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Roberto Carlos, un sempiterno y omnipresente guerrero

J. A.

MADRID. Roberto Carlos es un superviviente. Es, junto a Raúl y Guti, de los pocos futbolistas que ha soportado el terrible desgaste que supone jugar en un club de las exigencias del Real Madrid. En sus nueve temporadas completas con la camiseta blanca ha disputado la friolera de 450 encuentros oficiales -la mayoría sin ser sustituido, lo que daría más de 40.000 minutos de juego-, acumulados entre el Campeonato de Liga, la Liga de Campeones, la UEFA y la Copa del Rey. Es, de largo, el jugador extranjero que más veces ha defendido los colores del Madrid.

A sus treinta y dos años (10-4-73), atesora una excelente y exigente hoja de servicios. Y ni ha precisado ni ha sido necesaria una sombra competitiva que le mantuviese siempre a un alto nivel. Ha sido indiscutible en el Madrid y en la selección brasileña con todos los entrenadores que ha tenido. Lógicamente ha sufrido el azote inexorable del paso del tiempo en la elite, aunque su rendimiento se sitúa en cotas elevadas respecto a otros compañeros de menor edad.

Prueba de ello es que hoy, en su décima temporada, es el único jugador de campo, sin contar al portero, que ha disputado completos todos los encuentros (diez del Campeonato de Liga y 4 de la Liga de Campeones), además de los correspondientes amistosos y viajes kilométricos con Brasil. Una buena prueba de esta sempiterna juventud es que en la última pretemporada, en Irdning, Roberto salió muy airoso del test de velocidad sobre 30 metros que diseñó el cuerpo técnico en un entrenamiento. El «3» paró el cronómetro en 4.00 segundo y acabó en cuarto lugar el ensayo por detrás de Ronaldo (3.88), Michael Owen (3.92) y el canterano Álvaro Arbeloa (3.96).

Cuando se le pregunta por la veteranía de la plantilla del Real Madrid siempre responde lo mismo con cierto aire de enojo: «En la selección de Brasil está Cafú con 35 años; yo, 32; Roque Junior, 30. Dida, y Emerson, 31... y somos los actuales campeones del Mundo. En el fútbol no hay equipo viejo».

Todavía no ha puesto fecha de caducidad a las galopadas por la banda ni ha perdido pólvora ni precisión en el «cañoncito» que tiene en la pierna izquierda. Se ve jugando con cuarenta años y quiere seguir ligado al fútbol dirigiendo desde el banquillo. Hoy es la prolongación de Vanderlei Luxemburgo sobre el campo y aglutina los galones de un sector importante del vestuario.

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