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«El rey Luis XIV quiso dominar el mundo a través de las artes»

«El rey Luis XIV quiso dominar el mundo a través de las artes»

El Salón de los Espejos del Palacio de Versalles ha sido testigo de numerosos y muy importantes acontecimientos en los últimos tres siglos. Desde la boda de María Antonieta con Luis XVI, en 1770, a la firma del Tratado que puso fin a la Gran Guerra.

La semana pasada fue escenario de un acontecimiento también extraordinario, por lo fuera de lo común, un concierto organizado por el Centro de Música Barroca de Versalles para presentar el programa «Divertissments Royaux», que reúne obras de los compositores que trabajaron a las órdenes de Luis XIV -Lalande, Campra, Charpentier y Couperin-, muy conocidos en la época, aunque no tanto como el grandísimo Lully, el preferido del monarca hasta poco antes de su muerte. Su obra oscureció la de sus contemporáneos, que ahora trasciende gracias a la labor de recuperación de este centro. El concierto estuvo a cargo del clavecinista y director Christophe Rousset y de su formación, Les Talens Lyriques. «La mayoría de los compositores escribieron música tras la muerte de Lully -reconoce Rousset-, quien al final de su vida ya no gozaba del favor de Luis XIV por historias privadas, escándalos con niños... Eso hizo que el rey se transformara en una persona muy religiosa, y prefiriera la música de iglesia a la de teatro», explica Rousset.

Despues de interpretar el mismo programa en Amsterdam, «Divertissments Roxayux» llega hoy al Auditorio Nacional dentro del ciclo Sinfónico de la Fundación Caja Madrid, aunque con alguna variación: desaparecerá Campra para repetir Lalande.

Amante de las artes -la música, la danza, la arquitectura, el diseño de jardines...-, el Rey Sol vivió rodeado por todas ellas, y en el campo de la música quiso dejar como herencia una corriente estética francesa que le plantará cara a la todopoderosa música italiana. Así, se prodigó en encargos que alimentaran una escuela nacional propia. Para ello, Lully excluyó los elementos italianos más típicos, «como la séptima disminuida y los cromatismos y la coloratura vocal, tendiendo a una declamación más clásica, de drama griego antiguo. La declamación era silábica, para conseguir una mayor comprensión del texto -indica Rousset-. La música francesa de Luis XIV tenía un ritmo pautado, que representaba el paso del Rey». Otras de las características de esta música son «las referencias a la danza, su «elegancia» y «el sentimiento».

Rousset asegura que detrás de esa obsesión de Luis XIV por las artes se encontraba el imperioso deseo de «dominar el mundo a través de ellas. Era una forma de propaganda. Es algo que se nota muy claramente con la música que tiene que laudar su persona». Y reconoce que entre los aspectos más positivos de su reinado se encuentra «la edición de las obras musicales francesas, para que pudieran ser conocidas en otros países».

De esta manera, autores como Lully han perdurado a lo largo del tiempo, algo que no le ha sucedido a Lalande, cuya obra ha sido editada ahora por el Centro de Música Barroca de Versalles. Con este centro Rousset adelanta que recuperará otra ópera de Lully, y anuncia que está en conversaciones con el ICCMU para recuperar otra ópera de Manuel García.

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