El objetivo del día era ver las pirámides y entrar en su interior, pero con el inconveniente que tan sólo venden unas 150 entradas diarias para acceder a la tumba de Keops. Esto no siempre es así: hay ocasiones en las que sólo se puede visitar alguna de las otras dos pirámides. Conviene, pues, informarse.
La situación de partida era ideal. Estábamos en una de las principales avenidas del barrio de Giza, la calle de las Pirámides, también conocida en El Cairo como Al Ahram. Un taxi era la mejor forma de superar los cuatro kilómetros que nos separaban de nuestro destino. Pero nunca hay que pensar que se tarda cinco minutos en llegar. No en El Cairo. El tráfico es densísimo, así que hay calcular que el trayecto puede durar entre 20 minutos y media hora. Íbamos seis personas, pero el taxista no puso pegas para meter; a tanta gente. De hecho, nos cuentan, no suelen ponerlas. Eso sí, luego no te puedes quejar por la incomodidad.
Durante el camino, percibí que el conductor empezó a callejear, evitando la avenida principal, que te deja directamente en la puerta del complejo. Nos dejamos llevar y, por fin, nos dejó en la puerta. A media hora de la apertura y no había nadie por allí. La situación era muy extraña, dada la cantidad de turistas que acuden aquí diariamente. Había una taquilla por lo menos, y enfrente dos restaurantes, o algo así, internacionales: Pizza Hut y KFC. Nos pareció una pista favorable.
Nos pegamos un madrugón considerable para ser unos de los escasos afortunados que entraran en la Gran Pirámide, pero todo apuntaba a que habíamos hecho algo mal. Muchos detalles no cuadraban, como el hecho de que no hubiera aparcamiento para autobuses, algo básico. Tras muchas preguntas, y con serias dificultades de comunicación, llegamos a la conclusión de que los tíckets para la pirámide de Keops sólo los vendían en la entrada principal, y nosotros estábamos en una entrada secundaria dónde no había ni un turista. Sólo los vendedores ambulantes y los trabajadores acceden por aquí.
Se acercó la hora, las ocho en punto. La taquilla abrió y nos indicaron que las entradas para la gran pirámide se vendían en la entrada principal. Aquí sólo vendían entradas para el recinto. Entramos agolpados con decenas de vendedores y buscavidas egipcios y uno de mis amigos salió con el dinero corriendo en misión especial para conseguir los boletos para la tumba de Keops. Así corrió algo más de un kilómetro junto a la Esfinge y las pirámides, haciendo la carrera más monumental de su vida. Tras muchas preguntas, vueltas y desinformaciones, consiguió las últimas entradas. Objetivo cumplido.
Lo bueno de entrar por la puerta de atrás, en todo caso, es que te encuentras el recinto sin nadie. Y eso es todo un privilegio. Aunque para ver la gran pirámide hay que llevar en el grupo a un buen mediofondista. Por si alguien se anima a entrar por aquí, tendrá que pedirle al taxista que le lleve a la puerta de la calle Sharia Abou El Houl, o bien con decirle la puerta de la Esfinge puede ser suficiente. Ánimo.




















