La capacidad de los perros para entender las emociones humanas por el tono de voz y señales no verbales como la postura, el gesto o la mirada es una rareza en el reino animal (ni siquiera los chimpancés tienen esa capacidad para descifrarnos). Y
está programada en el ADN canino, según Evan MacLean, biólogo y director del Centro de Cognición Canina de la Universidad de Arizona. De este modo, adivinan si su dueño está de buen humor o si tiene un mal día y es mejor mantenerse a una prudente distancia. Un nuevo estudio, liderado por Christoph Völter –psicólogo de la Universidad de Medicina Veterinaria de Viena– va más allá y sostiene que los perros también son capaces de descifrar nuestras intenciones. Saben, por ejemplo, si actuamos de buena fe o si nos estamos burlando de ellos.
La primera investigación, diseñada en Arizona, parte de una habilidad perruna que ya se conocía: cuando señalamos algo, es porque queremos que lo miren. Y, con frecuencia, lo hacen. Esto puede parecer banal, pero es el producto de una capacidad comunicativa muy sofisticada. Lo que no estaba claro era si los perros la aprendían a lo largo de la vida o si ya está codificada en sus genes; es decir, si 30.000 años de convivencia continuada entre humanos y canes ha desencadenado un cambio evolutivo. Si es así, esta ventaja adquirida habría servido durante siglos para engrasar las relaciones entre ambas especies. «Es la única pieza del rompecabezas de la que no teníamos pruebas», explica McLean
La hipótesis puede resumirse así: si la inteligencia social es genética, los perros deberían mostrarla a una edad muy temprana, sin necesidad de aprendizaje. Los investigadores diseñaron un experimento con 375 cachorros de labrador y golden retriever de ocho semanas, demasiado jóvenes como para haber tenido una interacción significativa con personas. Y les señalaban un vaso con una golosina. Los cachorros entendían el gesto y miraban en la dirección correcta en el 70 por ciento de las ocasiones.
Los científicos aprovecharon para realizar otros experimentos, como hablar cariñosamente con los cachorros. Estos prestaban atención a la charla durante una media de seis segundos. Este tipo de contacto visual es poco frecuente entre los mamíferos, incluso entre otros cánidos, como los lobos, porque mirar descaradamente se suele interpretar como el preámbulo de una agresión. Que perros y humanos nos miremos con arrobo es una base para la interacción social, pues se activan mecanismos que incentivan la empatía, desde las neuronas espejo a la oxitocina, la hormona del amor, que también fluye cuando una mamá y su bebé se miran a los ojos.
Por su parte, el estudio desarrollado en Viena trata de responder a una pregunta aún más ambiciosa: ¿son los perros capaces de leer nuestras mentes? El equipo de Völter desarrolló una batería de experimentos en los que 48 perros de distintas razas debían adivinar las intenciones de los humanos. En uno de ellos, por ejemplo, un sujeto les ofrecía una golosina que no llegaba a darles. En unos casos, porque se le caía accidentalmente de la mano y quedaba fuera de su alcance; y en otros, porque retiraba la mano a propósito. Aunque ambos gestos son parecidos, los perros demostraron una mayor frustración en el segundo caso, sugiriendo que eran capaces de entender que el humano les estaba engañando.
Estas investigaciones se suman a otras que se han centrado en la capacidad de los perros para captar nuestro estado de ánimo. Por ejemplo, a los canes les resulta más sencillo identificar las expresiones corporales que las faciales, pero también son capaces de discernir hasta seis emociones básicas en los rostros humanos: sorpresa, enfado, miedo, alegría, tristeza y asco. Y reaccionan ante ellas con cambios en su ritmo cardiaco. Cuando los humanos proyectan sentimientos de calma y confianza, los perros tienden a ver su entorno como algo seguro. También cuando oyen risas; se acercarán a la fuente del sonido, movidos por la curiosidad. Por el contrario, si oyen un llanto o gritos de angustia, su metabolismo reacciona con un aumento de los niveles de cortisol, la hormona del estrés, que canalizan ladrando, aullando o mostrando agitación. Que los perros huelen el miedo no es un mito. La detección de señales químicas (por ejemplo, el sudor de axilas de sujetos a los que habían inducido miedo o felicidad) les proporciona información valiosa que puede ser aprovechada para descubrir potenciales enemigos, pero también para detectar la diabetes y otras enfermedades.
Los perros intentan comunicarse constantemente con nosotros, pero no siempre los entendemos. Estos son los malentendidos más comunes.