Argentina, debido a la división entre la Liga Profesional y la Asociación Amateur, llevó un equipo aficionado al Mundial de Italia 1934. Ni había un sólo componente del equipo que jugó la final del primer Mundial. Dieciocho jugadores, catorce de ellos con ascendencia italiana, casi todos de equipos del interior y muchos que ni siquiera habían viajado en su vida a Buenos Aires, se vieron embarcados rumbo a Europa. Una travesía interminable para jugar un partido. El que perdieron en Bolonia ante Suecia (3-2), porque aquel Mundial se jugó por un sistema de eliminatoria. Jugaron, perdieron y regresaron casi anónimos. Ese partido, además, fue tan inaugural como los otros siete que se jugaron aquel 27 de mayo de 1934: España-Brasil (3-1); Austria-Francia (3-2); Alemania-Bélgica (5-2); Hungría-Egipto (4-2); Suiza-Holanda (3-2); Italia-Estados Unidos (7-1); y Checoslovaquia-Rumanía (2-1).






