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Columnas / UNA RAYA EN EL AGUA

Vientre de alquiler

Los batasunos han contratado a EA como vientre de alquiler para incubar el huevo de la serpiente

Día 23/06/2010 - 04.05h
ACUCIADOS por la necesidad perentoria de encontrar hueco en las instituciones locales que alimentan su entramado filoterrorista, los batasunos han contratado a Eusko Alkartasuna como vientre de alquiler para incubar el huevo de la serpiente al calor del presupuesto público. El pequeño partido que fundase Carlos Garaicochea tras su ruptura con el caciquismo peneuvista ha terminado arrendándose como útero de conveniencia a cambio de un incierto papel de comparsa concedido por el brazo político de ETA, cuyas listas se presta a blanquear en una operación que acabará contaminándolo de indignidades. La primera ya se la han tragado al aceptar un acto fundacional absorbido por la hipócrita retórica batasunera, que no ha hecho ni una sola concesión en su obstinada negativa al arrepentimiento.
Ese aquelarre de delirio soberanista en el que algunos ingenuos esperaban la conversión democrática de Batasuna forma parte de la estrategia marcada —por escrito para que no haya dudas— por la dirección de ETA. Lejos de acercarse a la «pista de aterrizaje» que el socialista Eguiguren trata de construir al margen, según él, del Gobierno que le consiente sus manejos, Batasuna ha preferido la seguridad de un aeródromo amigo en el que puede tomar tierra sin condiciones previas. Si alguien sigue soñando con un segundo «proceso de paz» —pronúnciese pazzzzzzz— está a tiempo de desengañarse. Los movimientos ambiguos, las líneas de diálogo oficioso y las idas y venidas de mediadores de ocasión carecen de sentido ante la incapacidad que el entorno etarra muestra para desmarcarse de sus siniestras tutelas. Y si alguien no lo impide mediante el refuerzo de la acción jurídica del Estado —¿quizá una modificación de la Ley de Partidos?— el año que viene volverá a haber cómplices del terror cobrando sueldos de ayuntamientos vascos. Ésa, y no las de las declaraciones altisonantes, es la piedra de toque de la voluntad política de cerrarles el paso.
El Gobierno, que está ejerciendo de manera impecable la acción policial, se mueve sin embargo con perniciosa ambigüedad en el terreno de la presión política. Hay demasiados indicios de que el zapaterismo no ha dejado de creer en la redención de los batasunos, casi tantos como los que éstos ofrecen de continuar de la mano de los verdugos de la capucha. A cada expectativa responden con un escupitajo; su estrategia consiste en ganar terreno ante cualquier concesión para reforzar sus posiciones de poder. Si nadie les para los pies el próximo paso —también está escrito— será una escalada de movilizaciones. Hasta ahora, todos los gobiernos democráticos se han dejado embaucar una vez por la milonga de las treguas, procesos, tanteos y demás señuelos; el que se engañe dos veces carecerá de coartada para no avergonzarse de sí mismo.
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