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Las hijas de Billy Wilder y Ernst Lubitsch "Somos dos bombillas tenues en medio de una luz resplandeciente"

Sus padres fueron grandes amigos y auténticos mitos del cine. De niñas, Victoria Wilder y Nicola Lubitsch se trataban, pero no se habían vuelto a ver... hasta hoy. Casi 80 años después. Una charla apasionada sobre el brillo de crecer a la sombra de un genio.

Domingo, 25 de Julio 2021

Tiempo de lectura: 13 min

Se inicia aquí el relato de un encuentro íntimo, revelador. «Una especie de catarsis». Así lo describe una de sus protagonistas. Hijas de auténticos mitos del celuloide, Victoria Wilder y Nicola Lubitsch no se veían desde niñas. Hoy, sin embargo, se sienten inesperadamente cercanas al descubrir que comparten lo que implica vivir a la sombra de un genio. En su caso, dos de los más grandes. Billy Wilder, nacido en el Imperio austrohúngaro y criado en Viena, descubrió el cine tras viajar a Berlín. De familia judía, perdió a su madre y sus abuelos a manos de los nazis; rodó su primera película en París, en 1934; y enseguida se mudó a Estados Unidos, lugar donde creó una larga lista de obras maestras: El crepúsculo de los dioses, Con faldas y a lo loco, El apartamento… Entre rodaje y rodaje se casó dos veces. La pintora Judith Coppicus, primera esposa, le dio a Victoria. Audrey Young, la segunda, lo acompañó hasta su muerte, en 2002.

"¿En tu casa estaba permitido hablar alemán? En la nuestra, no. Cuando empezó la guerra, estaba llena de alemanes. El chófer, el servicio, todos. De ahí la prohibición"

Nicola Lubitsch

Ernst Lubitsch, el padre de Nicola, fue otro gigante. También judío, nació en el Berlín del siglo XIX, donde triunfó antes de lanzarse a la conquista de Hollywood. Cuando Wilder llegó, de hecho, Lubitsch ya era un pez gordo de la Paramount y le ofreció su primera oportunidad. Así se hicieron amigos, poniendo el cine patas arriba, entrecruzando géneros, y dejando el maestro para la historia su mítico 'toque Lubitsch': su habilidad única para sugerir más de lo que se muestra. Murió con 55 años, cuando ya había creado obras antológicas, y dejó una hija –con la actriz Vivian Gaye, su segunda esposa– de 9 años. Fue un funeral de época, aquel en el que Wilder dijo: «No más Lubitsch» y William Wyler replicó: «Peor aún. No más películas de Lubitsch». Las que hicieron ambos, sin embargo, son de las que perduran. Como perdura intacta, vibrante, emotiva, la memoria de sus hijas.

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Ernst Lubitsch nació en Berlín en 1892. Antes de irse a Estados Unidos, en 1922 (para rodar Rosita, una cinta con la actriz Mary Pickford) ya había dirigido más de 40 películas en Alemania.Foto: Getty Images

XLSemanal. ¿Es la primera vez que hablan desde su infancia?

Victoria Wilder. Sí, en más de 70 años. La última vez que nos vimos éramos muy pequeñas.

XL. ¿Alguna se llegó a plantear lo de dedicarse al cine?

Nicola Lubitsch. Yo me apunté a una escuela de interpretación en Nueva York. En una de mis clases estaba Robert Redford. Quisieron expulsarlo porque siempre llegaba tarde, yo lo llamaba por teléfono todas las mañanas... Mi carrera sobre los escenarios fue corta, luego me casé y me dediqué a los caballos.

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Victoria Wilder y Nicola LubitschElizabeth Weinberg / Hans-Christian Plambeck (LAIF/CORDON)

XL. Y también a criar a sus hijos.

N.L. Así es. Perros e hijas, para ser exactos.

V.W. Yo tengo una hija. Y he hecho de todo, pero mis padres decían que el cine no era para mí. Ahora me gustaría preguntarles por qué. Hay tantas cosas que no les pregunté…

N.L. A mí me pasa igual. Cuando murió mi padre, yo era muy pequeña. Luego coincidí alguna vez con el tuyo, años después, y debí pedirle que fuéramos a comer y charlar. Pero no era la persona más fácil del mundo, no era alguien con quien se pudiera tener una conversación natural.

V.W. Ni siquiera yo. Nos veíamos al menos una vez al año, pero creo que nadie consiguió tener una relación estrecha con él, salvo quizá Audrey, su segunda esposa. Billy Wilder era muy Billy Wilder, como decía siempre Audrey.

N.L. Era muy sarcástico. Me acuerdo que una vez, en la fiesta de cumpleaños de su agente, dijo: «Me gusta esta fiesta, puedes comprobar quién sigue vivo».

V.W. Tu padre fue el mentor del mío, creo.

N.L. Sí, lo fue. Ya sabes lo del cartel que tenía en su despacho: «¿Cómo lo habría hecho Lubitsch?».

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Billy Wilder nació en Sucha (ahora, Polonia) en 1906 y se crio en Viena. Era periodista hasta que, con 20 años, descubrió el cine. Rodó una cinta en París antes de irse a Hollywood, donde ganó seis Oscar.Foto: Getty Images

XL. Wilder escribió los guiones de dos películas de Lubitsch, Ninotchka y La octava mujer de Barba Azul. ¿Fueron amigos?

V.W. Ninotchka se estrenó el año que nací yo...

N.L. Es mi favorita. Nuestros padres eran amigos. Billy fue uno de los primeros en venir cuando papá murió. Mi padre y él iban todos los domingos a una tertulia alemana. Así que se veían una vez a la semana, como poco. ¿En tu casa estaba permitido hablar alemán? En la nuestra, no. Cuando empezó la guerra, la casa de papá estaba llena de alemanes. Su chófer, el servicio... todos, alemanes, de ahí la prohibición.

V.W. Mi niñera era alemana, todo el mundo la llamaba fräulein, 'señorita'. ¡Yo creía que era su nombre!

N.L. La hermana Lina, mi niñera alemana, me salvó la vida. El caso es que íbamos las dos solas en un barco de Inglaterra a Estados Unidos, porque mi madre había querido quedarse un poco más de tiempo con sus padres después de mi bautizo, y nos mandó a nosotras por delante. Y en mitad del viaje estalló la guerra. Un submarino alemán torpedeó al Athenia. Cuando explotó, la mayoría de las madres que iban en el barco estaban cenando en el comedor y no pudieron sacar a sus hijos de los camarotes. Pero la hermana Lina era tan alemana y tan estricta que no me había dejado sola en el camarote. Así que me salvó. La mayoría de los otros niños se ahogaron. Cuando leyeron la noticia del hundimiento del Athenia, todos creyeron que habíamos muerto. Mi madre presionaba al Consulado en Londres para averiguar si habíamos sobrevivido. El embajador era Joseph Kennedy y su asistente, Jimmy Roosevelt, el hijo del presidente. Mamá al final se reunió con nosotras en Los Ángeles, pero la hermana Lina pensaba que no era una buena madre y no quería dejarme sola con ella, una vez llegó a pegarle y todo. El médico le dijo a mi padre: señor Lubitsch, tiene que elegir entre su mujer y la niñera. Entones papá era el jefe de la Paramount o algo así. Ya era muy famoso y no habría quedado bien que despidiera a la niñera que había salvado la vida de su hija. Así que, para librarse de ella, tuvo que ponerle una tienda de dulces. ¿Puedes mejorar esta historia, Vicky?

V.W. Por supuesto que no. Daría para una buena película.

"Tienes razón. Mi padre no era fácil. Era muy sarcástico. Siempre quise estar más cerca de él. Creo que solo me estoy liberando ahora, a mis 80 años, de su figura"

Victoria Wilder

N.L. ¿Es verdad que has conservado algunos de los cuadros de Billy?

V.W. Sí, unos cuantos. Pero muchos tuve que comprarlos en la subasta de Christie's.

N.L. No me digas, es ridículo.

V.W. Y muy Billy Wilder también. Subastó los Picassos y las demás obras de arte antes de morir. Solamente pude pujar por las sobras. Mi madre, que era artista, introdujo a mi padre en el mundo del arte. Crecí rodeada de arte.

N.L. La colección de papá también se subastó entera. No nos quedó nada, solo el dinero. El piano sí, ahí detrás está. Y también me quedé con un retrato suyo.

V.W. Por cierto, también tuve que comprar en Christie's uno de sus premios de cine.

N.L. ¿Cuál?

V.W. El American Film Institute Award. Lo quería porque fue una de las pocas ceremonias de entrega en Hollywood a las que me llevó.

N.L. Tu padre sí estuvo en tu vida…

V.W. Pero no siempre para bien. Una vez, de pequeña, decidí que quería ser escritora. Así que escribí varios relatos y se los mandé. Y él me los criticó. Tanto que pensé: «Vale, hasta aquí hemos llegado».

N.L. ¿Tan duras fueron sus críticas?

V.W. Si yo hubiese tenido más de 8 años, quizá lo hubiese llevado mejor. Mi padre era muy sarcástico. Cuando mi madre se enfadaba conmigo, siempre me decía: «Eres igual que tu padre».

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Un pisito inolvidable. Billy Wilder con Jack Lemmon (su actor fetiche, actuó en siete de sus películas) y Shirley MacLaine rodando El apartamento, en 1960. Lemmon y MacLaine fueron nominados por segunda vez al Óscar a mejor intérprete y ganaron los Globos de Oro.Foto: Getty Images

N.L. Mi padre siempre estaba muy serio. No recuerdo que fuera gracioso. Era muy alemán. Tenía una idea muy precisa de cómo debía comportarse una hija. Cuando yo no hacía algo como él pensaba, escribía a mi madre a Nueva York y le decía: «Tu hija es muy retraída», o: «Tu hija no quiere tocar el piano delante de la gente». Siempre quería que bajara de mi habitación en las fiestas y tocara el piano. Era horrible. Pero a mi padre le encantaba la música. Y era un bailarín maravilloso. ¡Cómo me gustaba bailar con él! Teníamos una cocinera que hacía las mejores galletas del mundo y yo me encerraba en mi habitación con mi horno de juguete y hacía unas galletas terribles, durísimas. Pero cuando volvía de los estudios, mi padre se comía las mías, no las de la cocinera. Muchas veces tocaba el piano y, mientras, me iba contando historias que se inventaba. Por la noche, cuando me acostaba, lo oía tocar desde la cama. Nuestra casa siempre estaba llena de músicos y, aunque tuviéramos de invitado a Rubinstein, el que tocaba era papá.

V.W. Qué suerte tuviste, Nicola, en el fondo disfrutaste de tu padre más que yo. Creo que mis días de gloria se limitan a mi época de adolescente, más o menos cuando El apartamento. En aquellos años, mi padre ya era muy famoso y me invitó a ir con mis amigos a un rodaje. Cuando se estrenó Con faldas y a lo loco, me dejó llevarme a mi novio y montar en la limusina. Pero se hacía duro que todo el rato fuese lo mismo: tu padre esto, tu padre lo otro...

N.L. Sí, se hace muy duro. En mi caso, la gente se entusiasmaba de poder hablar con la hija de Ernst Lubitsch. Me preguntaban cosas como qué pensaba él sobre la cuestión judía. ¿Y yo qué sabía? Era una niña, y él nunca me habló de su familia… Cuando quise ser actriz, con 18 o 19 años, siempre tenía la sensación de que no estaba a la altura del papel de hija suya. Nunca fui lo que la gente esperaba de una hija de Lubitsch. Era tímida, no irradiaba luz, no era una persona brillante, interesante.

"A mi padre le encantaba la música. Y era un bailarín maravilloso, cómo me gustaba bailar con él… "

Nicola Lubitsch

XL. ¿Les resultó difícil liberarse de la figura de sus padres?

V.W. En realidad, nunca quise hacerlo. De hecho, siempre quise estar más cerca de él. Creo que solo me estoy liberando ahora, a mis 80 años. Pero me sorprende y admira que a estas dos personas se las siga honrando todavía, que se las recuerde y se hable tanto de ellas. Es bueno. Pero tú y yo tenemos un montón de cosas en común, Nicola. Somos unas bombillas pequeñas y tenues en medio de una luz resplandeciente.

N.L. Sí, es verdad. Cuando empecé a salir por las noches, a los 20 años, fui a una fiesta pensando que ese día estaba muy guapa, pero entonces llegó Jane Fonda y nada más verla empecé a pensar: mi vestido es demasiado estrecho, llevo el pelo horrible, no estoy lo suficientemente delgada ni soy lo suficientemente divertida o encantadora. Hollywood puede ser muy duro.

V.W. Yo, para esas ocasiones, tenía a Audrey, ella me maquillaba.

N.L. ¿Fue una buena madrastra?

V.W. Fue fabulosa. Era una persona con los pies en el suelo.

N.L. Ella ya no vive, ¿verdad?

V.W. No. Un año antes de que muriera, en 2012, tuvieron que amputarle una pierna. No nos contó nada. Yo me enteré algún tiempo más tarde, cuando me encargué de deshacer la casa después de su muerte. Aquella casa era una especie de unidad de cuidados intensivos, en la que Audrey había mantenido con vida a mi padre hasta 2002, se resistía a dejarlo marchar. Salía con él a diario. Se compró una furgoneta para discapacitados e hizo que instalaran el espacio para colocar su silla en la parte delantera, al lado del asiento del conductor, y se lo llevaba a comer fuera todos los días.

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Bogart, todo un reto. Wilder dirigiendo a Audrey Hepburn y Humphrey Bogart en Sabrina, una comedia romántica, muy al estilo Lubitsch, de 1954. Bogart no quería el papel, pero su agente lo convenció para suavizar su imagen de duro. Por lo visto, en el rodaje se llevó mal con todo el mundo.Foto: Getty Images

N.L. Yo no tuve madrastra. Mis padres eran muy cariñosos el uno con el otro, y lo siguieron siendo tras la separación. Creo que mi padre siempre estuvo enamorado de mi madre, también le dejó mucho dinero cuando murió. Nunca oí que uno dijera nada sobre el otro que no fuera bueno. Me pasaba con él todas las vacaciones: Semana Santa, Navidad, verano... Luego, cuando se puso mal, con el infarto, mi madre me acompañaba. En el verano de 1947 alquilamos una casa en Malibú justo al lado de la suya. Todo el tiempo me escribía cartas sobre mis muñecas, qué hacían ellas y qué hacían mis gatos, ese tipo de cosas. Con el paso de los años intenté conocerlo mejor a través de sus obras. Resulta curioso que en sus películas, sobre todo en las viejas, siempre aparezcan vestidos y muebles bonitos. Y es curioso porque era un hombre que no concedía ninguna importancia a lo material, le daba igual, salvo quizá alguna foto de sus padres. Una vez se rompió el coche y le dijo a su chófer: «Ve y compra uno nuevo, uno que sea grande y negro». La secretaria era la que se encargaba de comprar la vajilla y los cubiertos. Pero luego tenía colecciones muy extrañas, de cosas indias, por ejemplo. Aunque los nativos americanos no le interesaban. No sé por qué tenía aquellas cosas.

V.W. Mis padres se volvieron a casar los dos, pero mi padre siguió muy pendiente de mi madre. También le echó siempre una mano económicamente. Me estoy acordando ahora de una escena de El crepúsculo de los dioses, esa en la que Gloria Swanson le pregunta a William Holden cuándo es su cumpleaños… y la fecha que dice es la del mío.

N.L. ¿De verdad?

V.W. Yo solo tenía 10 años cuando se estrenó, así que me enteré de ese detalle más tarde. ¿Y sabías que el número de teléfono que se menciona en la película, el 51733, era el número de mi padre?

N.L. Qué gracioso.

V.W. Creo que tu padre era más paternal que el mío. Pero mi padre también me quiso mucho. El problema es que siempre estaba ocupado. La segunda vez que me casé, me dijo que no quería tener que recordar más apellidos míos de casada. Pero, por otro lado, me venía a buscar a Nueva York para las vacaciones de verano. Iba él solo en tren hasta Nueva York, me recogía y me llevaba otra vez en tren a Los Ángeles. Odiaba el avión.

N.L. Me parece un detalle muy paternal de su parte.

XL. ¿El Billy Wilder padre era muy distinto al Billy Wilder director?

V.W. Lo único que puedo decir es que, como padre, nunca fue autoritario. Nunca me dijo lo que tenía que hacer. Y nunca pude verlo trabajando. Menos en el rodaje de El vals del emperador, ahí mis padres todavía seguían casados. Me quedé sentada en el regazo de mi madre, viendo a mi padre subido a una grúa enorme. Es la única imagen que tengo de él trabajando.

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Un amigo de visita. Lubitsch dirigió a Claudette Colbert en El teniente seductor, todo un taquillazo en 1931, y se hicieron amigos. Un año después (arriba), visitó a la actriz en el rodaje de El signo de la cruz, la gran superproducción de Cecil B. DeMille.Foto: Getty Images

XL. ¿Sigue viendo sus películas?

V.W. Lo intento. Pero, por desgracia, estoy casada con un hombre al que no le interesa lo más mínimo el cine. Qué rabia me da.

XL. ¿Cuál es su película favorita?

V.W. No me pregunte eso, es como preguntarme cuál es mi hijo favorito. Todas las películas de mi padre se parecen mucho, pero todas son distintas. Las sigo viendo para que no se me mezclen en la memoria. Me gustaría saber por qué sigo teniendo que verlas.

XL. ¿Quizá porque lo echa de menos?

V.W. Sí, claro. Es muy triste.

N.L. Una vez, en la celebración en Berlín del centenario del nacimiento de mi padre, mi hija Amanda y yo coincidimos con el director del Museo del Cine de Múnich. Nos invitó a visitarlo, quería enseñarnos todas sus películas mudas. En realidad, a mí no me gustan nada las películas mudas. Pero la experiencia me desbordó, me enamoré totalmente de mi padre. Me refiero a que fui consciente de lo gran director que era, de lo adelantado que estuvo a su época, de lo revolucionarias que eran sus ideas, y también sus coreografías, su musicalidad, y de cómo influyó en otros. Sus películas son brillantes. No sé cuántas veces las habré visto. Ninotchka es mi favorita. Me sé los diálogos de memoria. Estoy segura de que a ti te pasa algo parecido, Vicky.

V.W. Sí. Para mí, esta reunión está siendo una especie de catarsis. Tenemos mucho en común, Nicola. ¡Estoy tan contenta de que nos hayamos encontrado!

N.L. Yo también.

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Y Garbo nos hizo reír. Ernst Lubitsch y Greta Garbo en el rodaje de Ninotchka, estrenada en 1939. Con su primera comedia, la diva sueca arrasó en taquilla y obtuvo su cuarta, y última, nominación a un Óscar que nunca ganó. En 1955, eso sí, le entregaron uno honorífico.Foto: Getty Images