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Destinos / ACUDIMOS AL FIB PARA VIVIR EN PRIMERA PERSONA LA EXTENUANTE EXPERIENCIA DE CONCIERTOS SIN SOLUCIÓN DE CONTINUIDAD

El Festival de Benicàssim... autocaravana incluida

Soy de los que aunque aún no haya salido del frío invierno ya le estoy echando un ojo al cálido verano. De forma casi automática la cabeza empieza a planear las posibilidades que se barajan para sacarle partido a los días libres. En mi caso me encontraba en pleno mes de mayo encerrado en la biblioteca con mis apuntes por delante. De repente recibo una llamada inesperada. El móvil vibró interrumpiendo mi concentración. Me convocan para el FIB, que no el FBI. Correcto, confirmo presencia...

Día 05/10/2012 - 15.23h

Mi amigo Javier, al otro lado del aparato, es el convocante. Tenía buenas referencias del Festival Internacional de Benicàssim, pero nunca lo había vivido en primera persona. Como concepto me atraía el plan de playa, sol, conciertos y un ambiente que llama la atención por lo singular y extravagante. No hizo falta respuesta alguna, porque mientras la conversación fluía fui informado de que las entradas ya obraban en nuestro poder. Así se las gastan en Benicasim.

La oferta que propone el FIB es cultural... sí, cultural, dedicada especialmente a la música. No hay lujos ni adornos, no hay silencios, es una propuesta viva, llena de energía y movimiento. Uno no va al FIB a buscar la paz. En mi caso, algunos de los concurrentes había acumulado un año lleno de tensión y agobio. Nos encaminamos al escenario perfecto para purgarse, reciclarse y disfrutar con mucha intensidad.

Como gran amante de los festivales que me considero, me preocupaba por tener un buen lugar donde recuperar fuerzas, comer bien y dormir mejor. Lo considero indispensable para este tipo de planes tan exigentes en lo físico. El tiempo se nos echaba encima, la oferta estaba agotada (ojo, no lo dejes para el final que luego hay lío) y no nos veíamos acampando bajo el abrasante sol en un gran campo de girasoles. No se lo recomiendo nadie: el concepto dormir en una tienda en esas condiciones es misión imposible. Soy testigo.

No lo dudamos y optamos por la opción caravana. Total acierto, ya que conseguimos vivir el festival desde dentro, comiendo como reyes y durmiendo como niños, elementos ambos fundamentales para el disfrute en toda regla. Largas barbacoas y espectáculo de luces aparecían en el horizonte.

Llegando de madrugada, necesitamos unas cuantas indicaciones por parte de los voluntarios para encontrar el lugar de acampada y poder establecernos como Dios manda. Una vez allí, la diversión estaba servida en bandeja. Una gran explanada, atracciones de todo tipo, pequeños puestos de comida y bebida, de karaoke y de ropa. Todo de los más bizarro y dispar. Compramos unas cervezas y nos echamos en los brazos del festival. Noche intensa de conciertos de primer nivel, mucho baile, sensaciones elevadas como sólo la música puede ofrecer y un ambiente acuciante que invita e invita a poner los cinco sentidos en la atmósfera del momento y a soltar lastre y parásitos acumulados durante el año. Terminamos tarde, muy tarde, y como todo el mundo, teníamos que recuperar fuerzas. Se acaba literalmente agotado.

A la mañana siguiente decidimos acercarnos a la costa. Nos parecía una buena opción un chapuzón en el Mediterráneo y visitar Benicasim. Al llegar, sorpresa: nos encontramos con una playa totalmente transformada, un recinto abierto al arte contemporáneo. Diversas exposiciones daban solución de continuidad a la marcha de la noche anterior. Cumplimos con nuestro momento de relax y nos acercamos a echar un ojo a la propuesta artística que organizaba el festival. Quien piense que el FIB se agota en su propuesta musical se equivoca de plano, pues también proponen actividades teatrales y cortos, se busca la fusión de conceptos y el intercambio de ideas. No tardé en darme cuenta de que el festival es una excelente oportunidad para artistas jóvenes que buscan un escenario para catapultar su carrera. En Benicasim encuentran un público vivo, dispuesto y además dispar. Una gran ocasión para dar el salto. Comentamos algunas de las obras, pero no demasiado. Era el momento de preparar una gran barbacoa y dormir un poco antes del siguiente asalto.

MEJOR PROGRAMAR QUE IMPROVISAR

El FIB parece un organismo vivo, gente de los lugares más insospechados del planeta se concentran en estas fechas para ver actuar a sus grupos preferidos. Muy buen ambiente, mucha cerveza (hay que pelear para conseguirla fría) y no menos alegría. Hay pocos mtivos para no lucir una actitud abierta hacia la diversión y el ambiente que uno se encuentra invita constatemente a ello. El paso de los días se deja sentir en el cuerpo, se produce cierto desgaste. Si hay algo que tengo que resaltar de este viaje es que son jornadas realmente intensas, de no parar de un lado para otro, en cuanto terminas un concierto de inmediato comienza otro... hasta el punto de que resulta imposible ver toda la oferta que el festival propone.

En nuestro caso organizamos una hoja de ruta desde el principio, gracias al folleto que proporciona la organización. He de reconocer que nunca se cumple totalmente, pero es la mejor forma de hacer una selección, que por lo ingente de la oferta se antoja necesario. Tras tres días de máximo movimiento, el FIB cerró suspuertas y nuestra sensación fue unánime: el próximo año, si el cartel acompaña, volveremos a dar la cara.

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