Las nueve grandes sinfonías musicales de la Historia
María Estuardo

Las nueve grandes sinfonías musicales de la Historia

El profesor José Enrique Ruiz-Domènec (Granada, 1948) publica «Escuchar el pasado. Ocho siglos de música europea» (RBA). Organizado en nueve sesiones, el autor desvela en qué hechos históricos se inspiraron los grandes compositores para crear sus inmortales obras.

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El profesor José Enrique Ruiz-Domènec (Granada, 1948) publica «Escuchar el pasado. Ocho siglos de música europea» (RBA). Organizado en nueve sesiones, el autor desvela en qué hechos históricos se inspiraron los grandes compositores para crear sus inmortales obras.

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  1. María Estuardo y Henry Purcell

    María Estuardo
    María Estuardo

    1ª sesión. María Estuardo y Henry Purcell. En la Inglaterra del último cuarto del siglo XVII, a la epopeya de la Gloriosa le sigue el triunfo de la Ópera. Estuardo se enamora musicalmente de Purcell.

    «La revolución de 1688 -explica José Enrique Ruiz-Domènec a ABC- necesitó de un nuevo lenguaje musical y Purcell se lo dio. Se encuentran juegos de palabras en abundancia en Dido y Eneas que permiten asegurar que había cierta complicidad entre el compositor y la reina. No en vano esta reina era una mujer entre dos hombres, el padre y el marido, ambos luchando por una misma corona, y ella eligió al marido».

  2. Prusia y Haendel

    Händel
    Händel

    2ª. Prusia y Händel. Cuándo Prusia invade Austria, Haendel compone el Messías apelando a la armonía universal.

    Sin duda. Estamos en 1740. Federico I ha decepcionado a todos los ilustrados con su invasión de Silesia y su ataque a la entrañable María Teresa de Austria. La guerra como la política por otros medios. Ejerce de prusiano y eso le duele a Händel que a pesar de sus años junto al rey Jorge de Inglaterra no olvida que procede de Hannover, es decir, de Sajonia. Invoca la armonía universal, y fija en la memoria de Europa un nuevo valor a la figura de Jesús, el Mesías».

  3. Beethoven y Napoleón

    Beethoven
    Beethoven

    3ª. Beethoven y Napoleón. Estalla la Revolución Francesa. El compositor expresa en su obra la alborada del romanticismo.

    «La música de Beethoven, -abunda el historiador José Enrique Ruiz-Domènec- responde a los sucesos de la década entre 1789-1799, desde la toma de la Bastilla al “18 de Brumario” tomando conciencia de que existe un antes y un después en la historia tras esos años. El después será el romanticismo, y el piano de Beethoven prepara el camino para que Europa encuentre su sonido. Es un esfuerzo colosal, ya que desde Viena la sombra del clasicismo es muy intensa, con Haynd y Mozart! Las batallas de Marengo, de Austerlitz y otras tienen respuesta en las composiciones de Beethoven con prontitud, certeza, decisión. Beethoven es un coloso que dialoga de igual a igual con el “dueño del mundo”, que es Napoleón; y lo hace convencido que sólo la parte sensible del ser humano, expresada en la música, puede vencer al poder absoluto expresado en los cañones de los campos de batalla. Pensando en el poderoso lenguaje musical, en la manera de contestar el piano a la orquesta, o en el modo de dar entrada a la cuerda en el primer movimiento de la Quinta Sinfonía, se percibe un Beethoven pensativo, tenso, ante la encrucijada de la historia europea. Advierte de los caminos equivocados, llama al destino y nos ilumina. Hay que escuchar el concierto para piano número 3 y la Quinta Sinfonía antes de tomar decisiones. ¿Cómo me gustaría que la comisión europea decidiera sobre la actual crisis económica después de asistir a un concierto con estas dos obras, y después de que alguien le explicara lo que significan para nuestra sociedad. Esta gente está tomando decisiones al ritmo del pop y del rap, cuando no de “la voz”, y así nos va. Necesitamos educarnos en “este “ Beethoven. ¡Y pronto!»

  4. La batalla de Waterloo

    La batalla de Waterloo
    La batalla de Waterloo

    4ª. Waterloo. Desilusión de Beethoven. Novena Sinfonía.

    «Le desilusiona sobre todo que sus coetáneos no sepan muy bien cuál es el orden eterno de las cosas; que se hayan dejado atrapar por el estremecimiento supremo del miedo tras unos años en los que vivieron el desencadenamiento de una fuerza de naturaleza sin igual, como la de Napoleón. Antes de entregarse a la expiación de su alma componiendo los últimos cuartetos de cuerda, ofrecerá una música para Europa, la Novena Sinfonía: se sacrificó para que se entendiera lo que podía ser el futuro, y lo que no debía ser. Al final, el canto de la alegría es la música que mejor expresa nuestras esperanzas».

  5. Schubert y Goethe

    «La adoración de los pastores», de Blake
    «La adoración de los pastores», de Blake

    5ª. Schubert y Goethe, «La muerte y la doncella», y las tensiones de 1816-30.

    «Esa relación se llama Romanticismo, con mayúscula -intepreta Ruiz-Domènec-. Una generación que se volcó en encontrar nuevas explicaciones al mundo de las emociones, de los sentimientos. Tras la sensación de fracaso producida por las guerras napoleónicas y la actitud de las grupos gobernantes en el Congreso de Viena, los hombres y mujeres que despertaron al anhelo del que hablaba Novalis, quisieron poner punto final a los privilegios de la sangre, de la tierra, saludando al espíritu creador, a la inteligencia como forma superior del ser humano. Hasta Goethe se dejó convencer. Para todos ellos, Schubert fue su músico. También lo es para mi. Y para todos los que han amado de verdad alguna vez».

  6. Bach y Federico el Grande

    Bach
    Bach

    6ª. Bach tiene presente el intento de exilio de Federico el Grande al componer algunas piezas de violín.

    «Sí, en el maravilloso concierto para dos violines, catalogado BWY 1043. La máxima expresión de que “otra” humanidad es posible: la que pueda entender y gozar de esta música, quizás uno de los momentos cruciales de nuestra historia. Una experiencia espiritual sin límites, la conciencia de que el ser humano no es solo el intrigante desesperado que aspira a destruir al prójimo; es también el hombre bueno, entregado a los demás. Este concierto es como un cuadro hermoso o una bella escultura. Al escucharlo, comprender porque Dios siempre nos da otra oportunidad, y no se cansa en hacerlo. Una sociedad que consigue que alguien de los suyos haya creado esta música se la merece».

  7. Freud y Strauss

    «Electra», de Richard Strauss
    «Electra», de Richard Strauss

    7ª. Freud, en el diván musical de Strauss.

    «Richard Strauss fue el que sentó a Europa en un diván imaginario, el que formaba el patio de butacas y los pacos de los teatros de Ópera en los que se representaba Salomé y Electra: una escenificación de los sueños más morbosos del europeo de aquel entonces, una catarsis para que curara los demonios que llevaba dentro y nos lo sacara en los campos de batalla, que, al cabo, fue lo que hizo, para nuestro mal. Hay que volver a entender a Strauss».

  8. Brahms y Wagner

    8ª. Brahms huye a Viena desencantado de los ideales alemanes que fascinaron a Wagner.

    «Significa que hay otro camino para la música, como señaló al respecto Schönberg que siempre defendió esta decisión de Brahms; significa que hay otro camino para la historia que no llevaba necesariamente al triunfo de los militaristas prusianos hinchados de germanismo, el camino de la Gran Guerra y lo que le siguió; que había el camino de la dulzura tierna, del sosiego, de la ponderación. Aimez-vous Brahms? Si la respuesta es afirmativa es que quiere un mundo mejor, alejado de las trompetas nacionales que a veces solo anuncia el Apocalipsis. Hay que volver a apostar por el oboe y por el moderato de los violines del tercer movimiento de la tercera sinfonía. Es el buen camino».

  9. El mito de los Nibelungos
    El mito de los Nibelungos

    9ª. Hitler y Wagner.

    «Hitler era un impostor en lo que a la música se refiere. Le gustaba especialmente los poemas sinfónicos de Litz, pero deseo liderar el germanismo de la alta sociedad alemana que le apoyó en su causa y por eso se acerca al círculo de Bayreuth, y a expresar públicamente que se sentía arrobado por la Tetralogía o por la obertura de Lohengrin. Pero su gusto por esta música era impostado, falso, como casi todo en su vida. Esta impostura le hizo mucho daño a la recepción de Wagner en la segundad mitad del siglo XX».

  10. Y Woody Allen intentando invadir Polonia

    Woody Allen
    Woody Allen

    Y un apéndice. ¿Por qué a Woody Allen le entra unas ganas enormes de invadir Polonia cada vez que escuchaba a Wagner? ¿Qué tenía el anillo del nibelungo que sulfuraba al hipocondríaco de la Gran Manzana?

    «A Allen le gusta Gershwin, como dejó claro al comienzo de Manhattan, y el jazz, incluso la manera de orquestar de Leonard Bernstein. Se aleja por tanto de la música que estrangula al público hasta sus extrañas, la música que gusta a la masa, a los hastiados, a los impúberes, a los que él identifica con los wagnerianos. No es solo una “pose” intelectual; es el reconocimiento de que la música tiene una seriedad bondadosa, una seriedad alegre, y no trágica. Me gusta esta actitud; es el legado de Mozart».

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