Es una de las explicaciones, sin duda, en una sociedad en la que los niños no tienen actividades extra escolares, sino 'intro escolares'. En la que los niños entran por la mañana temprano en la escuela y de la que salen para la cena. Preparándose para dejar de ser niños cuanto antes y hacer lo mismo, pero en el trabajo.
Pero también hay otras razones más prosaicas. Como por ejemplo las inmensas e interminables galerías subterráneas que acompañan a toda la red de metro y tren que rodean Seúl y todas sus pequeñas concentraciones urbanísticas de alrededor. Bajo tierra puedes encontrar de todo. Sobre todo móviles, de marcas coreanas, preferentemente, como Samsung, que se lleva la palma, o LG, entre otras muchas. Por supuesto también puedes encontrar comida, de todo tipo, lista para ingerir o lista para comprar en mercados. Cafeterías, tiendas de joyas, galerías de electrodomésticos, tenderetes tradicionales... Así se empieza a explicar uno por qué hay más gente bajo tierra que en la superficie, sobre todo si es invierno y hace un frío que pela a ras de asfalto.
Pero hubo algo difícil de encontrar bajo tierra. De hecho, se pueden encontrar a mucha altura. Los norebang. Norenbag, en coreano, significa karaoke, pero es mucho más que un karaoke tradicional a la española. Un norebang puede ser desde un punto de encuentro familiar hasta un lugar de celebración de bodas, fiestas, etc., pasando por un pequeño habitáculo donde uno, solo uno, de entre esos 23 millones de habitantes de Seúl, se encuentra a salvo de la vida extremadamente ordenada y encajonada de un coreano común.
Los norebang;son extremadamente curiosos. Los hay de muchos tipos, algunos parecen salón de celebraciones, y otros están dispuestos al estilo de salones de juego, como las muchas salas 'playstation' que hay en Corea y en Seúl, donde acudes a jugar a la consola con tus amigos o en soledad. Pues lo mismo el norebang, acudes con amigos o en soledad.
No me queda otra que describirles uno sin par en Bupyeong-gu, uno de los distritos administrativos alrededor de Seúl. Está en un rascacielos, con unas vistas impresionantes de la gris y vasta Seúl, allá hasta donde la polución deje. Se llega en ascensor, tras más de un minuto de ascenso. Ante el visitante se abren las puertas y luego aparece un mostrador con una señorita diligente presta a mostrar la galería de cuartos de norebang. Algunos ocupados, la mayoría vacíos (más tenía que ver con la hora, cinco de la madrugada, ya que están abiertos 24 horas), algunos lujosos, otros más básicos.
Una vez dentro de uno, de gama media por un módico de precio de wones, insonorizado, con un sofá realmente cómodo, con una televisión de última genración, plana, y con dos libretos, uno en inglés, otro en coreano, con un minibar privado, con una decoración gustosa, aunque con algo chauvinista y con demasiados retoques dorados, con cámaras de vigilancia para que el cuarto de cante no se convierta en otro sucedáneo menos elegante, te sientes preparado para cantar, hacer el ridículo o relajarte, sea la hora que sea, estés como estés.
Es curioso, pero a cualquier hora del día la gente en las calles va y viene, con algún destino claro, se supone; pero es en los norebang donde ves a los coreanos estar, además de sus casas, claro. Por eso siempre es agradable, por una vez, parar, aunque sea para cantar una canción. Y las hay en español. Hasta Bisbal.
