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¿Adónde tendríamos que viajar para poder ver el arcoíris de Luna?

Esta singularidad óptica se puede contemplar cuando la luz traspasa los «prismas» formados por pequeñas gotas de agua suspendidas en la atmósfera

Foto de un arcoíris lunar tomada desde el lado de Zambia de las Cataratas Victoria en África Wikipedia

Pedro Gargantilla

Los ingleses lo han bautizado como «moonbow» -una argamasa lingüística formada a partir de moon, luna, y rainbow, arcoíris- y en la comunidad científica también se conoce como arcoíris blanco.

Técnicamente se forma cuando la luz de la luna se refracta al entrar en contacto con las gotas de agua presentes en el aire, apareciendo la conocida curva multicolor, como consecuencia de la descomposición de la luz.

Al igual que en el arcoíris común, los colores se disponen sin solución de continuidad, con el rojo en la parte externa y el violeta en la interna, pero en este caso la paleta cromática es más tenue y efímera, debido a que la intensidad de la luz es mucho menor.

Hay que tener presente que nuestro satélite carece de luz propia y lo que parece desprenderse de ella es, en realidad, la luz solar reflejada en la Luna.

En el lugar y momento apropiados

La decoloración del arcoíris implica una dificultad añadida para que nuestros fotorreceptores -conos y bastones- puedan captarlo. Afortunadamente, las cámaras fotográficas sí son capaces de inmortalizar este regalo que nos proporciona la naturaleza.

Para que se produzca es preciso disponer de unos ingredientes meteorológicos muy exigentes: elevada humedad relativa, cielo despejado y luna llena –si hay superluna mejor aún-. Con estas premisas es fácil comprender que no en todos los rincones del planeta es posible verlo.

Los mejores lugares para disfrutar del arcoíris de luna son las cataratas Iguazú, las cascadas de la península de Snafellsnes –en el oeste de Islandia-, el Parque Nacional de Yosemite y las cataratas Victoria .

En su día también se podía observar en las cataratas del Niágara , en la frontera entre Estados Unidos y Canadá, pero la contaminación lumínica ha hecho que actualmente sea imposible.

A la hora azul

En las famosas cataratas del río Zambeze , la cortina de agua más larga de la Tierra (más de un kilómetro y medio de longitud), el agua se desploma en caída libre desde cien metros de altura, como si la tierra se la tragase.

Hasta allí se desplazan los turistas advertidos, después de disfrutar de los bellos atardeceres de la sabana africana, buscando el arcoíris de luna, en el corto espacio de tiempo que es posible contemplarlo.

Se produce cuando la elevación del sol se encuentre entre -4 y -6 grados, un hecho que tan sólo sucede al atardecer y al amanecer.

El mejor momento es la llamada “hora azul”, término acuñado por los meteorólogos y los cazadores de este fenómeno óptico y que expresa el instante en el que el sol y la luna coinciden en el firmamento.

Los franceses la conocen como L’Heure Bleue y como la hora «entre el perro y el lobo», es decir, aquel momento en el cual resulta bastante complejo distinguir ambos mamíferos. Metafóricamente, también se podría entender como el momento del día en el que el mejor amigo del hombre comienza su descanso nocturno y se abre la puerta al reino de los lobos.

Así que ya sabe, si quiere contemplar este precioso fotometeoro nocturno ármese de paciencia, de un buen equipo fotográfico -con trípode incluido-, elija un escenario geográfico óptimo, con cielo despejado y con una gran humedad ambiental. Y si hay suerte… a disfrutarlo.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.

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