A pocos kilómetros de Las Palmas se puede hacer un pequeño alto para ver el Cenobio de Valerón. Es un gran, enorme, agujero vertical en la falda de la montaña. Se encuentra lleno de compartimentos interiores trabajados en piedra volcánica con forma de un gran termitero. Tenía la función de granero de la época guanche, no hace tanto de aquello. El sentido funcional de la construcción se acompaña de unas vistas majestuosas.
Una vez pasada la localidad de Agaete, empieza el espectáculo. La carretera se empina, aparecen innumerables curvas con ángulos insospechados que aportan las mejores perspectivas del mar desde los constantes acantilados. No es apto para aquéllos que se mareen fácilmente en un coche. Perdí la cuenta para que primase la seguridad en la conducción. Normal, los canarios aseguran que son 365 curvas, tantas como los días del año cuando no es bisiesto.
Disfrutando de las vista se llega al Mirador del Balcón. Es un lugar muy fácil de reconocer, pues hay un mini aparcamiento. Un quiosco ofrece unos dulces, quizás algo empalagosos para volver a ponerse al volante. Difícil para picar. Algunos cuervos sobrevuelan para tratar de aprovechar los restos que los turistas no son capaces de ingerir. Tinte poético. Unas pequeñas escaleras conducen al balcón. Demasiado viento es la norma. La espectacular vista de los acantilados es espectacular.
Pocos kilómetros más adelante está la playa de la aldea de San Nicolás. Es de guijarros, pero eso no le resta encanto. Gran momento para pedir un humeante té y poner la mente en blanco. La gozada de no pensar en nada con el viento marino golpeando fuerte. La marea en esta parte del occidente de la isla tiene retranca. No invita demasiado al baño. Ya en La Aldea, como llaman al municipio, se suceden molinos muy antiguos, con espíritu. Algunas casas son un auténtico patrimonio cultural.
A partir de ahí la carretera abandona la costa, se mete en el interior a través de un paisaje con poca vegetación y color de la tierra muy marrón. El destino se cumple, el deseado sur se abre ante mí. Puerto Mogán da la bienvenida.