sin embargo, que Y cuando digo España se abona a una lectura acrítica del pasado, ni a una reelaboración de la ‘leyenda rosa’, ni a la exhumación de momias y estantiguas. García de Cortázar sabe perfectamente que la historia de España está llena de luces y de sombras, a veces tan íntimamente imbricadas que la luz y la sombra conviven en una misteriosa simbiosis que ha sido mil veces utilizada por pescadores en río revuelto para elaborar estereotipos falaces y execrar la luz que España ha derramado por el mundo. García de Cortázar enarbola y reivindica ese legado luminoso, deslinda las sombras y desmonta los estereotipos con una escritura siempre elevada y a la vez extraordinariamente límpida, llena de esa sencilla brillantez del maestro en pleno dominio de sus recursos que puede permitirse el lujo de escribir como quien respira. Y García de Cortázar respira con unos pulmones muy anchos, en los que caben muchas erudiciones y muchos paisajes, muchas ideas y muchas experiencias estéticas, mucha perspicacia y rendida admiración, muchas vidas pasadas, presentes y futuras que forman, fundidas en amor y dolor, el mapa de España. Un mapa que Y cuando digo España nos descifra en cada vericueto y en cada senda, en cada cumbre y en cada sima, en una apasionada cartografía del corazón y de la inteligencia en la que quedamos devotamente atrapados.

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