Roland Garros
Alcaraz se despeja de la siesta y funde a Musetti para jugar la final en París, ante Sinner
El español bate a un elegante Musetti, que se retira lesionado, y jugará su segunda final consecutiva en París y la quinta de Grand Slam, de las que ha ganado cuatro (4-6, 7-6 (3), 6-0, 2-0 y ret en dos horas y 25 minutos), ante el italiano, verdugo de Djokovic (6-4, 7-5 y 7-6 (3))
Enviada especial a París
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Iniciar sesiónCarlos Alcaraz cumple su parte del plan, aunque con un pequeño desajuste por pura ansiedad, y se planta en la final de Roland Garros después de erosionar la resistencia y la elegancia de Lorenzo Musetti, fundido y retirado por una lesión en el muslo izquierdo. ... El defensor de la Copa de los Mosqueteros alcanza este último día de torneo con un buen chute de adrenalina porque ha sabido despejarse de las nubes que cubrían su cabeza a la hora de la siesta, y porque termina enchufadísimo y al nivel que quería para meter presión a quien sea que esté el domingo al otro lado de la red. Con 22 años, el número 2 del mundo firma su quinta gran final, de las que ha ganado cuatro hasta el momento.
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La estrategia es clara: salir a morder desde el inicio, como ante Tommy Paul, que ya demostró ese partido que el nivel puede ser ese, excelso, a milímetros de la perfección. La prueba es una primer opción de rotura en el primer juego.
La táctica también es clara: mortificar el revés del italiano y aprovechar la aceleración del brazo derecho para sentenciar en paralelo. O atraerlo a la red. O rematar de volea. O todo a la vez, lo que haga falta, que hay recursos, ligereza de movimientos y frescura de ideas para todo eso. Pero como dijo Juan Carlos Ferrero, hay muchos motivos para que eso no pase siempre.
También se lo espera Musetti, que esconde las debilidades con el revés con una enorme elasticidad para poner el cuerpo en escorzo y sacar su 'drive', que responde igual de bien que el del murciano aunque no lleve tanta velocidad.
Hay tanteo al inicio, aunque no signifique que no protagonicen puntos de museo, con marcaje a la derecha del otro, con delicadezas de una mano y de la otra, con ganas, energías y euforia en esta Chatrier cerrada, que llueve en París. Alcaraz busca ese nivel de superioridad sin desgaste, y saca potencia ante la elegancia del italiano. Acelera el murciano con dos latigazos hasta la segunda bola de 'break' en el séptimo juego. Resiste Musetti, muy sólido y a un nivel muy alto porque no se puede salir con menos ante el español. Y es una oportunidad de rotura en el séptimo juego que también se quedará en el limbo. Otra vez esta rémora que obligó a más ante Marozsan y Dzumhur y mucho más ante Shelton.
Busca alternativas Alcaraz, ahora el revés alto para quitarle la iniciativa al italiano, ahora la derecha cruzada en un ángulo imposible, ahora la dejada desde el fondo de la pista. Para sumar puntos de confianza cuando el juego está muy a favor. Pero también hay mosqueo porque lo que propone no sale lo limpio y lo perfecto que quiere. Y Musetti, a su máximo nivel, le pilla en un renuncio, en tres errores impropios, un mal juego de saque, una revés ancho, una derecha del 7 del mundo que lo sorprende más de la cuenta, y una derecha propia que se va al pasillo. Y de las dos opciones de rotura en el primero y el séptimo juego a favor, se pasa a un set en contra.
A Alcaraz se le oscurece la Chatrier, de lleno en ese bucle de malos pensamientos y errores que le enfadan (16). Tiene nivel para ganar a Musetti, que ya lo ha hecho en dos ocasiones este año y en cinco de los seis choques anteriores, pero frunce el ceño, paso torcido y desganado, esconde la agresividad e incluso se deja levantar una rotura que logra en blanco en el primer juego del segundo set. Hay que salir de ahí ya, que no quiere permitirle volar a Musetti, serenísimo y sin miedo. «Tranquilo, Carlitos», le grita la grada en un intento de sacarlo de esa oscuridad en la que se ha metido él solo, pura ansiedad corriendo por las venas.
Pero ha aprendido el murciano a que no siempre sale todo a su gusto, que le encantan las diabluras, como ese tiro entre las piernas que no le renta, y que si hay que tirar de humildad y bajar al escalón del sacrificio y el pico y pala, se hace. Que se puede ganar con sonrisa, con diversión, con fuegos artificiales, y también con solidez, trabajo y hasta jugando mal. Lo importante es aparecer el último día de torneo.
Decía a este periódico tras el choque contra Shelton que intenta que los malos pensamientos le duren lo mínimo posible, que cada vez sean más fugaces. Intenta sacudirlos con la derecha en su punto de ebullición, con puños y algún grito de rabia más que de júbilo. Y va saliendo a la superficie. Un derechazo, un remate, un restazo, un correr de lado a lado para forzar la resistencia de Musetti por los nervios de ir a favor de marcador. Y es primer paso hacia la salida del túnel. En pie en bloque el palco para levantar aún más los ánimos, que no está la mano limpia ni la cabeza despejada. Porque hay números raros: dos bolas de rotura convertidas pero siete desaprovechadas, por el cien por cien de acierto del rival (3/3). Y porque el 'break' que logra, para 6-5 y saque, vuelve a ser un espejismo, que el italiano no cede y la tela de araña todavía acompaña a Alcaraz un poco más, otros dos errores raros y una doble falta para alargar la agonía hasta el 'tie break'.
Ahí, todavía con alguna nube que le ronda la mente, se acaba de convencer de que mejor los puntos largos, bolas altas, dirigidas y controladas que los chispazos de genialidad. Para deconstruir el estilo de Musetti y sentenciarlo con una dejada que roza la cinta y cae en el lado del italiano y en su moral. Un set estupendo, dos 'breaks' en contra levantados y tener a Alcaraz a su antojo para que en siete puntos el partido se vuelva en su contra.
Suspira Alcaraz en el banco y sale a la carrera, que este es el nivel que quería alcanzar y ya lo tiene en su mano. Se ha despejado los fantasmas y vuelve a la ligereza, a los golpes ajustados y con potencia, a la senda de la final, donde jugaba ya desde el martes y por eso hay algún atragantamiento en este paso previo. Y ya no hay resistencia al otro lado de la red, que ha entendido Musetti que este Alcaraz es igual de superior que siempre. Este Alcaraz que encuentra por fin el nivel que llevaba buscando todo el encuentro.
Aunque no es el fin de partido que quería porque a Musetti se le hace demasiada la carga física después de dos horas y media de altísimo nivel y la factura se la pasa el muslo izquierdo, que necesita atención médica en el tercer set y también al inicio del cuarto. Y por el que tiene que claudicar al final, sin poder moverse y cabizbajo cuando asume la derrota, de Alcaraz y la física. Un acabar el partido antes de tiempo para el finalista en Montecarlo, semifinalista en Roma y semifinalista con honores en París.
Un París que empieza a ser un patio de recreo para el español, que en 2023 lo acalambraron la presión y el vértigo del escenario y el rival (Djokovic), que en 2024 ya hizo suya y que en 2025 la tiene también dominada. Es su segunda final aquí, la quinta de Grand Slam de las que ha ganado cuatro.
En el entrenamiento de la mañana se ha acercado a la placa con la que la Philippe Chatrier rinde homenaje a Rafael Nadal, y que está sirviendo de lugar de peregrinaje para los tenistas. Con sus pies junto a la huella del 14 veces campeón, Alcaraz ha inmortalizado esa cercanía que no solo es física y de inspiración a la vez, que empieza a ser también un vínculo entre lo que hizo el balear y lo que está intentando hacer el murciano: dominar la tierra batida.
Legacy 🇪🇸#RolandGarros pic.twitter.com/FGG7CH6LBz
— Roland-Garros (@rolandgarros) June 6, 2025
Con este triunfo ante Musetti, Alcaraz suma 21 en esta superficie, por una derrota (Holger Rune en la final de Barcelona). Una sucesión ilusionante para él. Falta ver la consistencia en el tiempo, por supuesto, pero en el hoy, se eleva como un tenista infranqueable en la arena, como lo había sido Nadal durante tantos años. No hay Zeppieri, Marozsan, Dzumhur, Shelton, Paul, Musetti que lo frenen hasta el momento.
Sinner rinde a la leyenda Djokovic
Quería creer la Philippe Chatrier, encantada siempre con las leyendas a las que se niega a retirar. Pasó aquí con Rafael Nadal, y pasa ahora con Novak Djokovic, 24 Grand Slams en su mano, con la que todavía ofreció puntazos extraordinarios, brillantes, de los de otra época, de su época de esplendor, que no fue hace tanto tiempo, pero esta es la de Alcaraz y Sinner. El italiano no atendió a leyendas, impertérrito en su caminar hacia la final de Roland Garros que se había propuesto desde hace tiempo y ahora sí que lo tiene todo para pelearle el título a Alcaraz.
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"Competir y ganar a uno de los mejores jugadores del mundo en un escenario tan grande como este es para lo que trabajo. Y todavía me empujo en el día a día a esta edad por este tipo de partidos y experiencias. Es como una prueba para mí mismo de que todavía puedo jugar al más alto nivel. Gané a Alcaraz en cuartos de Australia, y a Zverev aquí. Para mí, desde hace tiempo, los Grand Slams lo significan todo. Jugar en un Grand Slam contra el número 1 del mundo es… Bueno, no hay nada que pueda motivarme más a mi edad. Así es como me lo tomo ahora", admitía el de Belgrado, 24 Grand Slams en su palmarés, rendida la Philippe Chatrier cada vez que sale a la pista, que no quieren que sea este su último partido en París.
Aunque a priori se intuía que este Sinner podía deshacerse fácilmente de Djokovic, agotarlo con su potencia y dejarlo sin energía, que ya le va quedando poca, también había motivos para confiar en el serbio. Para empezar, e incluso para concluir, porque es Novak Djokovic. Y con ese nombre se entienden los récords, los 24 Grand Slams, los resurgimientos, los aullidos de triunfo, las jugadas maestras, los saques ilegibles, los restos imposibles, las dejadas perfectas, la resistencia, la consistencia, la inteligencia, la agilidad mental, los trucos de veterano, la versatilidad, la impecable lectura de los partidos y los rivales, la concordancia con la tierra batida, la conexión con una pista en la que fue el único en ganar a Rafael Nadal en dos ocasiones y de coronarse con el oro olímpico. Y porque al otro lado hay un Jannik Sinner imperial en la pista rápida, pero no tanto aquí, el que todavía no ha demostrado su inquebrantable resistencia en cinco sets sobre la arena.
La progresión ha sido evidente, el cambio de guardia, también, reflejado en el historial de triunfos en las citas anteriores. Montecarlo 2021, Wimbledon 2022, Wimbledon 2023 para Djokovic. Ya en noviembre de ese año, los dos en su punto más alto y el sorpasso: victoria de Sinner en la fase previa de la Copa de Maestros, victoria de Djokovic en la final, unos días después, victoria de Sinner en la Copa Davis, unos días después. A partir de ahí, el italiano es inalcanzable para un serbio que concentra todos sus esfuerzos y motivaciones en el oro olímpico: gana Sinner en Australia en enero y en la final de Shanghái en octubre.
En esos dos partidos el serbio no tuvo ni una sola opción de rotura, y eso que es, sin duda, el mejor restador del circuito, alargada esa definición desde que es profesional. En esta semifinal tampoco tuvo opción en el primer set, que peleó hasta lo que pudo, pero con una rotura en el quinto juego fue para el italiano sin remedio. Todavía firmó puntos brillantes, de los de otra época, su época de esplendor, que no fue hace tanto tiempo, pero esta es la de Alcaraz y Sinner, que llegaba a todas las dejadas que humillaron a Zverev, y las devolvía con más arte.
Otra rotura, desfondado el serbio en los puntos de más de 10 intercambios, fue suficiente para atrapar el segundo parcial. Imposible desequilibrar el saque de este número 1 del mundo que ha tenido tres meses para prepararse físicamente con ese castigo a la carta que apenas le hizo daño. Como tampoco le hace Djokovic, quejido en cada golpe, consciente de la velocidad de pelota, alejada a la que está acostumbrado, pero bravo en cualquier caso. Que es serbio, que es Djokovic.
Que es el mejor restador del circuito y hace honor a ello, recuperado el 'break' para empatar a cinco con puño y grito al cielo. Esto es Djokovic.
Pero Sinner, a lo suyo, en un camino impoluto hacia la final, sin ceder ni un solo set. Por mucho que lo intentara el serbio, que lo engatusó como sabe hacer y hasta tuvo tres bolas de set para ganar el tercero. Hasta forzó al italiano a un 'tie break', olvidadas las molestias en la cadera, tan difícil esa empresa.
Sufrió Sinner, que la presión de querer terminar en tres sets, ante un Djokovic puro Djokovic, lo hizo dudar más de la cuenta. Pero silenció a la Chatrier, imperturbable aunque indique siempre que por dentro es una tormenta. La que se levantó en la pista, y ovación para la leyenda Novak Djokovic, al que también Sinner le rindió honores con un aplauso mientras decía adiós. Quién sabe si la última vez en la Philippe Chatrier. El de Belgrado, 24 Grand Slams, sigue motivado. No sabe qué pasará de aquí a un año como para responder si volverá a Roland Garros, pero en su hoja de ruta sigue estando jugar los grandes torneos, por lo que a Wimbledon se ha apuntado ya. Con este nivel, cómo no hacerlo.
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