
Veinte años sin Drazen Petrovic. Así se forjó la leyenda de un ganador
Actualizado: Guardar 12345671964-1983: La tozudez de un joven ganador

El joven Petrovic - archivo abc Drazen Petrovic, el Mozart del baloncesto, nació un 22 de octubre de 1964. La ciudad de Sibenik, en la costa dálmata de la actual Croacia, alumbraba a su genio. Drazen se enamoró desde joven del baloncesto, deporte al que consagraría su vida. De la mano de Aleksandar, su hermano mayor, el joven Petrovic reveló pronto su enorme talento y, sobre todo, su indómito carácter ganador. Su insaciable espíritu competitivo descolló desde los primeros años, como prueba una de las anécdotas de sus primeros años como profesional que se mencionan con más frecuencia.
En 1983, el BC Sibenka, equipo local de Sibenik tiene como estrella a un escolta de 18 años, Drazen Petrovic, y disputa la final de la liga yugoslava contra el Bosna Sarajevo. A escasos segundos de la conclusión, Petrovic tiene dos tiros libres para decidir el partido. Su entrenador solicita tiempo muerto y le pide a Drazen, que ante la que se ha liado, anote solo uno de los lanzamientos y tire a fallar el segundo. El técnico teme que si ganan, el Bosna impugnará el resultado. Por el contrario, si terminan el tiempo reglamentario igualados, podrán imponerse en la prórroga a un rival ya muy castigado. Drazen escucha y asiente. Luego se dirige a la línea, coge la bola de manos del árbitro y en medio del griterío general… encesta limpiamente los dos libres. No podía perder y, menos adrede. Iba contra su naturaleza.
Efectivamente, el Bosna recurrió y las autoridades federativas ordenaron que se repitiera el encuentro. El BC Sibenka no compareció. Habían perdido un título por la tozudez de un ganador como Petrovic.
1984-1988: Un anotador implacable reina con la Cibona

Petrovic, defendido por Biriukov, en un partido contra el Madrid - archivo abc Sus entrenadores en su etapa de formación aseguran que Petrovic no era el mejor jugador, pero sí el más implacablemente exigente consigo mismo, un tipo capaz de lanzar 500 tiros al día y de repetir cien veces cada uno de los que fallaba durante un partido. Así, a base de disciplina, se forjó un superclase en el que pronto se fijaría uno de los grandes del baloncesto balcánico: la Cibona de Zagreb. Junto a su hermano Aleksandar formaría una dupla exterior de leyenda que llevaría al equipo a las mayores gestas de su historia y a marcar una época en el basket erupeo.
En sus cuatro temporadas en la Cibona, Drazen se consagró como un talento irrepetible y uno de los anotadores más voraces de todos los tiempos. Su prodigiosa muñeca propició, además de otros títulos nacionales e internacionales, la consecución de dos Euroligas. En la final de la primera de ellas, disputada en Atenas en 1985, su víctima fue el Real Madrid, al que castigó sin piedad con 36 puntos. Petrovic no hizo en la finalísima europea nada más que lo que solía: encestar sin descanso. Era frecuente que alcanzara los cuarenta o incluso 60 puntos. En un partido de la liga yugoslava entró en trance desde el perímetro y se fue hasta los… ¡112 puntos! Todo un récord anotador.
En la final de la temporada siguiente, Petrovic se midió a otro coloso de su tiempo: el gigante lituano Arvydas Sabonis y su Zalgiris Kaunas. «Sabas» hizo un partidazo y terminó con 27 puntos, pero fue inútil. La Cibona levantó de nuevo el título. Petrovic era invencible.
1988-1989 De pesadilla a estrella del Real Madrid

Petrovic, junto al presidente del Real Madrid, Ramón Mendoza - archivo abc En el verano de 1988 Petrovic iniciaba su aventura internacional y elegía el Real Madrid como destino. A la espera de concretar su proyecto de dar el salto a la NBA, el genio de Sibenik fichaba por un equipo al que había destrozado en más de una ocasión en sus batallas por la hegemonía continental, batallas en las que Drazen no hacía rehenes. Petrovic pasó a compartir vestuario con rivales de los que, como recuerdan algunos de ellos, se mofaba cuando les hacía morder el polvo en sus duelos europeos.
Pero la profesionalidad y la clase del croata se impusieron. Y aquel Madrid dirigido por Lolo Sáinz, en el que ya destacaban hombres como Fernando Martín, su hermano Antonio, Johnny Rogers o José Biriukov fue capaz de mantenerle el pulso al Barça que con Norris, Epi, Solozábal y compañía, dirigía Aíto desde el banquillo. El duelo entre los dos grandes alcanzó aquella temporada una dimensión desconocida. Los catalanes impusieron su mayor solidez en el playoff final de la liga ACB, pero el Madrid consiguió llevarse el gato al agua en la Copa del Rey gracias a los 27 puntos que aportó Petrovic en la final contra el Barcelona.
Pero la gran gesta como merengue del mito croata tendría lugar en la final de la Recopa de Europa ante el Snaidero Caserta. En el equipo italiano destacaban figuras del calibre del brasileño Oscar Schmidt Becerra o Ferdinando Gentile. Petrovic los eclipsó a todos con nada menos que 62 puntos que permitieron a los blancos proclamarse campeones en un choque memorable que necesitó de una prórroga.
Fue solo una temporada. Cuando terminó, la NBA llamó a la puerta de un jugador destinado a hacer historia. Los Portland Trail Blazers no tuvieron problema en afrontar el coste del traspaso y Petrovic se fue a hacer las Américas. Su paso por el Madrid y por el baloncesto español fue breve pero dejó una profunda huella.
1984-1990: Estilete de una Yugoslavia inolvidable

Petrovic, con su clásica imagen con la lengua fuera, en un partido contra la URSS - archivo abc Hubo un tiempo en el que el baloncesto giraba en torno al triángulo formado por los Estados Unidos, la Unión Soviética y Yugoslavia. Era el tiempo de Petrovic. Miembro de una generación irrepetible, Drazen abanderó a un equipo al que solo la Guerra de los Balcanes pudo frenar. Bronce en los Juegos de Los Ángeles 1984 y plata en Seúl 1988, campeones del mundo en Argentina en 1990 y de Europa en 1989… Es solo parte de la cosecha de éxitos de una escuadra laureadísima. Junto a Petrovic, estrellas del calibre de Toni Kukoc, Vlade Divac, Dino Radja, Zarko Paspalj o Zoran Savic escribieron una página dorada en la historia del deporte de la canasta.
1989-1993: Del ostracismo al éxito en la NBA

Las cosas no fueron fáciles para Petrovic en la NBA. En la imagen, en un Timberwolves-Nets - archivo abc Como su compañero en el Madrid, Fernando Martín, Petrovic fue uno de los pioneros europeos en la NBA y, también como Fernando, comenzó su aventura en los Portland Trail Blazers. No se lo pusieron fácil al balcánico en la franquicia de Oregón. Eran otros tiempos y los ojeadores y entrenadores estadounidenses apenas se fijaban en los jugadores foráneos. Hoy, seguro que un talento excepcional como el de Petrovic no hubiera tenido que esperar a la tercera ronda del Draft para ser elegido.
Petrovic vivió un calvario en Portland. Su entrenador, Rick Adelman, nunca terminó de creer en él y lo relegó a un papel marginal en una rotación exterior dominada por las figuras de Terry Porter y Clyde Drexler. No le dejaron brillar. Pero él no se rindió y, convencido de que podía triunfar en la NBA, forzó su salida y fue traspasado a los New Jersey Nets. Tras una temporada y media de frustración en el banquillo de los Blazers, Drazen empezó a brillar en cuanto le dieron minutos en Nueva Jersey. En la temporada 1992-1993, explotó como uno de los máximos anotadores de la liga y se convirtió en la primera opción ofensiva en la pizarra del nuevo entrenador de los Nets, Chuck Daly. Solo la fatalidad en la carretera pudo truncar la progresión de un jugador con tanta clase y ambición. Los Nets acabaron retirando su camiseta con el número 3 como homenaje a su estrella efímera. Tras su desaparición, todas las figuras ilustres del NBA se rindieron a una estrella a la que nadie había regalado nada. Y de la que nadie pudo saber dónde estaba su techo.
1992: Orgullo de una nueva Croacia

Petrovic defiende agresivamente a Michael Jordan en la final de los juegos de Barcelona - ARCHIVO ABC En los Juegos Olímpicos de Barcelona, Croacia competía por primera vez como estado independiente. Petrovic defendió con pasión los colores de su recién estrenada nacionalidad. A lomos de la calidad de la ya estrella de los Nets, los croatas dejaron en la lona en las semifinales a la Comunidad de Estados Independientes, heredera de la antigua URSS, y solo el genuino Dream Team estadounidense pudo pararles los pies en la final. Jordan, Magic, Bird, Ewing, Barkley y compañía se llevaron el oro holgadamente, pero Petrovic y su Croacia pelearon con orgullo hasta el final. Como siempre que se enfrentaba a él, Petrovic se encorajinó especialmente en su cara a cara con «Air» Jordan y concluyó, con 24 puntos, como máximo anotador del partido por el oro.
El accidente que le costó la vida impidió a Petrovic comparecer en otro gran torneo con Croacia. Fueron los colores que más vivamente sintió como jugador.
7-6-1993: Muere el jugador, nace la leyenda

Así quedó el vehículo en el que viajaba Petrovic tras el accidente que le costó la vida - archivo abc La figura de Drazen Petrovic tenía ya casi todos los ingredientes para convertirse en leyenda, pero su prematuro final en un accidente de tráfico en junio de 1993 le hizo cumplir el último de los requisitos, el de morir joven. Petrovic viajaba como acompañante junto a otras dos mujeres por una autopista en el estado alemán de Baviera. Había abandonado la expedición de la selección croata que preparaba el inminente Eurobasket. Iba dormido y sin el cinturón de seguridad cuando un camión que circulaba en sentido contrario se saltó la mediana de la autopista. El Golf en el que viajaba chocó frontalmente contra el camión. Petrovic murió inmediatamente.
Las reacciones a la impactante noticia no se hicieron esperar. Las muestras unánimes de dolor dieron paso al reconocimiento a un deportista ejemplar por su insaciable afán de superación. Un fastuoso mausoleo y un museo en Zagreb recuerdan 20 años después a quien fue un héroe para Croacia y uno de los mejores jugadores de baloncesto de todos los tiempos. Quienes lo vieron jugar, nunca lo olvidarán.





