¿Quién está detrás de las veterinarias?
¿Quién está detrás de las veterinarias?
Nadie te lo ha dicho, pero tu perro cotiza en la bolsa de Londres: y tu gato seduce a los fondos soberanos del Golfo Pérsico. Grandes corporaciones, financiadas por las gestoras de fondos más audaces de la City, ya controlan cientos de clínicas veterinarias en España. Lo han hecho sin ruido, espoleadas por un informe de la consultora Morgan Stanley que les reveló la magnitud del negocio que se estaban perdiendo. El desembarco se aceleró a raíz de la pandemia y está muy lejos de tocar techo. Es un tsunami que se ha extendido por Europa y se alimenta de un cambio de mentalidad en las familias del mundo occidental. El descenso de natalidad se compensa con un aumento de animales de compañía en los hogares, donde han conquistado un estatus que cada vez se parece más al de los hijos.
Que los fondos de inversión se hayan fijado en tu mascota no tiene por qué ser algo negativo. Su misión declarada es alimentarla, acicalarla... Compiten para proporcionarle los mejores cuidados, los fármacos más eficaces y los tratamientos más avanzados. Su interés no se limita a la salud: también te venden piensos, champús, accesorios... Y, cuando tu peludo llegue al final y lo pongas 'a dormir', se encargarán de incinerar su cuerpo y enviarte las cenizas en una elegante cajita, pues también están adquiriendo crematorios. La buena noticia es que tu perro o tu gato van a recibir una atención excepcional. La no tan buena es que te costará un ojo de la cara.
Testimonio
«Leo es un golden retriever de 6 años. Es alegre, un encanto…», cuenta Laura Caselles, 27 años, de Orihuela.
«A Leo le diagnosticaron la enfermedad de Cushing este verano. Se produce por el exceso de una hormona y le destroza las defensas. Apareció de la nada. Nos preguntábamos qué habíamos hecho mal, si le dimos algo que no debíamos, si se había rozado con alguna planta en un descuido… Nos sentíamos culpables. Pero no, resulta que le puede pasar a cualquiera. Nos dimos cuenta de que algo no iba bien porque el perro bebía muchísima agua y orinaba en consecuencia. Y jadeaba mucho. Se volvía loco con la comida. Nunca había comido nada por la calle y ahora rebusca por la basura».
«Llamamos al veterinario y le hicieron un análisis de sangre para descartar diabetes y otras enfermedades. Hasta que sospechó que podía ser Cushing. Para hacerle la prueba, lo llevamos a una clínica. La prueba costó unos 90 euros y salió positivo. Nos recomendaron hacer más pruebas para descartar un tumor cerebral o un cáncer abdominal y dijimos que adelante. Las ecografías costaron otros 90 euros. Ahora hay que darle una pastilla diaria: una caja de 30 comprimidos de 250 miligramos cuesta 130 euros… Es la dosis mínima. Hay que ajustarla para ver si necesitará más o menos».
La esperanza de vida con la enfermedad de Cushing es de tres años.
Que se lo pregunten a Louise Eccles, periodista de The Times, cuya traumática experiencia se ha hecho viral: «Estaba en el trabajo cuando recibí un mensaje de texto de la cuidadora con la que había dejado a Toffee, nuestro perro: 'Louise, llámame. Es urgente'. Su propio perro, un pastor belga malinois, había mordido la cara de nuestro dócil y pequeño teckel. Le dije que fuera al veterinario local y se encontrara conmigo allí», cuenta. «Cuando llegué, Toffee ya estaba en la mesa del quirofanillo, con la mandíbula colgando... La joven veterinaria habló con toda la delicadeza que pudo, pero aun así sus palabras me dejaron sin aliento. Arreglar la mandíbula rota de Toffee, de 3 años, costaría entre 8000 y 20.000 libras. Empecé a llorar…».
Urgencias aparte, en el Reino Unido, donde nos llevan años de ventaja en esta expansión corporativa, muchos clientes se quejan de que se están recomendando tratamientos innecesarios y caros. Los grandes grupos lo niegan, pero la situación se ha vuelto tan irrespirable que la Autoridad de Mercados y Competencia (CMA) ha abierto una investigación. El organismo del Gobierno británico ha llamado a consultas a todo el sector y ha recogido los testimonios de 40.000 dueños de mascotas y 16.000 veterinarios. Las conclusiones preliminares detectan problemas; entre ellos, opacidad en los precios o que las clínicas deriven pruebas diagnósticas a servicios que pertenecen al mismo grupo empresarial, un dato que suelen desconocer los clientes. Y señalan que se puede estar abusando de la reputación y la relación de confianza construida durante años por veterinarios locales para impulsar cuentas de resultados que contenten a los inversores.
Y es que, en poco más de una década, el 60 por ciento de las clínicas veterinarias británicas ha pasado a ser propiedad de tan solo seis conglomerados. La prensa británica los ha bautizado 'Big Six'. Lidera IVC-Evidensia, un gigante que nació de la fusión de un grupo inglés y otro sueco, con 2500 clínicas en 22 países (más de 70 en España). Es una compañía privada (algunas de sus competidoras cotizan), pero cuenta con un respaldo de inversores potente. En su consejo de administración se sientan un fondo soberano que gestiona el petróleo de Abu Dabi; Purina, la división de alimentación para animales de Nestlé; o gestoras de capital riesgo de Wall Street, entre ellas, una filial de Berkshire Hathaway, del legendario Warren Buffett. Si el Oráculo de Omaha, que se distingue por mantener sus posiciones a largo plazo, ha visto negocio… es que lo hay para rato.
Las autoridades han pedido explicaciones a las 'Seis Grandes', que en general han mostrado su voluntad de cooperar. Pero que nadie piense que la Autoridad de Mercados y Competencia ha tomado partido. También critica a los dueños de las mascotas, destacando su falta de comprensión sobre los costos reales asociados a la práctica veterinaria. Muchos clientes los comparan con la gratuidad del NHS (la Seguridad Social inglesa), lo que genera expectativas poco realistas sobre los precios. Hay otros que se empecinan en elegir razas con problemas de salud bien conocidos porque se han puesto de moda. El informe menciona el aumento de las agresiones verbales y, en ocasiones, físicas en las consultas. Y en la marejada del debate también hay dueños que se enzarzan en las redes. Algunos reconocen que, de no poder afrontar los gastos, optarán por la eutanasia. Mientras que otros alardean de que están dispuestos a mantener con vida a su mascota, cueste lo que cueste, incluso si hay quien lo considera encarnizamiento terapéutico.
Si nos fijamos en el 'Big Six', veremos que al menos tres de estos grandes grupos ya han dado el salto a España, atraídos por un mercado en crecimiento [véase la entrevista]. Las cifras cantan: 10 millones de perros y 6 millones de gatos, además de pájaros, peces y roedores, alegran los hogares de casi la mitad de los españoles. Muchas parejas jóvenes, sobre todo urbanas, han incrementado su gasto en mascotas y las consideran parte de su familia. Son los pet parents. Ejercen como padres de sus 'perrijos'. Si el perro se estresa porque pasa mucho tiempo solo en casa, recurren a adiestradores. Y, si se pone enfermo, se angustian como cualquier progenitor. El sector veterinario facturó 2613 millones de euros en España el año pasado, unos mil millones más comparado con 2013, un crecimiento que se sostiene año tras año.
Es muy probable que no hayas visto ni un cartel, nada nuevo… Llevas a tu perro a la misma clínica de toda la vida. Lo atiende tu veterinario de siempre. Pero resulta que esa clínica puede haber sido comprada por uno de estos gigantes y ni te has enterado. Y tu veterinario, que era autónomo, ahora es un asalariado, si es que no ha aprovechado la venta para jubilarse y lo han sustituido por un junior recién salido de la facultad. No en vano, España está entre los cinco países europeos con más veterinarios (37.000). Pero es una profesión donde abunda la precariedad: son habituales jornadas de 12 horas por 900 euros al mes.
Aunque las clínicas adquiridas por grandes grupos representan solo el 6 por ciento del total de más de 7000 consultas veterinarias que hay en España, su impacto en la facturación es mucho mayor, pues triplican ese porcentaje en términos de ingresos. José Luis Blázquez, que ha ejercido como veterinario durante treinta años antes de vender el hospital que fundó a un fondo de inversión, explica esta disparidad con una analogía: «Es como si tuvieras dinero para comprarte el coche que te dé la gana; te compras un Mercedes, un Porsche... Estos grupos han comprado lo mejor que había en el mercado porque se lo pueden permitir», explica.
Y queda cuerda para rato… El informe de Morgan Stanley destaca la fortaleza del sector veterinario, que califica de «inelástico (indiferente) a los vaivenes de la economía mundial», lo que lo convierte en un «refugio para los inversores ante la volatilidad de los mercados». Las previsiones españolas son particularmente optimistas, con un crecimiento sostenido en el volumen de facturación que alcanzará los 3800 millones en 2030.
«Hay muchas lecciones que aprender del Reino Unido, cosas que han pasado allí que no deberían suceder en España. Allí han subido los precios, pero no los salarios de los veterinarios. Veo interés por no cometer los mismos errores. Porque no es un buen camino para las clínicas, ni para los clientes», advierte Blázquez. Y añade: «En el Reino Unido tienen mucha importancia las compañías de seguros, que están soportando una presión muy alta en los precios de los servicios. Se ha mejorado la calidad, pero ha llegado un punto en que ni las aseguradoras ni los propietarios pueden asumir el coste de cualquier cosa que le pase al animal. Parece que solo ganan los fondos».
Entrevista
Es socio fundador de VetSolutions, una consultora que asesora y pone en contacto a clínicas e inversores.
Pregunta. Los veterinarios españoles están vendiendo sus negocios a grandes grupos. Usted lo hizo…
Respuesta. Sí, a un fondo de inversión. Soy veterinario desde los años 90. Empecé como asalariado, monté varias clínicas y luego un hospital de 24 horas. Lo vendí en 2020 a un fondo de inversión. Es un trabajo estresante: carga de trabajo, costes, fiscalidad… Es difícil mantenerse.
P. ¿Y vender a un fondo soluciona los problemas?
R. Supone un alivio. Hablamos de una tendencia mundial. El fondo que compró mi hospital adquirió otros 43 centros en un par de años. Luego fue absorbido por una corporación británica, una de las más grandes, que posee unas 500 clínicas en el Reino Unido, Francia, Alemania y España. Fue entonces cuando decidí dedicarme a la asesoría por cuenta propia.
P. ¿Cómo está el panorama?
R. Los grandes grupos no solo están comprando clínicas, también petshops, bancos de sangre, incineradoras, laboratorios… Todo. En España hay siete grandes y alguno más pequeño. Cerraron 2023 con más de 400 clínicas en cartera. Hubo un breve estancamiento por la guerra de Ucrania y la inflación, pero las compras se han vuelto a acelerar en 2024.
P. ¿Quiénes son los ‘peces gordos’?
R. Por un lado, las grandes compañías británicas que llevan muchos años en veterinaria y ya no pueden crecer más en el Reino Unido. Por otro, fondos de inversión que tienen múltiples negocios, pero que nunca se habían dedicado a esto.
P. ¿Y por qué ahora sí?
R. El sector tiene crecimientos sostenidos que se han incrementado desde la pandemia. Es resistente a los vaivenes de la economía y las predicciones son muy buenas. Crece el número de mascotas y desciende el de niños; aumenta el gasto por animal… Las grandes consultoras hicieron informes muy favorables. El de Morgan Stanley fue decisivo. Ha sido el argumento de la mayoría de los recién llegados para decidirse a entrar en el sector.
P. ¿Y acertó?
R. El informe original es de 2019; luego vino la pandemia y hubo un parón, pero el repunte fue espectacular. Morgan Stanley lo revisó en 2022. Y se reafirmó en que el sector es resistente a todo lo que venga: guerras, inflación… Le impactan, pero se recupera. Si coges un periodo de diez años, la conclusión es que va a crecer a un 8 por ciento anual de media, ocurra lo que ocurra. Son cifras tremendas.
P. ¿Los veterinarios españoles son conscientes de su atractivo?
R. Se están percatando. Los inversores vieron que es un colectivo muy cualificado en lo profesional, pero poco eficiente en términos de gestión. Predomina el autoempleo y la pequeña empresa, con prácticas mejorables en la administración. Y los fondos detectaron un potencial de rentabilidad aplicando criterios puramente empresariales.
P. Pero el negocio veterinario siempre ha sido vocacional…
R. Cierto, nadie se metía en esto para ganar mucho dinero. Montas tu consulta por pasión, creces, contratas… Pero es un negocio y, si no obtienes beneficios, te hundes.
P. ¿Y el futuro?
R. En 2030, Morgan Stanley pronostica que el sector estará controlado por grandes grupos en un 40 por ciento, pero depende de la zona. Es una predicción adecuada para Estados Unidos, que lleva 15 años de consolidación; aquí llevamos la mitad. En España, los grandes controlarán el 30 por ciento de la facturación; en Reino Unido, el 70; en los países nórdicos, el 80…
P. ¿Cómo lo llevan los veterinarios que acaban trabajando para estas corporaciones?
R. Las encuestas dicen que los más satisfechos son los que están en grupos de clínicas independientes y siguen siendo propietarios, pero han mejorado con la gestión conjunta. Luego están los independientes. Y los menos contentos son los asalariados de los grandes grupos.
P. O sea, que al final no se libran del estrés…
R. Al veterinario le caen por todos los lados… Cuando prima lo económico, debes tomar decisiones muy complicadas porque pueden afectar a la ética. Pero los dueños de los animales también aprietan. Si alguien paga 5000 euros por un tratamiento y el perro se muere, te la va a liar. Algunos no comprenden que, a veces, los perros se mueren por mucho que te gastes.
Pero los fármacos y tratamientos veterinarios ya eran caros en España por otra razón: soportan un IVA del 21 por ciento. Es decir, Hacienda considera que tu mascota es un artículo de lujo. Lo cual, según asociaciones y protectoras, entra en contradicción con la nueva ley de bienestar animal y con todos esos anuncios que promueven la adopción. La normativa exigirá, además, la tenencia de un seguro que cubra los daños a terceros, aunque todavía no es obligatorio. En todo caso, tener un seguro médico para la propia mascota empieza a ser conveniente, aunque de momento solo lo contrata un 5 por ciento de los dueños. Pero hay otra pega: es muy difícil que las aseguradoras se responsabilicen de un perro de más de 9 años. Y es a partir de esa edad cuando de verdad se disparan los gastos.
Además, tanto perros como gatos viven, de media, entre un 5 y un 10 por ciento más que hace una década. Y las razas caninas pequeñas, más aún. Su esperanza de vida solía ser de 14 años, pero llegan con frecuencia a los 17. Y esos tres años de propina pueden convertirse en un pozo sin fondo. Ahí está el medicamento de moda: un anticuerpo monoclonal que alivia los achaques de la artrosis… Y los condroprotectores, las extracciones dentales, los corticoides, la quimioterapia… ¿Quién es capaz de negarse a aliviar el sufrimiento de un ser querido?