Lo normal es contratar un guía que se maneje bien. Pero no quería quitarle emoción al asunto, así que decidí entrar en Fez el-Bali sin guía. Pero, eso sí, con un planito tirando a malo y una brújula. Entro por la puerta de Bak el Mahrouk a eso de las ocho de la mañana. Los puestos del Mercado de la Fruta no funcionan todavía, aunque algunos comerciantes preparan ya sus tenderetes. Sigo recto. Las carnicerías se llenan de pollos vivos, carne muy fresca, sin duda. Siguiendo la dirección de la calle, te encuentras con la madraza de Bue Inania, del siglo XIV. Verla es deleitarse con esta verdadera joya del estilo benimerín. Justo enfrente, llama la atención la hermosura de una excelente construcción que es un reloj de agua.
De repente, lo inevitable: me adentro en un callejón de menos de medio metro de ancho y un individuo, pensando que ando perdido, me ofrece hacer de guía y llevarme a un funduq, una casa tradicional. Al final, acaba por meterme en un patio lleno de pieles en bruto. La pestilencia es enorme. Aquí se limpian con agua las pieles de sangre del animal y las montan en un burro que las lleva a las tenerías. Justo cuando vamos a salir, un burro se resbala y cae al suelo. Siento pena por el pobre animal, pero lo bordeo, porque bloquea la puerta de salida y continúo con mi camino por la calle principal.
Otro personaje comienza a querer ser mi guía. Éste es más insistente, no se despega. Tras un buen rato, acabo diciéndole que no lo necesito y se despide dándome un beso en la cabeza. Justo a la altura del Zoco de la Hena, es hora de hacer un giro a la izquierda y callejear en dirección noroeste hasta la puerta de Bab Guissa. El camino es casi rectilíneo hasta salir de las murallas. El hotel Safitel Palais Jamaï está cerca y allí veo unas rulots con actores y actrices que se preparan para el rodaje de una película.
Vuelvo hacia atrás hasta la calle principal, Talaa Kebira, siguiendo mis pasos como si fuera Pulgarcito y sus migas de pan al lugar exacto donde la abandoné. A pocos metros se encuentra la madraza de El-Atterine, joya del estilo benimerín. No mucho más lejos está la mezquita y universidad de Kairouaniyin. Se puede ver desde la puerta, es enorme. Un transeúnte me ofrece sus servicios. Le digo que no, como siempre, pero me sigue, como siempre. Se cruza con otros dos y me ofrecen ver la mezquita desde una azotea. Decido fiarme de ellos y los sigo a través de unos callejones de un aspecto horrible hasta llegar a un funduq convertido en tienda de alfombras. La vista desde arriba es fantástica, no sólo de la mezquita (quizás el mayor centro de estudios islámicos del mundo) sino también de toda la medina.