
Casos sin resolver en España: del crimen de «Los Galindos» a Sheila Barrero
Algunos crímenes ya han prescrito sin conocerse lo que pasó, otros aún continúan a la espera de la verdad mientras el tiempo pasa
Actualizado: GuardarAlgunos crímenes ya han prescrito sin conocerse lo que pasó, otros aún continúan a la espera de la verdad mientras el tiempo pasa
12345El crimen de Macastre
Imagen de archivo de Isabel y Francisco - abc Pasara lo que pasara, el crimen ha prescrito. Fue hace más de veinte años. Tres adolescentes decidieron ir de acampada a la localidad valenciana de Macastre. El 14 de enero de 1989 fue la última vez que se vio a Rosario Isabel Sayete, Francisco Valeriano y Pilar Ruiz con vida. Pocos días después, aparecería el cuerpo de Rosario, pero el de Francisco y Pilar no lo harían hasta meses después, en abril y mayo respectivamente. El de la última joven había sido descuartizado con una sierra eléctrica. En la actualidad, sigue sin averiguarse quién fue el asesino.
En concreto, el cuerpo de Pilar fue hallado el 19 de enero de 1989, en el interior de la caseta de un campesino. El de su novio Francisco, en cambio, permaneció en mitad del monte de Catadau hasta abril, cuando lo descubrieron en un avanzado estado de descomposición. Ninguno de los dos mostraba signos de violencia y los investigadores no llegaron a concluir las causas de la muerte.
En enero la Policía había encontrado un pie en una calle de Valencia. Sólo meses más tarde, al encontrar el cuerpo de Pilar en Turís, se dieron cuenta de que era a ella a quien correspondía. También le faltaba una mano. Ambas extremidades se las amputaron con una sierra eléctrica.
Las teorías sobre las extrañas circunstancias de la muerte de los tres jóvenes han sido diversas aunque ninguna concluyente. Los menores, de entre 14 y 15 años, provenían de familias desestructuradas y en ocasiones inhalaban benzol, un disolvente de fuerte olor y muy inflamable. Por eso se ha llegado a plantear que Rosario y Francisco murieran de sobredosis. Primero Rosario, después su novio, quien habría intentado salir a pedir ayuda muriendo en el camino. Sin embargo, el hecho de que Pilar mostrara signos de violencia echaba por tierra esta posibilidad para los investigadores.
Sin embargo, la tesis más aceptada es que los tres menores fueron asesinados. Mientras que la pareja fue obligada a consumir drogas hasta su muerte, la tercera chica era sometida a violencia y después descuartizada, a pesar de que cuando se llevó a la hermana de Pilar al reconocimiento, ésta negó que fuera ella. Vienticuatro años después, nada ha podido demostrarse.
El crimen de «Los Galindos»
Imagen de archivo del arma (sobre la cama) con la que se asesinó a la mujer del capataz - abc La tarde del 22 de julio de 1975 España fue testigo de uno de los crímenes más sangrientos del siglo XX: Un quíntuple crimen en el cortijo sevillano de «Los Galindos». Cinco personas fueron asesinadas a 50 kilómetros de Sevilla con tres armas diferentes y en lugares distintos de la propiedad.
Según las últimas investigaciones que se hicieron sobre el caso, el capataz de la casa de campo Manuel Zapata y su mujer, Juana Martín, fueron asesinados a golpes con una pieza de acero. El tractorista José González y su esposa, Asunción Peralta, fueron golpeados con otra pieza y posteriormente quemados, mientras que el último, el tractorista Ramón Parrilla, murió por tiros de escopeta.
Pero lo cierto es que las teorías en torno a este crimen han cambiado radicalmente a lo largo de los años. La primera versión de la Policía sevillana apuntaba, en realidad, al tractorista José González como autor de los hechos. Éste, ante la llegada de la hija del capataz a la finca, de la que había estado enamorado, habría estado aguantando las burlas de sus compañeros hasta que finalmente, molesto con Zapata, le mató a golpes cuando estaba a solas con él. Luego, ante las sospechas de la mujer de éste al no encontrar a su marido, habría hecho lo mismo con ella.
Al ver que Parrilla se dirigía a la casa donde se encontraban los cuerpos, González utilizó una escopeta y le persiguió disparándole hasta alcanzarle. En este punto, José habría ido a pedir ayuda a su mujer, Asunción, pero al sospechar ella lo que había ocurrido, el tractorista la golpeó mortalmente. Cuando José trató de incinerar los cadáveres avivando el fuego con gasolina, surgió una llamarada que lo abrasó acabando también con su vida.
Sin embargo, esta teoría fue descartada en una investigación posterior. Ocho años después del suceso, un anónimo apuntó a la existencia de irregularidades administrativas en la finca como móvil. Ello sirvió de base para la exhumación de los cadáveres y la determinación de que también José González había sido asesinado también. Supuestamente, los asesinos iban a por Zapata, que sabía demasiado.
Según ésta, fueron dos hombres quienes habrían perpetrado el crimen. También descartaba como móvil un caso de drogas, a pesar de que en el cortijo había una plantación de marihuana. Pero no llegó a probarse la causa ni se encontró pista concluyente sobre los asesinos.
Lo cierto es que el crimen prescribió en 1995. Uno de los jueces especiales nombrados para el caso llegó a afirmar que «las primeras horas de la investigación determinaron el fracaso en la búsqueda del criminal». Curiosos y medios de comunicación entraron al lugar y destruyeron pruebas que podrían haber sido fundamentales. Además, ese día no había juez titular, ni forense y los mandos de la Guardia Civil estaban de vacaciones.
Soledad Donoso
Lugar al final del camino Carbonell, junto al río Guadalquivir, donde fue encontrado el cuerpo de Soledad Donoso - roldán serrano El 28 de septiembre de 1992, Soledad Donoso fue asesinada. Desapareció cuando se dirigía a su trabajo en una pizzería cordobesa. En algún punto de ese trayecto de su casa al trabajo, algo salió de lo habitual. Según los testigos, se subió a un Golf GTI rojo. Su cuerpo sin vida fue encontrado 14 días después en una orilla del río Guadalquivir, con la cabeza separada del cuerpo y con daños causados por las alimañas. En la autopsia realizada ese año, la forense concluyó que no podía determinarse la causa de la muerte.
En la investigación inicial dos testigos señalaron la posible implicación de un joven del entorno de la chica, pero la Brigada de Homicidios de la Policía Nacional centró sus sospechas en otro amigo, que fue detenido y puesto en libertad ante la falta de pruebas. El caso estuvo durante años sin nuevos avances y archivado de manera provisional hasta que, en 2012, se reabrió en base a las nuevas pruebas presentadas por la abogada de la familia. Poco después, se ordenaba la exhumación del cadáver y una nueva autopsia concluía que la joven murió de forma violenta con varios golpes en el mismo sitio de la cabeza.
Ahora, más de veinte años después, hay un nuevo imputado, aunque existen problemas en el tratamiento de pruebas que amenazan la continuidad del caso.
Y es que, por el momento, la juez de instrucción ha rechazado que se analice un mechero localizado en el lugar de los hechos al día siguiente de levantar el cadáver (que podría contener restos de piel) y, por otra parte, la Policía ha reconocido que nueve pelos encontrados sobre el cuerpo de la joven —siete de ellos con la raíz completa— a los que podrían hacerse pruebas de ADN, no están localizados: en estos años, el laboratorio se ha trasladado en dos ocasiones.
Este 2013, el único y reciente imputado por la muerte de la joven de 18 años ha negado haberla asesinado, aunque sí ha reconocido que mantuvo una relación con la muchacha. Mientras, la familia sigue luchando para que sigan las investigaciones.
Sheila Barrero
Flores para Sheila Barrero, en 2006, en el lugar donde fue hallada muerta - ABC Cada 25 de enero, las banderas del ayuntamiento de Degaña (Asturias), permanecen a media asta. Es así desde 2004, cuando Sheila Barrero fue asesinada. La joven de 21 años apareció sin vida dentro de su coche con golpes en la cabeza, una bufanda liada al cuello y medio desnuda. La investigación posterior, sin embargo, demostró que no había sido violada y que había muerto de un disparo en la nuca.
La última vez que fue vista con vida fue en el aparcamiento de un pub de Villablino (León) donde trabajaba los fines de semana. Salió de allí a las siete de la mañana del domingo y entró sola en su coche. Sólo siete horas más tarde, su hermano encontró el cuerpo en el interior del turismo, aparcado en unos merenderos del alto de montaña de Cerredo, en la carretera C-733, que la joven utilizaba para regresar a su domicilio tras el trabajo.
La investigación reveló que Sheila murió por un disparo en la nuca a «cañón tocante», realizado desde el asiento de atrás y con un arma probablemente rectificada del 6,35. Un arma que nunca se ha encontrado. No había huellas significativas en el coche. Tampoco le habían robado nada. Pero el cadáver fue «colocado»: tenía una mano encima de la otra, los pies en una posición extraña y alrededor del cuello una bufanda negra, con un escudo bordado, que no era suya.
La Guardia Civil pensó que el asesino adelantó con su coche a la joven y frenó delante de ella. Sheila no le esquivó. De hecho, paró el coche. Por eso, los investigadores pensaron que se trataba de alguien conocido y que la causa del asesinato fue la venganza. Durante la investigación se hicieron más de 600 entrevistas, aunque las pesquisas se centraron en un antiguo novio de Sheila. Horas después del crimen se le hizo la prueba de detección de sustancias para ver si había disparado un arma y se encontraron algunos restos en una mano, pero los análisis no fueron concluyentes. Fue detenido y puesto en libertad tras tomarle declaración. Su asesinato sigue sin resolver mientras ni Degaña ni su familia olvidan.
Jesús Francisco Caballero Alonso
Imágenes de Jesús Francisco Caballero y su coche, de www.sosdesaparecidos.es Es una de las muchas desapariciones que aún no se han resuelto en España. En este caso, ocurrió el 25 de febrero de 2006. El ingeniero de Caminos Jesús Francisco Caballero Alonso, de 34 años entonces, tomó un café con un amigo y se despidió con un destino en mente: ir a ver a su madre en Granada. Nunca llegó. Su teléfono dejó de dar señal. Sólo se encontró su coche meses después, el 9 de mayo.
Nadie encontraba explicación. En principio, no tenía enemigos ni deudas. Y dejaba una hija de cuatro años. Sus amigos y familia llegaron a crear incluso una página web, que ya no está en funcionamiento, y llevaron a cabo una gran movilización en las calles andaluzas. De hecho, la Policía dio con el coche gracias a que un antiguo compañero de Caballero lo encontró: bien aparcado y sin muestras de haber sido forzado, aunque con la matrícula delantera caída.
Esa fue la última pista que se encontró y que, por desgracia, no llevó al paradero del ingeniero. Hasta que se encontraran nuevas pistas, el juzgado que instruía su caso decretó poco después el sobreseimiento provisional del caso. Sin embargo, la foto y perfil de Jesús Francisco Caballero sigue estando en la página web de la Guardia Civil, a la espera de que alguien le encuentre.