Este es el castillo del siglo IX donde vivían los nobles conocidos como ‘los reyes sin corona’
Con las mejores vistas de la comarca del Bages, el Parador de Cardona se encuentra en una plaza que nunca fue conquistada y donde podemos encontrar uno de los mejores ejemplos del románico catalán.

La naturaleza del interior de Cataluña posee un elemento que invita a quedarse. A diferencia de otros entornos naturales —como ciertos bosques donde al ser humano le ha resultado difícil asentarse— el interior de Cataluña, con sus colores cálidos y sus extensos pinares y encinares, transmite una sensación de acogida que invita a establecerse, a construir masías y a cuidar la tierra. Aquí, el amarillo alegre y el verde de los árboles prometen una vida apacible. Este equilibrio hipnótico se produce gracias a la promesa de un mar no muy lejano y una amplitud en la que da gusto pasear. Casi en el centro exacto de Cataluña, se encuentra el pequeño y agradable pueblo de Cardona, en la comarca del Bages. Desde bien lejos puede verse uno de los atractivos que convierten a esta localidad en un destino único: el castillo de Cardona. En una colina desde la que uno podría confundir los árboles con un mar verdoso, reposan más de mil años de historia.
Hoy, ese castillo se ha convertido en uno de los Paradores más llamativos de España. Ha sido testigo de batallas, leyendas y del poder de una de las familias más poderosas de la Corona de Aragón. Tras diez meses cerrado, ha reabierto recientemente sus puertas para seguir acogiendo a quienes deseen vivir como en un cuento. Joan Oliver Morey es el director del Parador de Cardona y explica que “su panorámica es de lo que más impresiona, tanto desde las habitaciones, como desde la terraza o la recepción”. En este último lugar puede contemplarse uno de los atractivos de Cardona: la montaña de sal, única de Europa.
Para volver a la historia de esta plaza que tanta historia ha visto y vivido, fue construido en el año 886 por Wifredo el Velloso, y fue mucho más que una fortaleza defensiva. Durante siglos, sus muros albergaron a los duques de Cardona, una familia que durante el siglo XV se convirtió en la más importante de la Corona de Aragón, solo por detrás de la Casa Real. Su poder era tal que se les conocía como “los reyes sin corona”.
¿Cuál era el origen de esa riqueza? Se hallaba a sus pies y frente a ellos: la montaña de sal. Esta espectacular formación geológica, solo equiparable a otra en Hungría, proporcionó a los duques un tesoro prácticamente inagotable. “Tenemos que recordar que la palabra ‘sal’ nos lleva a la palabra salario”, cuenta Joan. “Con un puñado de sal pagaban a los trabajadores para que construyesen parte del castillo”. Durante el período entre 1925 y 1975, la mina de sal de Cardona fue reconocida como la más importante de Europa y dio trabajo a miles de personas. Aunque las minas cerraron en 1990, hoy pueden visitarse en un recorrido subterráneo que impresiona y se convierte en una experiencia “inolvidable”. Joan no duda en recomendarlo: “A tres o cuatro minutos en coche desde el Parador, es una oportunidad que no se puede perder ningún huésped. Además, puedes tocar y comprobar la pureza de la sal que emergió desde las profundidades del mar hace millones de años”.
Los más interesados en la historia deben saber que la historia del castillo de Cardona está marcada por su carácter inexpugnable. Su situación estratégica, a 589 metros de altura, y sus sólidos baluartes lo convirtieron en una fortaleza que nunca pudo conquistarse. Joan recuerda que “el castillo de Cardona se reconoce como el símbolo de la resistencia porque nunca fue vencido”. Si bien el 11 de septiembre es la festividad de Cataluña, que celebra la caída de la ciudad de Barcelona a manos de las tropas borbónicas en la Guerra de Sucesión; para los cardonenses el día más señalado es el 18, pues ese día del año 1714 fue cuando, por órdenes superiores, el castillo se rindió sin haber sido tomado por las armas.
Las recomendaciones de los que más saben...
JEFA DE COMEDOR
Susana Barruezo
Trabajadora en el parador de Cardona
JEFE DE RECEPCIÓN
Xavi Segura Serra
Trabajador en el parador de Cardona
JEFE DE MANTENIMIENTO
Santi Vidal
Trabajador en el parador de Cardona
Cada año, el pueblo de Cardona recuerda este episodio con una recreación histórica que culmina en la colegiata de Sant Vicenç, una joya del románico catalán que se encuentra junto al castillo. Esta iglesia, con su torre de la Minyona, data del siglo XI y representa uno de los ejemplos más notables del románico catalán. Quienes hagan la visita guiada, tienen que saber que las rocas del suelo son originales y les envuelven más de mil años de historia. Este redactor puede afirmar que la cripta es espectacular. No podemos olvidar, tampoco, la influencia que ha tenido el castillo en el séptimo arte, y es que Orson Welles rodó allí parte de las escenas más memorables de ‘Campanadas a medianoche’. Las murallas, el claustro, la colegiata o la torre de la Minyona, forman parte del escenario del mítico filme.
Entre las muchas historias que guardan los muros del castillo, resulta muy conocida la leyenda de la hija del duque de Cardona que, durante las guerras contra los musulmanes, se enamoró del jefe del bando contrario. Cuando su padre descubrió el romance, tomó una decisión drástica: encerró a su hija en la torre que hoy lleva su nombre: la torre de la Minyona. “La Minyona en la traducción actual sería como la chica de las labores en casa”, comenta Joan. Y añade: "Pero el significado se refería a la heredera”.
El resultado general es un equilibrio perfecto entre historia y comodidad. Las 54 habitaciones del parador ofrecen vistas panorámicas sobre el valle del Cardener y la montaña de sal. La terraza, en días soleados, es un refugio para dejar que pase el tiempo. Se oyen los pájaros cantar y, a lo lejos, como si fuera infinita, un espacio natural donde la belleza se manifiesta sin pausa. Quien ha visto el atardecer con un café, un refresco, o un vino de la zona, no puede olvidarlo. Tampoco lo hará quien disfrute del restaurante, pues surge de la unión entre antiguas dependencias palaciegas y el refectorio de los clérigos de Sant Vicenç, que lo convierte en un espacio sorprendente, en el que los arcos apuntados sostienen un espacio enorme. Hay que señalar que la reapertura ha traído consigo una redecoración integral que respeta su patrimonio sin renunciar a una propuesta más moderna, así como mejoras en aislamiento térmico, eficiencia energética, accesibilidad o seguridad.
La montaña mágica de Montserrat
A menos de una hora de Cardona se encuentra uno de los lugares más emblemáticos de Cataluña: el monasterio de Montserrat. Sobre una montaña de formas caprichosas que podrían haber esculpido seres mitológicos, este conjunto monumental recibe entre 6.000 y 10.000 visitantes diarios y data del siglo IX. Se puede acceder en coche, teleférico o tren cremallera, y una vez arriba, además de visitar la basílica que alberga la imagen de la famosa ‘Moreneta’, se pueden recorrer senderos que atraviesan las espectaculares formaciones rocosas. “Es una visita que no puedo dejar de recomendar”, asegura Joan. Hay que consignar que la Virgen de Montserrat es la patrona de Cataluña desde finales del siglo XIX y su imagen es un claro ejemplo de románico que no puede perderse ningún aficionado al arte.
Los alrededores de Montserrat también ofrecen rutas de senderismo inolvidables y miradores desde los que contemplar el valle del Llobregat. Y es que desde el Parador de Cardona uno no necesita hacer demasiados kilómetros para descubrir tesoros naturales que le harán entrar en comunión con la naturaleza y con vistas únicas. Por ejemplo, a 35 minutos en coche, la Ribera Salada es un entorno boscoso, parajes de alta montaña y campos de cultivo. El río es un afluente del río Segre, y tiene aguas cristalinas y saladas, todo un fenómeno que merece la pena descubrir.
Barcelona, condal y entrañable
Cardona es el Parador más cercano a Barcelona, a poco más de una hora en coche, lo que lo convierte en un punto perfecto para combinar la tranquilidad de un castillo medieval con la energía de la capital catalana. Por eso es una visita que es casi una obligación para quienes no conozcan la ciudad condal o para quienes deseen revisitarla. Barcelona es una ciudad que atesora ritmo e historia a partes iguales. ¿Qué decir de la majestuosa Sagrada Familia o del Parque Güell que no esté dicho? Podemos seguir las huellas de Picasso o perdernos por las callejuelas medievales del Barrio Gótico. Barcelona, capital del modernismo, lo es también de la cultura y la arquitectura. Es posible que la primera vez en Barcelona no pueda olvidarse, quizá por esa variedad o por el encanto de una capital que ha sabido unir la modernidad del siglo XX y del XXI y preservar ciertos rincones del medievo.
Hoy comemos…
Jordi Servalls procede de familia italiana que le enseñó, de verdad, a cocinar la carbonara en casa ‘comme il faut’. “Nada de nata”, dice con los ojos fijos, como si recordarlo fuera una especie de misión culinaria. Pero su pasión es la gastronomía catalana. “Es algo que llevo dentro, en mi sangre”, confiesa. A pesar de todo, también es un fanático de la cocina oriental. No en vano, ha recorrido diversos países asiáticos como jefe de cocina. “De Shanghai a Osaka y a Dubái”, explica. Servalls aprendió bajo las faldas de la ‘mamma’, pues su madre era profesora en la escuela de hostelería y, de ahí, a recorrer el mundo. Para él, la cocina no es únicamente intuición y talento: “Hay que estudiar mucho y conocer los clásicos de la cocina”. Este jefe de cocina del Parador de Cardona trabaja una carta variada que “trata de expresar la riqueza de ingredientes de la zona”. Los entrantes, si quieren hacer caso a este empedernido comensal, podrían ser la selección de quesos artesanos o los embutidos de la comarca. La finura y el equilibrio se hallan, sin embargo, en el brioche con brandada de bacalao. Es indiscutible, por textura, sabor y presentación. El foie marinado al vino rancio, con tostadas y agridulce de mango es soberbio, no sólo porque lo preparen allí, sino porque el vino consigue expresar intensidad sin prescindir del sabor, además de que la combinación con el mango causa una agradable sorpresa en el paladar.
Los pesos pesados del menú son la paletilla de cabrito a baja temperatura con pastel de patatas, el canelón XL de pollo payés con bechamel y trufa, y el lenguado con salsa de ibéricos y tirabeques. Tenemos que ir por partes y decir que lo principal, a su juicio, es el “ingrediente”. “Lo fundamental para conseguir una experiencia gastronómica plena son los ingredientes frescos y de proximidad”, cuenta. Aunque hay que decir que la plancha de piedra volcánica también juega un papel en esta sinfonía de sabores. La paletilla “es el buque insignia”, el lenguado, “un ejercicio de sofisticación”, porque la salsa combina inesperadamente con el pescado y los tirabeques; y el canelón siempre es gratificante. Este fan de Dalí y del consultor gastronómico Jaume Fàbregas siempre busca una presentación llamativa, pero “sin trampa ni cartón”. Servalls comenta: “La carta no tiene que tener misterios. Al leerla, uno tiene que sentir confianza y saber que es familiar”. Como siempre en estas líneas, hay que dejar hueco para el dulce. Lo tradicional sería probar el postre del músico, pero Servalls se ha encargado de darle un punto más moderno. Normalmente, este postre es un vaso de moscatel acompañado de diversos frutos secos, pero aquí se sirve en un bizcocho de soletilla hecho con harina de almendra sobre “el que ponemos un almíbar de moscatel y chocolate blanco”.

Santiago Molina




















