Alemania 2006. Preparados para lo peor. Así estaban los alemanes el 9 de junio de 2006, minutos antes de que comenzase su Mundial. Acostumbrados a ganar casi siempre, a arrasar con su poderío físico, la renovación emprendida por Jürgen Klinsmann, que apostaba por un juego más vistoso, no convencía a casi nadie. Como, además, había sido goleada por Italia en uno de sus últimos amistosos (4-0), una nube negra se cernía sobre el mundial alemán. Y, sin embargo, todo cambió en seis minutos. El tiempo que tardó Philip Lahm en marcar un gran gol ante Costa Rica. El tanto de Lahm desató la euforia, rompió las ataduras del conjunto alemán y abrió un atractivo encuentro en el que los «ticos» fueron un más que digno rival (4-2). Lahm, un lateral diestro reconvertido al carril zurdo, había estado lesionado desde enero de 2005 a marzo de 2006 y llegó a pensar que vería el torneo como un aficionado más. Su gol premió su constancia y dio a la selección alemana la euforia suficiente para mostrar las bondades de su juego ofensivo. El que le llevó hasta un tercer puesto que fue festejado en el país como un triunfo.






