El Barcelona, «arrollado por un grupo cien veces superior»
Zamora detiene un disparo de Escolá
Actualizado Sábado , 28-11-09 a las 08 : 46
El 3 de febrero de 1935, el Real Madrid logró la mayor goleada de su historia, en el Campeonato Nacional de Liga, frente al eterno rival. Los culés encajaron nada menos que 8 tantos en un encuentro que ocupa una página de oro en la historia del derbi, con un enorme Sañudo que marcó hasta cuatro tantos y en el que los azulgranas, desesperados, terminaron pidiendo el cambio de balón en el descanso, cuando ya iban 5 a 1. Argumentaban que el balón «hacía extraños». El colegiado lo autorizó… el Madrid le endosó otros tres.
«Cuando se produce un desequilibrio tan grande como el del “mach” del domingo, no hay que insistir en que un equipo juega tanto como el otro se empequeñeció», comentaba ABC en sus «Páginas deportivas», donde aludía también a que «el conjunto azul-grana no vino confiado a la capital» y se apagó pronto.
«Quizá temiera una derrota –añadía–, pero ninguno de ellos pensó en que el equipo sería arrollado por un grupo cien veces superior», en el que Zamora, ya por aquella época una auténtica leyenda, era la cabeza visible de los merengues.
Es cierto que el Barcelona, en aquel momento sexto en una Liga que acababa de ser ampliada a 12 equipos, logró un empate merecido con un fútbol brillante, antes de que su juego cayera en un pozo sin fondo. El apagón coincidió «con esas fórmulas de juego fuerte, duras, varoniles, impuestas por Bonet y Sañudo en los medios como en el ataque, que dieron la tónica a un encuentro y nos presentaron a un Madrid con calidad, pero, sobre todo, con irresistible empuje».
El equipo de Chamartín «se empleó con la energía de los alemanes, la rudeza de los franceses y la decisión de los béticos», estos últimos líderes del campeonato, seguidos por un Real Madrid con una victoria menos.
El Barcelona, «arrollado por un grupo cien veces superior»
Los madridistas Quincoces, Zamora y Ciriaco, en 1935
El mítico Nogués, arquero de aquel Barcelona humillado, no se llevó sin embargo la peor de las críticas de aquel equipo inexistente: «Con ocho “goals” en su casilla parece atrevido hacer el elogio del portero que tanto encajó, a pesar de lo cual no sólo hay que repetir que Nogués es un excelente guardameta, sino advertir a los dirigentes que delante de Nogués no hay defensas ni medios ni casi delanteros».
El fracaso de los medios fue especialmente estrepitoso, con un Soler desorientado por la impetuosa y constante arremetida de un Sañudo que seguía haciendo las delicias de los aficionados, mientras que la línea de ataque, «con sus arrumacos y a pesar de las indecisiones», fue la única que mereció vestir, y a duras penas, el uniforme blaugrana.
«Quédese, pues, el elogio exclusivo para Nogués, aunque los madridistas no quisieran respetarle. Paró lo humanamente parable, y hasta un disparo de Hilario, casi al final, cuando apenas si la diferencia debería importarle, fue salvado con un gesto de heroicidad impresionante».
A diferencia del Barcelona de Guardiola de hoy, donde un jovencísimo Pedro se gana el respeto y la admiración de los aficionados culés, en 1935, «luego de ver como fracasan día a día los noveles en quienes estaban puestas las esperanzas, cabe preguntarse, ¿dónde está la cantera futbolística catalana?».
Pero Sábalo, Rafa, Guzmán, Soler, Lecuona, Saurina, Raich, Escolá, Pedrol y Pagés se tomaron la revancha en el partido de vuelta, batiendo hasta en cinco ocasiones al mítico Ricardo Zamora, «el Divino», ya considerado por muchos como uno de los mejores porteros de la historia del fútbol español y europeo, así como el primer caso de jugador mediático de España.
Poco después, la Guerra Civil, con un Zamora que, como tantos otros, tuvo que ir al exilio. El 8-2, sin embargo, aún no ha sido superado.

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