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PARADORES

Por esta puerta entró la historia: de Alfonso XIII a la democracia

En la Sierra de Gredos, este Parador combina episodios fascinantes de la historia de España con un paraje natural que invita a las actividades al aire libre y a la contemplación de un paisaje impresionante.

Santiago Molina

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A poco más de una hora de Madrid, el Parador de Gredos es ese refugio acogedor en el que desconectar del mundo, de las redes, y de la última notificación; y reconectar con la naturaleza, la tranquilidad y esa paz tan dulce que nos da un buen libro, una ruta de senderismo o la contemplación de un bosque que en otoño e invierno parece salido de un cuadro del pintor francés Narcisse-Virgile Díaz de la Peña o de cualquier otro de los grandes de la escuela de Barbizon. En Gredos, entre la sierra, los bosques y el piar de los pájaros, cuya música es tan variada como las especies que allí habitan, también encontramos mucha historia. Este paraje natural esconde uno de los acontecimientos más relevantes de nuestra historia reciente. Pero antes de contarlo, tenemos que movernos un poco más hacia atrás: hasta el rey Alfonso XIII. 

El 9 de octubre de 1928, el rey Alfonso XIII inauguraba en la Sierra de Gredos el primer establecimiento de una red que con el tiempo se convertiría en referente para los amantes de la comodidad, lugares con encanto e historia, o dicho de otro modo: calidad, amabilidad, leyenda. Este es el lema de un conjunto de establecimientos que apunta, en tres años, a cumplir el siglo: Paradores de Turismo. Este edificio de piedra y pizarra posa su mirada sobre las cumbres abulenses que suelen llenarse de nieve y llevarnos a una experiencia trascendente, al menos a los amantes de los paisajes, como quien esto escribe.

Marcos Fernández es el director de este Parador, primero de la red, y señala que “la historia se remonta a la boda de Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Battenberg en 1906”. Explica que las dificultades para alojar a los invitados internacionales demostraron la carencia de una red hotelera de alta calidad en España. “Cuenta la historia que esa falta de alojamientos hizo que el joven rey tuviera como objetivo la creación, en 1911, de la Comisaría Regia para el Desarrollo del Turismo”, cuenta Marcos Fernández. Se designó al marqués Benigno de la Vega-Inclán al frente del proyecto. Fue él quien propuso al monarca levantar un alojamiento en la Sierra de Gredos, un espacio que el propio marqués admiraba. Fernández añade: “Además, Alfonso XIII conocía muy bien la zona, pues era un gran aficionado a la caza, y en 1905 creó el Coto Real de Gredos para proteger la cabra hispánica, que, entonces, estaba en peligro de extinción”. Fue, sin embargo, en 1926 cuando el rey eligió en persona el lugar donde se levantaría el establecimiento. Se trata del Alto del Risquillo, a unos 1.500 metros de altitud, en el municipio de Navarredonda de Gredos. Al final, se construyó para albergar las partidas de caza del rey, pero Marcos recuerda que “su propósito era más ambicioso, porque perseguía impulsar el turismo y dar a conocer los parajes de gran belleza que permanecían difícilmente accesibles”.

El edificio, construido con materiales nobles de la zona —granito, madera y pizarra—, incorporó elementos trasladados desde la casa señorial de Villacastín, como el escudo y la puerta principal. “Apenas comenzó con una decena de habitaciones, una biblioteca y un gran salón con chimenea que aún se conserva”, cuenta Fernández. El éxito fue inmediato y se convirtió en un reclamo de prestigio. Tanto, que hubo que realizar dos ampliaciones, una en 1955 y otra en 1974. Actualmente, cuenta con 74 habitaciones.

Pero si el Parador de Gredos figura como uno de los lugares más llamativos de la historia del turismo no es únicamente por ser el primero de la red. A principios de 1978, uno de sus salones acogió a los siete padres de la Constitución española: Gabriel Cisneros, Manuel Fraga Iribarne, Miguel Herrero de Miñón, Gregorio Peces-Barba, José Pedro Pérez Llorca, Miguel Roca i Junyent y Jordi Solé Tura. “Los ponentes pasaron muchas horas en el ‘Salón del Silencio’, donde pudieron elaborar la primera versión definitiva de la carta magna”, cuenta Marcos Fernández. Aquel espacio recibió el nuevo nombre de ‘Salón de los Ponentes’. También, se ha convertido en una visita obligada para cualquier amante de la historia.

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“Hay personas que vienen exclusivamente para ver el salón y muchos se sorprenden al conocer qué se fraguó aquí”, relata Fernández. Y añade: “Las vistas desde el ventanal y la chimenea sirvieron para acoger a aquellos hombres que, en un momento de tensión política, lograron consensuar las bases de la democracia española”. Fernández reconoce que “es increíble pensar que en este lugar, con la tranquilidad de la montaña, se gestara algo tan fundamental.

De la historia, por supuesto, tenemos que saltar a la naturaleza, a los olores, a las vistas, y a los sonidos. El Parador mantiene el espíritu del refugio de montaña de entonces, pero con las comodidades del siglo XXI. Las habitaciones, con acabados rústicos en madera, crean espacios muy acogedores, perfectos para ese fin de semana de desconexión. Pero son las terrazas, sin duda, sus mayores atractivos. Son miradores que invitan a contemplar el paisaje cambiante de la montaña mientras se disfruta del silencio del campo, apenas interrumpido por el suave y lejano piar de los pájaros que habitan la zona. El Parador, además, cuenta con una capilla donde se celebran bodas, lo que permite a los contrayentes casarse y disfrutar del banquete sin tener que desplazarse en coche.

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Trabajadora en el parador de Gredos

CAMARERA DE PISOS

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Trabajador en el parador de Gredos

Desde el Parador de Gredos se organiza una serie de actividades que en su mayoría forman parte del programa Naturaleza para los Sentidos, una iniciativa que pone en valor la riqueza natural, histórica y cultural del entorno, al tiempo que dinamiza la zona y fomenta el desarrollo y el arraigo local. Podemos realizar rutas de senderismo —también guiadas—, paseos a caballo, jornadas micológicas en otoño y observación de estrellas. “Fuimos uno de los primeros destinos de astroturismo de España”, explica Marcos Fernández. “El cielo aquí es espectacular, y tenemos una actividad con una profesora para ver las estrellas de noche”, concluye.

Para los aficionados al senderismo, las opciones son infinitas. “Hay decenas de rutas”, explica Fernández. “Una muy popular es la circular del bosque, que se inicia y termina en el mismo Parador. También está la ruta que baja hasta el camping, junto al río, donde en verano hay unos chiringuitos que fueron antiguos molinos y ahora son bares”, cuenta. Además, el Parador posee una pista de tenis.

El avistamiento de aves es otra de las actividades estrella. Con más de 120 especies diferentes que se pueden observar durante todo el año, Gredos se ha convertido en un destino de referencia para los ornitólogos.

El Circo de Gredos y la Laguna Grande

A pocos kilómetros del Parador, se encuentra una de las rutas de senderismo más emblemáticas de la Península Ibérica, la que conduce a la Laguna Grande. Situada a 1.940 metros de altitud, dentro del Circo de Gredos, esta laguna de origen glaciar está rodeada por cumbres impresionantes como el Almanzor, el pico más alto del Sistema Central con 2.592 metros. La ruta, de dificultad moderada, recorre unos 14 kilómetros ida y vuelta y asciende por una calzada empedrada hasta el Alto de los Barrerones, desde donde se obtiene la primera vista panorámica del circo. El descenso lleva hasta la orilla de la laguna, donde se encuentra el Refugio Elola. Durante el recorrido es habitual encontrarse con cabras hispánicas, aquellas que Alfonso XIII se empeñó en proteger hace más de un siglo. Las vistas del anfiteatro rocoso, con sus cuchillares y paredes graníticas, justifican el esfuerzo de la ascensión.

Los Toros de Guisando, guardianes de piedra

A una hora en coche del Parador, en el término municipal de El Tiemblo, se ubica uno de los conjuntos escultóricos más enigmáticos de la España prerromana. Se trata de los Toros de Guisando. Estas cuatro esculturas de granito, de más de dos metros y medio de longitud, fueron talladas por los vetones entre los siglos IV y I antes de Cristo. Representan toros o verracos (cerdos sementales) y se cree que tenían una función protectora del ganado, fundamental para aquel pueblo ganadero que habitó las actuales provincias de Ávila, Cáceres, Salamanca y Badajoz. Las cuatro figuras están alineadas mirando hacia el oeste, hacia la loma del cerro que les da nombre. Pero los Toros de Guisando no solo son un testimonio de la cultura vetona. En septiembre de 1468, junto a la antigua Venta Juradera que se levantaba en ese paraje, se firmó el Tratado de los Toros de Guisando. En él, el rey Enrique IV reconocía a su hermana Isabel como heredera al trono de Castilla, un acontecimiento que cambiaría el rumbo de la historia de España. Hoy, declarado paraje pintoresco, este lugar permite al turista contemplar el legado de aquellos pueblos que habitaron la península hace más de dos milenios.

Hoy comemos…


David Sáez aprendió el oficio de la mano de su madre, cocinera de profesión. De adolescente se pegó a ella y aprendió las bases de la gastronomía. Desde bien joven supo cómo era el ritmo y las exigencias de este trabajo. Sáez es un amante de todo tipo de culturas culinarias. Desde Kazajistán a México, donde ha vivido 15 años; tiene un concepto de justo equilibrio entre la modernidad y la tradición. Reconoce que no empezó por vocación, aunque “con el tiempo se ha convertido en mi forma de vida”. Sáez recuerda que la experiencia que le marcó durante su etapa de aprendizaje ocurrió en la escuela de cocina: “Cuando estudiaba, yo ya tenía experiencia y quizá fui demasiado confiado. El director me dio una lección de humildad que me marcó, porque para dedicarse a esto, antes que el talento, hay que tener humildad”. Y es que su vida gira en torno a los fogones: “La cocina lo es todo para mí; si me la quitan me quedo sin nada, porque es mi manera de vivir, incluso de pensar”.

Tras esas experiencias recorriendo el mundo y las distintas culturas gastronómicas, se ha dedicado a trabajar una carta que representa lo mejor del lugar. Explica que “la clave de una buena cocina está en hacerlo de corazón, sin esperar nada a cambio”. “Cuando trabajas así, se nota en el plato, y también en el ambiente que respiramos”, añade. Según Sáez, la propuesta del Parador es “modernidad equilibrada”, porque “respetamos la tradición, pero nos abrimos a nuevas técnicas y presentaciones sin perder la esencia”. Lo resume de la siguiente manera: “En Gredos apostamos por productos de Ávila y de la zona, que son excelentes, y tratamos de sacarles el máximo partido; evolucionamos sin olvidar nuestro origen”.

En cuanto a la carta, que es lo que más debe tomarse en serio un comensal, el emblema es la trucha ahumada. “Gastronómicamente, la trucha es el alma del Parador. La ahumamos nosotros mismos con serrín especial. Para nosotros es un plato con historia, un emblema que resume lo que somos”, cuenta Sáez. Esta trucha es un ejercicio de elegancia, pues las notas ahumadas consiguen un efecto decisivo en el paladar; además, la armonía junto con las verduras y el jamón que acompañan a la trucha redondean un plato imprescindible. Para empezar, sin embargo, podremos pedir unas patatas revolconas, muy típicas de la zona o los asados de ternera negra avileña. Este último lo cocinan a baja temperatura durante doce horas antes de darle “el golpe fuerte de horno”. El lugar en el que nos hallamos nos lleva, inevitablemente, a pedir el chuletón de Ávila. ¿Qué decir de uno de los platos más apasionantes de nuestra gastronomía? Este redactor solo puede decir que el punto es perfecto, el sabor es intensamente agradable y la sensación —acompañada con un buen vino tinto abulense— es categórica, concluyente, definitiva. Para los postres, el helado de queso de cabra con membrillo es el final perfecto. Pero esto no acaba aquí. Los sábados el Parador de Gredos ofrece un menú micológico que combina gastronomía con naturaleza. “Los huéspedes salen al monte con un guía, aprenden a reconocer las setas y después las degustan en un menú de cinco tiempos”, concluye Sáez.

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