A veces, para calibrar mejor las emociones, hay que dejar pasar el tiempo. Dicen que en caliente se tiende a exagerar. Para lo bueno, pero también para lo malo. Quizá por eso, los elogios recibidos por Gasol al día siguiente de su monstruosa actuación contra Francia tienen más valor y sirven, además, para confirmar su leyenda. Una leyenda que crece cada día y que parece no tener fin. Una leyenda que le sitúa ya en la senda de los mejores jugadores europeos de la historia. A la altura de Petrovic, Sabonis o Nowitzki. Solo el tiempo dirá si por encima de ellos.
Nunca antes había lucido tanto y tan bien Pau Gasol con la camiseta de la selección. En los 176 encuentros anteriores, el catalán había defendido con «orgullo» el escudo de España -como él mismo reconocía de nuevo tras el choque ante Francia-, pero nunca de una manera tan efectiva ni en un escenario tan hostil. Sus 40 puntos y 11 rebotes son ya historia del baloncesto español, pero también de la canasta mundial. Porque Gasol confirmó ante Francia que su figura traspasa fronteras. Marca España. El mejor embajador, que parece no tener fin. «Sin Pau, nada de esto sería posible», se sinceraba Sergio Rodríguez ayer, aún emocionado por lo que había vivido sobre la cancha horas antes. El canario ha experimentado muchas alegrías junto al catalán, pero ninguna como la del jueves. Inigualable.
«A pesar de su edad, sigue siendo un líder. Pau es cada día mejor y pone más trabajo para ayudar a un equipo en el que tan sólo tenemos que seguirle. Estoy orgulloso de formar parte de este grupo y de poder estar viviendo esta experiencia con un vestuario tan unido», resumía Nikola Mirotic ayer. El montenegrino, discípulo de Gasol en Chicago, está viviendo en Lille un curso avanzado de liderazgo y compromiso que le servirá en el futuro.
Porque a sus 35 años, Gasol parece el mismo juvenil que salió del Barcelona en 2001 rumbo a Memphis. Un escuchimizado jugador que estaba llamado a cambiarlo todo.
Su imagen machacando el aro francés en la última jugada del partido retrotrae a aquella época. Tan igual y tan distinto todo. Una guinda a un partido mayúsculo que lleva a España a la antesala del oro y a los Juegos Olímpicos. Allí, en Río de Janeiro, espera el próximo verano el último reto de esta selección. La gloria olímpica que Estados Unidos le ha negado hasta en dos ocasiones. El último límite de un equipo que se ha acostumbrado a vivir sin ellos y que mira ya hacia el futuro, pero sin olvidarse de la final de mañana ante Lituania, en la que España sumará su octava medalla en los últimos nueve Europeos.