Un diputado muerto en el escaño, duelos y romances: ésta es la trastienda del Parlamento
¿Sabes cuántas sedes han tenido las Cortes? ¿Y cuándo nació la bancada azul o quién fue el primer tránsfuga nacional de la historia? En dos siglos de cocina política, el hemiciclo atesora anécdotas irrisorias, emocionantes y cruentas. Se abre la sesión
¿Sabes cuántas sedes han tenido las Cortes? ¿Y cuándo nació la bancada azul o quién fue el primer tránsfuga nacional de la historia? En dos siglos de cocina política, el hemiciclo atesora anécdotas irrisorias, emocionantes y cruentas. Se abre la sesión
12345678910
Pon a prueba tus conocimientos. La democracia parlamentaria y la prensa nacieron de la mano en Cádiz, en 1812. ¿Pero sabes cómo se llamaba el lugar de la «Tacita de Plata» donde se instauraron las primeras Cortes? ¿Y cuántas sedes tuvo en la ciudad gaditana la casa parlamentaria hasta que se desplazó a Madrid? ¿En qué otra ciudad, además, se apostó el epicentro de la vida congresual? En dos siglos de cocina política, sus señorías han protagonizado miles de episodios grotescos, algunos de los cuales, los más curiosos, fueron desgranados por Luis Carandell en un tomo titulado «Las anécdotas del Parlamento. Se abre la sesión». Carandell toma como punto de partida su propia experiencia, pero también transmite los conocimientos adquiridos tras bucear durante jornadas enteras en diarios de sesiones interminables que llevan recogiendo todo lo dicho en el Parlamento español desde los días inaugurales de 1810. También adhiere el bagaje atesorado por su padre y su abuelo, pues los tres parientes han sido reputados cronistas parlamentarios.
Carandell relata en esta obra editada por Planeta muchos de esos entresijos ignorados por el común de los mortales, como quién fue el primer
parlamentario «Fouché» de la historia de España -termino adoptado para mentar a los tránsfugas que cambian de siglas por ambición o intereses y que proviene del político francés Joseph Fouché-o qué tipo de «armas» se han utilizado para poner orden en las Cámaras por parte de los presidentes de las mismas. Además, también recoge en una magnífica exposicion las frases más gloriosas escuchadas por parte de políticos de la talla de Torcuato Fernández-Miranda o garabateadas por cronistas como Benito Pérez Galdós o Azorín, que se dejaron la pluma para transmitir a la sociedad lo que hervía en el interior del hemiciclo y también en los pasillos o la bautizada como «M-30» de la Carrera de San Jerónimo.
Pasen y conozcan. Se abre la sesión.
¿Cómo se llamaba la primera tribuna de prensa? ¿Cuándo nació la bancada azul?
Portada de ABC del 24 de septiembre de 1910 para conmemorar el centenario de las Cortes de Cádiz - archivo abc
Fue en la Iglesia de San Felipe Neri de Cádiz donde en 1812 nació la primera Constitución de España y fue en su interior donde se instaló la primera tribuna reservada a los periodistas de la época y a los taquígrafos que debían levantar acta de las sesiones allí celebradas. ¿Cuál era su nombre? Se le bautizó como «el Sagrario» por su ubicación en una capilla lateral. Por tanto, escribe Carandell reivindicando su propia profesión: «La tribuna de prensa es un lugar acrisolado por casi dos siglos de tradición», ligada al propio transitar de la vida parlamentaria. Uno de esos cronistas que dignificaron el oficio fue Wenceslao Fernández Flórez, quien mantenía que el informador afincando en el Parlamento era como un «pescador de caña» que espera en los lances del debate y aguarda «pacientemente en la orilla a que piquen» para llevarse lo mejor a su crónica.
Según Carandell, si se indaga en las crónicas de ayer y hoy se encuentra «una brillante manifestación de Periodismo antiguo y moderno» surgida desde dentro del hemiciclo y se puede recorrer a través de ella la historia del parlamentarismo español durante estos 200 años, la misma que quedó inaugurada en 1810 en el Teatro Cómico de la Isla de León, cuando la ciudad de Cádiz estaba sometida al bombardeo de las baterías napoleónicas. El periódico «El Observador» contaba que en ese rincón no había lugares especiales para los miembros del Gobierno en las dos sedes que albergaron las Cortes de Cádiz: el Teatro Cómico primero, y tras él el 24 de febrero de 1811 se congregan ya en la Iglesia de San Felipe Neri. Y es que la bancada azul, tal y como se la conoce hoy y se la puede ver en televisión, no nació hasta que las Cortes recalaron en Madrid. Primero, en el Convento de Doña María de Aragón y en el del Espíritu Santo, los asientos de los ministros se distinguían por su situación, no por su color. El banco azul aparece tan solo en 1850, cuando se inaugura el Palacio de la Carrera de San Jerónimo, donde se ubica el Congreso desde entonces hasta nuestros días. Aunque las Cortes aún tuvieron una cuarta sede, en Sevilla, durante un espacio de tiempo muy definido: en marzo de 1823 las Cortes se trasladaron a la capital hispalense (página 50), concretamente en la iglesia del antiguo colegio de los jesuitas de San Hermenegildo. Aquí se celebraron -dato por muy pocos conocido- 53 sesiones, entre el 23 de abril y el 11 de junio de 1823.
«A alguien, no se sabe a quién, se le ocurrió tapizar de terciopelo de ese color azul los escaños reservados al Gobierno y de rojo los de los diputados. Desde entonces, se empieza a identificar el Ejecutivo con el color del banco. Y en épocas en que las crisis eran muy frecuentes y los gabinetes duraban poco, un cronista acuñó la frase de que el banco azul es un lugar al que es muy difícil subir y del que es muy fácil caerse» (recoge Carandell en la página 47 de este libro para hilvanar el origen de la bancada del Ejecutivo tan reconocida).
Como curiosidad también cabe plasmar que el primer taquígrafo de la historia que tomó acta de las sesiones de Cortes mientras éstas se reunían en la Isla de León antes de trasladarse a Cádiz fue Don Miguel Cuff, un funcionario de Hacienda. Pero Carandell, de entre quienes levantaban «parte» de los rifirrafes parlamentarios se queda con Don Francisco Domec, que de inicio declinó recibir los 8.000 reales de veleón al año asignados a este oficio dejando a beneficio de la patria el sueldo, para reclamar más tarde su paga porque «se quedó sin dinero».
Armas y violencia en el Parlamento y espacio para el amor
Luis Carandell, prestigioso «adicto» a lo que ocurre en el hemiciclo, como él mismo admite en este volumen, comenta cómo los presidentes de las dos Cámaras comenzaron empleando una campanilla de plata para imponer orden en los escaños, que no fue reemplazada por la actual maza que se golpea sobre un soporte de madera hasta bien entrado en el siglo XX. El «cambio» fue necesario -relata- por el hecho de que varios presidentes llegaron a romper las campanillas agitadas con extrema dureza. Se llevó la palma el que en una sola sesión se cargó «hasta media docena de campanillas en su intento de apaciguar a sus señorías». Desconocemos si tuvo éxito, especialmente si se tienen en cuenta otros episodios contados en el mismo libro y que aducen a que había un diputado que llegaba a regalar silbatos a los miembros de su grupo para que pudieran pitar con más fuerza a Segismundo Moret cada vez que tomaba la palabra.
En la antología del parlamentarismo aglutinada por el autor merece un apartado destacado los duelos entre parlamentarios, que se retaban dentro y fuera de la sede del Congreso. A la manera de Antonio de los Ríos Rosas y González Brabo, que se desafiaron y se batieron a pistola a las afueras de Madrid. González Brabo resultó herido en un hombro y Ríos Rosas le recogió. El encono político se produjo al salar del terreono personal y mentar el honor, aunque tras el envite hicieron las paces (página 66).
se plasman también anécdotas gloriosas como a quién llamó José Ortega y Gasset los «jabalíes» y por qué. En este capítulo aparece también otra figura literaria y política de renombre: Miguel de Unamuno, quien
No solo hubo episodios cruentos. La mejor contrarréplica a esa agresividad fue la declaración de amor de 1836, la única de la que se tiene constancia en la historia del Congreso (aunque seguro que no ha sido una aislada), que tuvo como protagonista al diputado Joaquín María López, ministro de la Gobernación del gabinete de Calatrava, quien se declaró públicamente a una dama que estaba sentada en la galería alta del asalón de sesiones.
Los apodos de sus señorías: ¿quiénes eran «el Divino» y «el dandi»?
También se ha modificado y mucho la actitud sobre el «tablao» parlamentaria y en este libro se muestran cambios sobresalientes en el arte de la oratoria. Si en el siglo XIX los oradores adoptaban la fórmula «mi ilustre preopinante» para aludir al anterior interviniente en la tarima, otras líneas de defensa política fueron entronizadas por Agustín Argüelles y Manuel Azaña, brillantes en sus exposiciones. La duración de los discursos, por otro lado, no tenía límite en e l parlamentario clásico sin embargo, ern las Cosnstituyentes de 1854 ya hubo intentos de limitarla a media hora y a cinco minutoss en las réplicas y contrarréplicas.
Tan buen orador llegó a ser Emilio Castelar que un diputado «telonero» llegó a decir una frase inusual en el hemiciclo: «Hablaré poco; participo de la impaciencia de la Cámara y de las tribunas por oír al señor Castelar. Hablaré solo mientras preparan los vasos de agua para el gran orador». Fue Castelar protagonista de la anécdota de un padre.- lord ingles´que acude con su hija para que le bese el tercer hombre más grande que ha producido nuestro tiempo. Ya le había llevado a que la besara Gladstone, en Londres, Víctor Hugo, en París y llegó a Madrid, para que repitiera la escena el brillante «Cicerón español». Lo que demuestra que tenía notoriedad interna y externa.
Y en ese arte de llamar a las cosas por su nombre -o no-, los diputados también se referían unos a otros por apodos, que calaban entre el público. ¿Quién era, por ejemplo, «el Divino»? Agustín Argüelles. Lo llamativo fue especialmente cómo llego a llamársele de ese modo: un inglés llegado al Congreso, al que se le preguntó por la locución de Argüelles, dijo que le parecía «divine». «Y el sombrenombre acompañó ya al ilsutre político durante toda la historia», relata el autor del libro, que también recuerda que había un dandi» por su forma de vestir, que era José María Queipo de Llano. La cuestión indumentaria no motiva alguna que otra discrepancia solamente en la actualidad -como si un diputado debe defender una propuesta con o sin corbata-, sino que ya en el siglo XIX se recoge la mofa de cómo se ha de salvar la nción con hombre s quer van con bota slas Cortes y otro ministro con medias blancas: «¡Así se piderden los Estados -se critica- si se confían los mayores empleos a personas que se presentan con medias blancas a defenderlos»).
«El Cojo» de Málaga era Pablo López, «jefe de la claque liberal en la tribuna del Congreso, y quien recaudaba honorarios con los que pagaba a su cuadrilla para que reventara algunos discursos».
Prim: «El disgusto seria mío si en Reus me notaran acento castellano»
En colectividad, en las Cortes de Cádiz a los diputados que no se prodigaban en intervenir en las discusiones y debates se les llamaba los curliparlantes poqrue su única función era levantarse y sentarse para votar. En la pa´ina 37, Carandell recoge la historia famosa de aquel senador vitalicio que en todos los años que estuvo en la Cámara Alta solo se pronunció con una frase en una ocasión y es que al entrar una corriente de aire en el salón de sesiones gritó "¡esa puerta!".
Se recuerda también el reproche en alto no a la oratoria del general Juan Prim, sino de su acento, cuando una condesa madrileña osó censurar su acento catalán después de que hubiese explicado en 1862 en el Senado un discruso de tres días para contar su actuación en México. La respuesta de Prim fue memorable y merece su reproducción: «Señora, el disgusto sería mío si al hablar públicamente en Reus me notaran acento castellano».
La legislatura más efímera; la vida de un diputado más pasajera; y la fuga de un presidente
La legislatura más corta de la historia del Parlamento español acaeció en 1857 (páginas 65-66).
Diez páginas después, carandell habla de cómo Antonio Aparisi y Guijano murió en su escaño en el Senado el 8 de novimebre de 1872 cuando justo acababa de pronunciar uno de sus discursos como "orador sagrado" que era calificado. Era un duiputado carlista y católico con fervor. Valenciano.
Estanislao Figueras fue el primer presidente de la República Epañola que interpretó una sonada fuga siendo jefe del poder Ejectuivo. Ante los umroes de que eelemtnso revolucioanrios estaban dispuestos a atentar contra su vida (página 83). Además, el presidió precisamentea el gabinete Pajarera, por el melódico apellido de sus ministros Pi, Chao. somi y Tutall. Otro presidente de la República, Pi y Margall tuvo otro epígrafe destacado y que tan en boga sigue en nuestros días, a cuenta de los abonos que pueden atribuirse a un cargo público: se cuenta en la página 86 cómo Pi y Margall se quedó trabajando en el Ministerio y pidió cena, pero no la cargó al rpesupuesto del Ministerio en el «Lhordy». Espetó al ujier que le contradijo: «Pues se acbabó la costumbre de cenar a cargo del presupuesto».
El sentido práctico llegó a la Cámara Baja de la mano también del Gobierno de Sagasta, con su receta que sería aplicable también a fecha de hoy para los desastrosos años económicos de fin de siglo: «Ya que gobiernan mal, porl o menos gobiernne barato», rogó. (página 117).
Top de las frases más gloriosas o históricas: ¿cuándo se pronunció «Ha muerto la Santa»?
22 de febrero de 2013: «Después de acaloradas discusiones, las Cortes de Cádiz abolieron el Santo Oficio al considerar que la Inquisición era incongruente con la Constitución» aprobada el día de San José (de ahí el sobrenombre de la Pepa) del año anterior. La noticia fue acogida con un gran entusiasmo en la ciudad andaluza, de manera que la gente salió a la calle gritándo con sorna "ha muerto la Santa"» (página 34 del libro «Las anécdotas del Parlamento. Se abre la Sesión», editado por Planeta).
Francisco Silvela mantenía un día una convesración con la mujer de un diputado silencioso hasta el extremo. En esa charla ella le confesó que su marido hablaba siempre mucho en sueños y que ahora se despertaba epor la noche sin despegar los labios. Respondió Siolvela: «Es que soñará que está en el Congreso».
Un hemiciclo entre Reyes
Fernando VII juró la Constitución doceañista en 1820 y publicó al dia siguiente el famoso manifiesto que contiene su célebre fórmula de debemos «marchar francamente, y yo el primero, por la senda constitucional» que abrió un nuevo camino al país.
Fue en tiempos de este Monarca cuando otra cuestión -que también se discute en la actualidad- entró en el hemiciclo. La libertad de culto fue defendida por un diputado en las Cortes, euqe recoró entonces lo que ahbía sucedido en la Asamblea francesa, cuando un diputado católico pidió que se colocase un crucifijo en el tesrero presidencial y no prosperó porque se pidió aceptarlo solo sie se ponía a los pies de la vivina imagen la frase "Perdónalos, señor, porque no saben los que hacen".
Otra pregunta para el aficionado al Trivial: ¿quién fue la Reina que colocó la primera piedra en el antiguo solar del Convento del Espíritu Santo? Isabel II, el 10 de octubre de 1843.
El día que votó el cementerio de Huesca en el Congreso
Queremos conocerte para poder ofrecerte los contenidos según tus preferencias ¿Podrías respondernos unas breves preguntas?
No te llevará más de un minuto. ¡Gracias por adelantado!
AceptarAhora noQueremos conocerte12
Por favor ¿Nos puedes facilitar tu fecha de nacimiento y género?
Queremos conocerte12
Por favor, marca uno o varios temas que sean de tu interés.
Omitir este pasoQueremos conocerteEste sitio web utiliza cookies propias y de terceros para optimizar su navegación, adaptarse a sus preferencias y realizar labores analíticas. Al continuar navegando acepta nuestra Política de Cookies.
Has superado el límite de sesiones
Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.