A partir de ahí, existe un sitio ideal para aprenderlo todo de aquellos años. Es el Apartheid Museum, ubicado en dirección Soweto desde Johannesburgo, de donde yo procedía. Es una visita de obligado cumplimiento.
Para situarse, el museo tiene puertas diferentes, como era normal hasta hace no tanto tiempo: una para los blancos, otra para los negros. El recuerdo es cercano para mucha gente. “Fue una época muy dura. Muchas veces no podías volver a tu casa porque había disturbios. Y entonces tenías que quedarte a dormir en el trabajo. En los coches ni siquiera podíamos ir sentados en paralelo gente de distinto color…”, me cuenta Elías, mi taxista de ocasión.
El museo muestra reproducciones de cárceles, de patíbulos, discursos de los presidentes racistas… y montones de efectos personales de Nelson Mandela. Aquí, él lo es todo, el más grande. Popularmente se le conoce como Madiba, el rellenador de zanjas, el unificador. Gandhi, el Mahatma (alma superior, como le bautizó Tagore) durante sus dos décadas en Sudáfrica como inmigrante en los territorios de Natal predicó el sacrificio personal como vía al éxito político. Él y Mandela surcaron vías paralelas.
“No, no, Gandhi es famoso sólo gracias a Madiba. Nelson es el más grande”, me insiste Elías, y no admite discusión. El punto culminante de la trayectoria de Mandela en su planificación de un país que superara sus conflictos llegó en 1995. La excusa que buscó fue la organización del Mundial de rugby. Este deporte, casi exclusivamente blanco en los años del Apartheid, fue usado hábilmente por Madiba para meterse en el bolsillo a los blancos.
El día de la final se colocó la zamarra con el dorsal 6, la del capitán, el blanco François Pienaar. “Nel-son, Nel-son”, atronó la grada, donde casi no había negros. John Carling ha escrito un excelente libro sobre la instrumentación del deporte por Mandela en la unificación. Playing the enemy es el sugerente título, que en Español se ha traducido como El Factor Humano, título calcado de una novela de Graham Greene, por cierto. También ha sido adaptada al cine nada menos que por Clint Eastwood y con Morgan Freeman como Madiba. Grande el viejo Morgan. No es poca cosa.




















