Las críticas de algunos comentaristas y blogueros de Estados Unidos a las vacaciones en Marbella de Michelle Obama han prendido la mecha de un debate que amenaza con convertir a la primera dama en pararrayos electoral de aquí a noviembre. La llaman desde «chica material» hasta «María Antonieta», y se han puesto a pasar lista de cuántas vacaciones se coge este año. Y les salen ocho.
El pasado mes de marzo, coincidiendo con el parón escolar de primavera, Michelle viajó unos días a Nueva York con sus dos hijas y con su madre, Marian Robinson, que también vive en la Casa Blanca. En la fiesta nacional del Memorial Day (último lunes de mayo) toda la familia Obama se fue de fin de semana largo a Chicago. En junio, nuevamente la madre, las hijas y la abuela hicieron una escapada a Los Ángeles. En julio hubo un fin de semana con el presidente en la residencia oficial de descanso de Camp David.
También en julio hubo otro fin de semana en el estado de Maine, visitando parques nacionales. A finales de este mes toda la primera familia visitará algún punto turístico de la costa de Florida, amenazada por el reciente vertido de petróleo. Del 19 al 29 de agosto se retirarán a la exclusiva isla de Martha's Vineyard, como el año pasado.
¿Son muchas vacaciones o son pocas? El portavoz de la Casa Blanca, Robin Gibbs, ha recordado que Michelle y sus hijas son ciudadanas privadas y tienen derecho a sus viajes privados. Pero los críticos tienen el viento a favor: en un momento de extrema tribulación económica, con el presidente pidiendo austeridad y amenazando con subir los impuestos a los «más ricos», las imágenes de Michelle Obama en el exquisito hotel Villa Padierna pueden pisar algún callo sensible.
¿Ha medido mal Michelle, dilapidando el capital político que atesoraba después de no haber entrado ni en una sola polémica desde que es primera dama? ¿O haga lo que haga habrá jaque a la reina? Sus valedores acusan a la oposición republicana de estar detrás de todos estos ataques.





















