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Estos personajes llevan mucha historia en sus disfraces

Cinco historias de Carnaval, pueblos y tradiciones en el norte de España

GUÍA REPSOL
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Cinco historias de Carnaval, pueblos y tradiciones en el norte de España

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  1. Fiesta de Entroido en Galicia

    En ciudades y pueblos gallegos se celebra el «Entroido». Esta fiesta hace uso de la libertad que da esconderse bajo un disfraz para crear un entorno de burla y diversión. Todo está permitido por un día en este mundo trastocado. Los más conocidos son los de Laza, Verín, Vila de Cruces, A Estrada o Vilaboa, algunos de ellos destacados como acontecimiento turístico nacional.

    Su origen se remonta a los tiempos en que el carnaval era la última gran fiesta antes del retiro cuaresmal. Los lugareños se camuflaban con viejas ropas para intentar engañar a sus conciudadanos. En aquellos pueblos cerrados y a menudo puritanos era toda una liberación que hoy no es tan chocante, aunque las comparsas se encargan de poner la crítica y el escarnio social en la palestra.

    Especial mención merecen los trajes con burlonas mascaras y toca en forma de medio óvalo (mitra). Estos personajes armados con látigo son llamados «peliqueiros» o «cigarróns» y según los pueblos varían los colores de la faja o la panilla, así como los motivos de la mitra, desde animales y astros a vegetales. Otras conocidas caracterizaciones son las de los volantes da Ribeira do Miño, las pantallas de Xinzo de Limia, los generales de Ulla o los «boteiros» de Manzaneda.

    Fuente: Guía Repsol

  2. Inauteriak (Tolosa)

    borja iza /Flickr

    Conocidos en euskera como «Inauteriak» o «Ihauteriak», los carnavales vascos son fiestas populares que se celebran generalmente los tres días previos al miércoles de ceniza. Los más famosos son los de Tolosa, distinguidos por su amplia participación popular. Es la fiesta más grande del año en la localidad y decenas de comparsas sacan sus trabajadas carrozas a la calle en un alarde de imaginación y parodia de la actualidad.

    Estuvieron prohibidos durante la dictadura pero sus habitantes lograron camuflarlos bajo el nombre de «Fiestas de la Primavera», lo que sin duda ha hecho que hoy día su esencia tenga más fuerza que nunca. Son seis días en los que reina la imaginación y el atrevimiento entre el jaleo callejero, comparsas, charangas, novillos y toros de fuego.

    El jueves comienza la fiesta, con el «txupinazo» y no termina hasta la ceremonia de entierro de la sardina. El bullicio se apodera de la parte vieja y crece hasta la tamborrada nocturna. Son días de fiesta sin parar, aunque muchos son los que reposan la noche del sábado para no faltar a la cita con la diana la mañana del domingo, recién levantados, en pijama y zapatillas. El lunes siguen los festejos con vaquillas y desfiles hasta el martes que pone el punto final con el teatral entierro de la sardina al que se acude de luto riguroso.

  3. Carnaval en el Pirineo Navarro

    La cerrazón de los valles pirenaicos ha propiciado en sus pueblos una conservación de las tradiciones del carnaval. Entre sus fechas destacadas están el Jueves Lardero o el Martes de Carnaval, que aquí se escenifica con el juicio y ejecución de un personaje que representa al Carnaval.

    Destaca por su riqueza folclórica y etnográfica el de Lantz, pequeña villa del valle de Anue. Es un carnaval cargado de fuerza dramática que escenifica el apresamiento, juicio y muerte en la hoguera del mítico bandido Miel Otxin. Su teatralidad con cierta recreación en la violencia impresionan a los visitantes en esta simbólica batalla entre bien y mal.

    Otros personajes son el «ziripot», ataviado con un traje de saco repleto de heno o el «zaldiko», caballo cuyo objetivo es tirar al suelo al orondo personaje y ridiculizarlo. A su vez los «arozak» persiguen al caballo para herrarlo y los «txatxos», cubiertos de pieles de animales y armados con palos y escobas, gritan y saltan mientras persiguen a todo el resto. Tras intentar huir, Miel Otxin, un gran muñeco con los brazos en cruz, es abatido en el monte de un tiro y quemado al anochecer entre danzas tradicionales.

  4. Valle de Bielsa

    También en zona pirenaica pero aragonesa está el Valle de Bielsa con dos figuras básicas. Por el lado masculino están las «trangas», vestidos con pieles de animales, camisa de cuadros, faldones, cuernos, cencerros a las espaldas y la cara pintada de negro. Las «madamas» por su parte, representan la pureza por lo que sólo son interpretadas por mujeres solteras. Juntos protagonizan la Ronda, un recorrido por el pueblo que finaliza en baile en la plaza.

    Otras figuras destacadas de este típico festejo son los «onsos» (osos) y domadores, el «caballé», que es un jinete, la «garreta» o la «hiedra». También hay hueco para la reivindicación social en la figura del «amontato», un hombre subido a espaldas de una mujer que llama la atención sobre el infravalorado trabajo de la mujer en la región. En esta ocasión quién será quemado en la hoguera será «Cornelio», responsable de cuanto mal acecha a los belsetanos.

  5. Carnaval de Solsona

    Ramon Oromi Farre / Flickr

    Ya en Lérida destaca Solsona, un carnaval caracterizado por sus gigantes que bailan al son del Bufi, himno de la fiesta. Se considera de interés nacional y marca diferencias como que los disfraces se sustituyen por batas de diferentes colores que parodian las que en el pasado llevaban los tratantes de ganado. Los gigantes comparten protagonismo con otros personajes como el Carnestoltes o el burro, tan presente en Cataluña.