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Destinos / UNA SELECTA VISITA LEJOS DE LA MULTITUD Y REGUARDADOS POR LA OSCURA MADRUGADA

Venecia para el insomnio

Día 08/10/2012 - 10.14h

Venecia no se entiende sin sus turistas. La cantidad de visitantes habitual duplica largamente el número de residentes en la ciudad de los canales. Regla número uno: prohibido pararse para evitar interferir en una foto. Si una quiere ser galante y no irrumpir en un encuadre, corre el riesgo de no avanzar y tardar minutos en recorrer unos pocos metros. "Esto es Venecia y aquí no es posible detenerse", sostiene Nicola, un oriundo de pro.

Visitar esta ciudad de casi milenio y medio de increíble historia supone toparse con la mejor representación de aquello de 'paseos que son museos' hasta el punto de que casi parece un sueño y no la realidad. Quizás el problema sean los 100.000 turistas o más que siempre la pueblan, los compradores compulsivos de máscaras de carnaval de dudoso gusto y de recuerdos de cristal de murano... pero de alguien tienen que vivir los gondoleros, pienso yo.

Con tanto tumulto pululante, para mí está más que claro que Venecia es una ciudad para el insomnio. Todo cierra muy pronto para que los turistas estén frescos y descansados y así sigan consumiendo al día siguiente. Es por la noche cuando mejor luce la ciudad, casi desierta e incluso con más ratas que personas (las estadísticas apuntan que hay cuatro por cada habitante...).

Un paseo en la oscuridad saca a flote lo mejor. Está claro que son imperdoables las visitas a la Basilica de san Marco, el Palazzo Ducale, la Peggy Guggenheim Collection (donde se encuentran enterrados los restos de la gran mecenas... y de sus perros), la Gallerie dell'Accademia, Basilica di santa Maria della Salute (erigida para dar gracias por el final de la epidemia de peste) y Arsenale, entre otras muchas joyas.

Todas ellas están abiertas de día, de acuerdo. La noche es para otra cosa: es para cruzar el Puente Rialto sin gente, aspirar el intenso olor a pescado del vecino Mercado de Peces con su espectacular columnata, a pesar de que hace ya horas que no se vende nada. También da para encontrar la Calle e Corte Contarini dal Bovolo, donde se encuentra la casa imaginaria de Corto Maltés, ese alter ego italiano a Don Juan, siempre a caballo entre la realidad y la leyenda.

Es por la noche cuando mejor saben los 'spritzs' en Bancogiro, el local del que aseguran fue sede del primer banco de occidente. A día de hoy es una curiosa taberna que condensa el mejor espíritu veneciano. Seguimos en la oscuridad para visitar el Conservatorio, escenario de múltiples películas de James Bond, a cuyo primer patio (la estructura es sorprendentemente doble) se puede acceder simplemente abriendo un pestillo por un callejón que conduce al Gran Canal. Se siente una tan afortunada y privilegiada que no para de pellizcarse.

Es la noche, por supuesto, el momento ideal para recorrer la Via dei Assassini. Es venecia una ciudad que venera a los criminales y les concede calles. Incluso un carnicero de principios del siglo pasado, habitual consumidor y vendedor de carne humana, ha sido honrado. Increíble pero cierto.

Está claro que también de madrugada corre una el riesgo de encontrarse todo el rato con los muchos estudiantes extranjeros que se emborrachan diariamente por decreto y que van gritando y montando el número por las calles y campos en busca normalmente de 'Piccolo Mondo', un costoso local de moda. Algunos de ellos incluso caen a los canales, para regocijo de los venecianos, que sólo lo hacen aposta si Italia gana un Mundial de fútbol. "Y lo hacemos en el Gran Canal, donde hay más corriente porque en los canales pequeños el agua está demasiado sucia", me recuerda Nicola.

El remate de un gran paseo noctámbulo es una visita (externa) a la Iglesia de San Barnaba, muy cerca de Campo Santa Margarita. Es el lugar donde arranca 'la última cruzada' de Indiana Jones. Bajo su solería se supone que se encuentran enterrados caballeros cruzados que fueron a batallar a los lugares santos de la cristiandad. Antes de irnos a dormir, damos las buenas noches en la casa de Carlo Goldoni, el padre de la comedia italiana, una de la pocas mansiones que muestran su interior a través de una celosía desde la calle. De camino a la cama me regocijo por encontrar un callejón iluminado por una pequeña linterna, como a la antigua usanza. Eso sólo es posible ahora, en la fría madrugada.

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