Carrie Johnson (de soltera, Symonds) está esperando su segundo hijo. Como cualquier millennial, la primera dama británica anunció la buena nueva en sus redes sociales. El padre aún no ha comentado nada. Como primer ministro, Boris Johnson tiene otras preocupaciones. Y como progenitor de una
prole numerosa (media docena de hijos; de los que la mitad no le dirigen la palabra), tal anuncio sería rutinario para él. En cualquier caso, las felicitaciones le llueven a la pareja. Se llevan 23 años: él tiene 56, ella 33. Pero la pregunta que se hacen en el Reino Unido ya no es si Boris Johnson ha sentado por fin la cabeza después de dos divorcios y una colección de amantes, sino quién manda (de verdad) en el 10 de Downing Street.
O, mejor dicho, en el 11. Porque la pareja se trasladó al apartamento contiguo, más espacioso y con menos pompa. Había que hacer sitio al pequeño Wilfred, el primogénito, que llegó cuando todavía no estaban casados. Carrie se empeñó en redecorar la residencia para convertirla en un auténtico hogar. Solo los londinenses sabrán qué le ven al papel pintado que se pirran por él, pero incluso a ellos les es difícil entender que Carrie eligiese uno que cuesta casi mil euros el rollo. La broma salió por 230.000 euros. No es la primera vez que la critican por ser manirrota. Su carrera como jefa de comunicaciones del Partido Conservador se truncó en 2017 por pasar demasiados gastos de taxi, según algunos, o por una venganza interna, según ella. Pero renació de sus cenizas poco después, de la mano de Johnson, con el que, según sus allegados, ya tonteaba a espaldas de la escritora Marina Wheeler, la esposa traicionada.
Boris es un tarambana confeso. A su primera mujer, Allegra Mostyn-Owen, le propuso que aceptase la relación que él tenía con su amante. Luego se ha liado con periodistas, empresarias y compañeras de partido. Tuvo un hijo fuera del matrimonio mientras era alcalde de Londres. El periodista Tom Bower, autor de una biografía sobre Johnson, especula con que si Marina Wheeler, harta de infidelidades después de 25 años de matrimonio, no lo hubiera puesto de patitas en la calle, la aventura con Carrie se hubiera acabado tarde o temprano.
Los tabloides, por supuesto, se chupan los dedos con Carrie, pero hoy es la prensa seria la que se esfuerza por catalogarla. De repente, los analistas políticos se han percatado de que Carrie Johnson tiene madera para ser algo más que la compañera de almohada con la que consulta Boris sus decisiones. Es una estrella emergente. Y tiene su propia agenda y contactos de alto nivel. Puede aspirar a lo que se proponga, incluso a sobrevivir (políticamente) a su marido.
Boris Johnson, de la noche a la mañana, se ha vuelto ecologista, animalista y defensor de los derechos LGTB, dicen que influido por ella, cuando nunca había demostrado que fuesen temas que le preocupasen en exceso. Carrie es asesora de Oceana y directora de comunicación de la Fundación Aspinall, dos organizaciones conservacionistas. No se conforma con haber adoptado a su perro, Dyllin, de un refugio, sino que ha impulsado la ley británica que reconocerá que los animales tienen sentimientos. También se la supone detrás de la prohibición de comprar coches de gasolina y diésel dentro de diez años. Todo ello sin renunciar a sus principios euroescépticos y conservadores. A Boris, desde luego, le ha venido de perlas para conectar con las inquietudes de las generaciones más jóvenes.
«Carrie ha sido víctima de una campaña sexista», denuncian sus defensores. «Una campaña dirigida contra ella, pero sobre todo contra Boris Johnson, con un objetivo: pintarlo como un calzonazos», comenta la diputada Tracey Crouch, exministra de Deportes. Sería la venganza de Dominic Cummings, su exjefe de gabinete, caído en desgracia.
Se da por hecho que Carrie fue la instigadora de la purga contra Cummings y el equipo que llevó a Boris Johnson a la cima y que, de paso, sacó al Reino de la Unión Europea, pero que nadie se confunda: es una firme convencida de que el Brexit era necesario. Cummings la subestimó y se mofaba de ella en privado: 'la princesa tontaina', la llamaba. Y cuando perdió el pulso con Carrie, demostró malas maneras. Pero Cummings es un misógino, según varias empleadas, que se quejan de su lenguaje 'de matón de colegio' y de su trato despectivo.
«Están tratando de volverla loca. Pero no saben hasta qué punto es valiente y no se arruga», declaró un miembro de los tories. Un episodio de su juventud demuestra esa fortaleza. Fue violada a los 19 años por un taxista que la drogó y que resultó ser un delincuente sexual en serie. Cuando el hombre fue detenido un par de años más tarde, Carrie fue una de las catorce mujeres que testificó.
Todos buscan pistas en su biografía para saber a qué atenerse con ella. Nació el 17 de marzo de 1988 fruto del romance entre Matthew Symonds, uno de los fundadores del diario The Independent, y Josephine McAfee, abogada del periódico. Ambos casados con otros. La crio su madre.
Dicen sus conocidos que siempre ha buscado una figura paterna. Su progenitor, descendiente del barón de Ardwick, le pagó, eso sí, una esmerada educación. Se graduó en Artes Escénicas. Quiso ser actriz. Llegó al casting final para un rol secundario en Expiación, la película que protagonizó Keira Knightley. No consiguió el papel y ahí se acabó su carrera artística. Dicen que no soporta el rechazo.
¿Cuánto tiempo durará su influencia? No la pierdan de vista, sostienen los que han seguido su trayectoria. Entró en la política hace una década por su amistad con Zac Goldsmith, su mentor, y fue escalando posiciones en el gabinete de comunicación del Partido Conservador. Goldsmith es ahora ministro de Medio Ambiente (se supone que gracias a ella). Está casado con una heredera de la estirpe de banqueros Rothschild y tiene vínculos estrechos con el príncipe Carlos y su esposa. Su hermana, Jemima Goldsmith, fue amiga íntima de la princesa Diana y estuvo casada con el empresario Imran Khan, el actual primer ministro de Pakistán. Según algunos analistas y gracias a sus contactos, Carrie está perfectamente posicionada para hacer carrera política a largo plazo en el partido tory y se perfila como rival a tener en cuenta entre los aspirantes a suceder a Boris, aunque desentone con algunas tradiciones tan británicas como la caza del zorro o los huevos con beicon.