Cuando llegamos, intuimos rápidamente que no tenía nada que ver con el resto de la gran urbe. Es un micro-universo donde se respira un aire muy tranquilo y alegre, predominando las casas con un gran colorido en sus fachadas. Preguntamos a una coyoaconense y nos explicó que esos coloridos atestiguaban que todavía quedaba algún resquicio de la época colonial. Y lo dijo con orgullo. Coyoacán invita al paseo y eso hicimos. Vimos numerosos artistas e incluso a personas reivindicando a través del FZLN (Frente Zapatista de Liberación Nacional) los derechos de los indígenas mexicanos y de Chiapas.
Resulta curiosa la cantidad de cafés y churrerías que hay (recomiendo Churrería Coyoacán, situada en la avenida principal), imprimiéndole aún más ese aire bohemio e intelectual a la zona. También nos sorprendió ver una iglesia protestante (iglesia nacional presbiteriana) siendo México en su mayoría de religión católica. El Jardín Hidalgo, el conocidísimo Estadio Azteca, el ex-convento de Churubusco, las capillas de la Conchita y Santa Catalina de Siena, los Viveros de Coyoacán... La cantidad de atractivos de Coyoacán es sorprendente. Por encima de la media.
Hicimos una parada y nos deleitaron con un sabroso café en el, valga la redundancia, Café del Barrio Viejo (situado también en la avenida principal), muy ambientado con gente de todas clases, bohemios, artistas, ejecutivos y un largo etcétera. Allí mismo nos confirmaron que estábamos cerca de la casa de Frida Kahlo (pintora y mujer del pintor mexicano Diego Rivera). Antes de llegar a la casa de la mítica Frida cambiamos algo de dinero (para los amantes de los números, sepan que en Coyoacán nos dieron el mejor cambio de nuestra estancia en México).
LAS RELIQUIAS DE LA GRAN FRIDA
La fachada principal de la casa (actualmente Museo Frida Kahlo) no queda inadvertido a los ojos de cualquier persona; es digno de admirar el colorido (predominan principalmente el rojo y azul) de la 'Casa Azul' (como se le llama también al museo). Al recorrer el edificio revivimos lo que esta mujer sufrió en la última parte de su corta vida (murió a los 47 años después de una larga enfermedad). Lo que más nos impactó fueron los objetos personales que aún están en su dormitorio, tales como su silla de ruedas (le amputaron una pierna) y los dolorosos corsés de metal. En sus pinturas también se refleja el dolor en el periodo que cayó enferma.
Aunque la relación entre Diego y Frida sufrió muchos altibajos, no hay duda de que había algo de amor y pasión entre los dos, y eso se ve reflejado en la casa. La inmensa paleta de colores fuertes y vivos en todos los rincones de la vivienda transmite tranquilidad y felicidad. La verdad que el recorrido por la casa fue de lo más ameno; sin lugar a dudas se trata de una reliquia de la época colonial.
Uno de los momentos culminantes de nuestra visita fue cuando vimos, en uno de los dormitorios, esculturas en forma de esqueleto y multicolores... una vez más Frida plasmaba todo lo que sentía y pensaba en sus obras. Aún así uno no se siente ni triste ni apenado con lo que ve (es curioso) y claramente esto es debido a la fuerza que transmite Frida en todas sus obras (allí mismo nos comentaron que a pesar de sus desgracias esta mujer era una persona extremadamente dura).
En la zona exterior de la zona ajardinada de la casa, se puede leer perfectamente (y por supuesto sobre un fondo azul) "Frida y Diego vivieron en esta casa, 1929-1954". Ya cuando nos íbamos, un oriundo del lugar nos gritó y nos dijo: "¡La que pintaba era ella, no él!". Creo que esta parte aún no está escrita...



















