El portátil, como «un libro más»
Dos familias explican a ABC cómo ha cambiado para bien que sus hijos cuenten con miniportátiles para realizar sus tareas en la escuela y desde sus casas, sin que ello suponga una distracción para su educación
Colegio durante 24 horas todos los días del año. Lo que de entrada parece la pesadilla de cualquier escolar, para los pequeños cuyas familias han optado por los miniportátiles ofrecidos por la Consejería de Educación está siendo de entrada una gozada. La razón hay que buscarla en las posibilidades que estas herramientas informáticas ofrecen a los estudiantes a la hora de estudiar y aprender desde la creatividad y la interactividad con sus compañeros, incluso desde casa, además de poder consultar dudas y plantear propuestas a los profesores vía telemática. Así lo entienden Marcos Rodríguez Ovejero y Adrián Casas Sanz, de once años de edad y alumnos, respectivamente, de los colegios Miguel de Cervantes de Valladolid y del Pío del Río Hortega de la localidad vallisoletana de Arrabal de Portillo, que disfrutan del miniportátil, convertido en parte en un semijuguete, eso sí, instructivo y educativo para ellos.
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Los padres de Marcos, Jesús Ángel y Ana Rita, se muestran casi tan entusiasmados como el hijo: «Esto es el futuro, es la revolución del siglo XXI», apuntan. Y es que la red de redes es el vínculo que conecta a los escolares cuando están presentes en el aula digital —donde realizan todas las tareas desde su portátil, que se pueden ver al momento en la pizarra digital de clase— o en su casa, donde trabajan en los deberes que les ha descargado previamente el profesor, además de poder trabajar en línea con sus compañeros. «Lo bueno es que puedo buscar cualquier información rápidamente para hacer los deberes», apunta Marcos, que a pesar de confesar que le sigue gustando escribir con bolígrafo, reconoce que «con el portátil es más fácil trabajar y hago más que con los libros». No en vano, el programa de la Consejería descarga exclusivamente aplicaciones educativas en estos miniportátiles. De hecho, no se pueden usar para otras funciones.
Colaboración docente
Precisamente, la colaboración del profesorado es clave en la implantación de la informática en las aulas, algo que, como señalan Jesús Ángel y Ana Rita, se da por unanimidad en el profesorado del colegio Miguel de Cervantes, siempre a la vanguardia en la aplicación de las nuevas tecnologías. Estos padres consideran el miniportátil «un libro más». En este sentido, no tienen temor a un mal uso de su hijo, ya que «existen controles parentales, aunque lo importante es educarle en la responsabilidad para que no entren en páginas peligrosas, que por otra parte puede hacer desde cualquier otro ordenador». De la misma opinión son los padres de Adrián Casas Sanz. Luis y Rosa María admiten que algunas familias muestran sus recelos a pedir el miniportátil por creer que puede ser una puerta a espacios indeseables para menores, pero «para eso está la educación de los padres. De todos modos, peor es un botellón», advierten ambos, que tienen un ordenador personal en casa en el salón, eso sí, a la vista de todos los miembros de la familia.
Adrián, que antes de tener el miniportátil ya usaba el ordenador de la familia, tiene claro que el ordenador«es para trabajar para la escuela», mientras que con el de casa juega. De todos modos, confiesa que el miniportátil se mantiene en contacto con sus compañeros de clase. De todos modos, frente al temor de que la tecnología absorba su ocio, su madre asegura que «al vivir en un pueblo, sale sin problemas con sus amigos en la calle».
Por otra parte, esta familia de Arrabal de Portillo entiende perfectamente que se les pida una fianza de 25 euros para asegurar su mantenimiento y arreglar posibles deterioros por su uso. Y de paso, «los niños se hacen más responsables de lo que tienen».
Además de las ventajas docentes y didácticas del miniportátil, se añaden las facilidades para los progenitores a la hora de controlar las actividades escolares de sus hijos. Cada equipo cuenta con una clave de acceso, que también conocen los padres. De este modo, pueden saber qué trabajos han de realizar sus hijos y si los hacen. A pesar de que de este modo, el control paterno y del profesorado es más directo sobre los chavales, ni Marcos ni Adrián se muestran preocupados por ello. Quizá la razón esté en que ambos, según confiesan sus padres, son responsables desde siempre, más allá de tener o no ordenador, para hacer sus tareas escolares.
Dos velocidades
Las dos familias coinciden en valorar el esfuerzo que hacen los profesores, que también se tienen que poner al día, incluso algunos más que los propios escolares, ya acostumbrados al mundo digital. Sin embargo, también saben de otros centros escolares donde la resistencia por parte de los docentes, aun no siendo frontal, si es sutil a la hora de informar por «obligación» a las familias y alumnos de la posibilidad de solicitar los miniportátiles, recalcando que es una opción voluntaria. Pero no parece que pueda haber paso atrás. Como señaló esta semana el viceconsejero de Educación Escolar, Fernando Sánchez-Pascuala, poco a poco se irán descargando libros de texto digitales en estos aparatos. Además, si no se avanza en su implantación, se corre el peligro de que haya dos velocidades entre un centro escolar digitalizado y otro no. Es más, podría darse el caso de que dentro de un mismo colegio hubiese clases digitales y otras no.
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