«LUIS, PÁSASELA A ZIZOU»
Un buen día Zizou se presentó en el despacho de Florentino Pérez. Estaba recién llegado al Madrid y, por distintas razones, no se había visto al Zidane de Francia, ni siquiera el del Juventus.
-Presidente, no me siento cómodo, no entro en la dinámica del equipo, por ejemplo, Figo nunca me pasa el balón. No sé por qué...
Florentino no se inmutó, animó al francés y le despidió con un gesto cariñoso. Cogió el teléfono y llamó a Luis. Su relación era perfecta. Era su niño bonito, su primer fichaje, el futbolista que le había ayudado a ganar las elecciones.
-Luis, me dicen que no le pasas el balón a Zidane, que a él le está costando adaptarse y que necesita la ayuda de todos. Te pido dos cosas: que se lo pases y le invites a cenar.
Al siguiente partido, el primer balón que cayó en los pies de Figo fue para Zidane. En el segundo también levantó la cabeza para buscarle y le mandó una de esas roscas maravillosas que sólo él sabe sacarse en un palmo. Luis, incluso, miró al palco e hizo un gesto que sólo el presidente comprendió. Días después, cuando se volvieron a ver, mientras se estrechaban en un abrazo, le susurró al oído. «Verá que le hago caso. He cumplido lo de pasarle el balón, pero no quiere salir a cenar».
La historieta puede valer como ejemplo de cómo es Figo. Cuando llegó Beckham, un par de años después, pasó algo por el estilo y es que el portugués siempre vio al inglés como una competencia directa para su puesto y Luis, entre otras muchas facetas, defiende con orgullo la de «celoso profesional», por lo menos dentro del campo, aunque fuera, con la señora esposa que luce, puede sentir parecidos cosquilleos.
Figo se integró perfectamente en el vestuario blanco. De hecho su año más completo fue el primero. Hierro y Raúl tuvieron mucho que ver en el asunto. Valga como ejemplo otra viñeta. El primer día que Figo acudió a la Ciudad Deportiva llegó en taxi. Hierro le preguntó que si no le traía nadie del club mientras llegaba su parque automovilístico desde Barcelona. La respuesta fue negativa y desde el día siguiente, el capitán pasó siempre por el hotel a recoger a su nuevo compañero y después hacía el viaje de vuelta, amén de comer con él casi todos los días. Con Raúl intimó también rápido. Inseparables en los viajes, compartían mesa con sus respectivas familias. Congeniaban con la mirada.
El Real Madrid pierde un profesional en el más amplio sentido de la palabra. Podría señalársele con el dedo por ser un tanto egoista-chupón -¿pero quién ha dado más pases de gol en la Liga en la última década?-, por ser presuntuoso, demasiado suyo..., pero en su paso por el Barça y el Madrid ha dejado una estela de carácter y profesionalidad que le honra. Y que nadie dude que en el Inter se comportará igual.
En el Camp Nou tragó saliva con Cruyff, que le obligó a jugar de extremo y no le hacía mucha gracia jugar pegado a la banda. Triunfó. En el Bernabéu se hizo dueño de su banda -huérfana desde la marcha de Míchel- y tuvo más libertad para demostrar que es un futbolista comprometido. Se va un grande.
ENRIQUE ORTEGO
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