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Londres 2012: Rubio por fuera, negro por dentro

El francés Lemaitre, finalista de 200, corre para tomarse la revancha de los que le humillaron de niño

Londres 2012: Rubio por fuera, negro por dentro AFP

j. gómez peña

Cuesta explicar algunas biografías. La del francés Christophe Lemaitre , que con 20.03 se metió en la final de 200 metros. Chico alto, rubio, guapo, nacido en Annecy, la Venecia de los Alpes; vecino de Aix les Bains, con las montañas decorando su infancia... Un mundo feliz. Y no. Fue un calvario. El niño Lemaitre, tímido, arrinconado, siempre en una esquina, sufrirá para siempre las humillaciones que soportó en su colegio . No las olvida. «No tengo ningún buen recuerdo de aquella época». Era un marginado. El chico del fondo al que siempre recurrían los matones de su clase para pasar el rato. La escuela, a veces, es una tortura silenciosa. Y queda grabada. «El atletismo me salvó» , dice el primer atleta blanco que bajó de 10 segundos en los 100 metros (9.98, el 9 de julio de 2010). «Sin el deporte mi vida habría sido muy triste» . Como para no correr. Tiene un motor adicional, uno de los mejores: «Es mi manera de tomarme la revancha por todo lo que me hicieron».

Ver a un blanco en una final de 200 metros es noticia. Hace tiempo que son una especie en extinción. El italiano Pietro Mennea, en los años setenta, y el polaco Marian Woronin, en los ochenta, son sus lejanos antecesores. Lemaitre, que ha r enunciado en Londres a competir en los 100 metros para luchar por el podio en 200, es una excepción. Corre contracorriente, contra la evidencia de que la velocidad es cosa de atletas negros. Y corre desde hace no tanto. Tiene 22 años y empezó a competir con 15, en una fiesta del deporte celebrada en su pueblo. Le animaron a salir y ganó la prueba de 50 metros. Un espontáneo. Aquel fogonazo encendió una carrera espectacular: campeón del mundo juvenil de 200 metros y triple campeón europeo absoluto de 100, 200 y 4x100. El blanco más veloz del planeta .

Su forma de huir. «En la pista he vivido los mejores momentos de mi vida», confiesa. Corriendo salió de su prisión de adolescente. De repente, el chico asocial del que todos se reían, aparecía en la televisión, le aplaudían los estadios. El «tonto» de la clase era un estrella. De pronto, era guapo, alto, atractivo. El mejor. El ídolo. Pero él no lo olvida. Tiene esa amargura clavada. «Ahora vienen algunos de aquellos que me hacían la vida imposible y me hablan como si fueran mi amigos. No. No lo son. El atletismo ha sido mi manera de vengarme de ellos », declara. Por eso, Lemaitre, un chico apacible, es agresivo en la pista. Porque corre con rabia. A darle en el morro a los malos recuerdos de la infancia, los peores. Un atleta blanco marginado que habla el idioma de los velocistas negros. Hoy comparten 200 metros.

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