
Marines de la 22 Unidad Expedicionaria descargan agua de un helicópero en Leogane, una de las ciudades afectadas por el terremoto /AFP
Domingo
, 24-01-10
Poco después del milagroso rescate de un joven de 22 años y de una anciana de 84 años, diez días después del terremoto, el Gobierno haitiano dio ayer por terminadas las tareas de rescate de víctimas atrapadas entre las ruinas de Puerto Príncipe. Pero, vista la admirable resistencia que están demostrando sus ciudadanos, anunció que mantendrá algunas operaciones de salvamento en curso. Los equipos de rescate franceses anunciaron un nuevo milagro ayer por la tarde: acababan de rescatar a un hombre de 23 años, en buen estado, entre los resto de lo que fue una frutería.
La prioridad ahora para el gobierno de René Préval es la reconstrucción y atender a los miles de heridos, hambrientos y sin techo que dejó el terremoto del día 12. La ministra de Comunicación haitiana, Marie Laurence Lassec, confirmó ayer la cifra de 111.499 muertos adelantada la noche anterior por el Ministerio de Interior, pero advirtió que antes de que termine la semana la cifra puede llegar a los 150.000 cadáveres.
Sólo «un milagro» permitirá localizar a más supervivientes, según Elisabeth Byrs, portavoz de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). Byrs confirmó que en diez días se han recuperado a 132 supervivientes. Ahora los esfuerzos, continuó, se encaminan a prestar asistencia médica a los heridos y a localizar cadáveres. Con ese fin, un equipo de la ONU con maquinaria pesada para levantar bloques de hormigón seguirá en el país caribeño.
Los militares de EE.UU.
Como un tercio de los nueve millones de haitianos van a necesitar alimentos, agua y cobijo durante un largo periodo de tiempo, la ONU y Estados Unidos firmaron ayer un acuerdo que precisa el papel de los 12.000 militares de ese país desplegados para ayudar a las víctimas. El documento rubricado por el jefe de la misión de estabilización de la ONU en Haití (Minustah), el guatemalteco Edmond Mulet, y el embajador de EE.UU. en Puerto Príncipe, Kenneth Merten, precisa que la organización es la responsable de ayudar a las autoridades haitianas a atender a los damnificados, mantener la seguridad y a poner en marcha la reconstrucción. Para evitar suspicacias, el acuerdo es claro sobre la función de los militares estadounidenses: obedecerán a la cadena de mando de su país, aunque asumen el compromiso de apoyar las prioridades marcadas por Naciones Unidas en materia humanitaria y logística.
En cuanto a los planes para realojar a los estimados 610.000 desplazados, la ministra de Comunicación haitiana hizo un llamamiento sobre la urgencia de tiendas, al explicar la tardanza en cerrar los 500 campamentos improvisados en plazas, jardines, estadios o en la misma calle, que carecen de las más elementales medidas higiénicas. El objetivo es construir dos grandes campamentos al norte de Puerto Príncipe para todos los «sin techo» a causa del terremoto.
Aunque persiste el temor a las epidemias, el coordinador nacional para los asuntos sanitarios, Claude Surrena, afirmó que la atención hospitalaria ha mejorado y los centros médicos, a pesar de estar superpoblados, tienen personal y medicinas suficientes. Por el momento, no se han detectado brotes de enfermedades transmisibles como el cólera, el sarampión o la rubeola, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Apertura de los bancos
Una prueba de que, poco a poco, cierta normalidad se ve en las calles es que once días después del seísmo, los bancos de la capital que no quedaron destruidos se abrieron ayer al público, con grandes colas pero sin violencia. Las más de cuarenta sucursales estuvieron vigiladas por las fuerzas de la ONU para evitar cualquier estallido. La seguridad, según este organismo, se mantenía ayer «estable», aunque temía estallidos en barrios capitalinos como Cité Soleil, Belair y Martissant, provocados por los presos que se fugaron el día del terremoto.
Un momento especialmente tenso para René Préval se produjo ayer, durante el funeral por el arzobispo Joseph Serge Miot, junto a las ruinas de la catedral de Nôtre Dame. Una vez terminada la ceremonia, una muchedumbre harta de la lentitud con que se distribuye la ayuda humanitaria, empujaron al presidente y a su vehículo; algunos jóvenes incluso le pedían la dimisión. Entre tanta ruina, una haitiana trataba de poner algo de serenidad: «Lloramos el martes (el día del seísmo), el miércoles, el jueves. Pero no podemos llorar todo el tiempo». Ban Ki-moon insistió el viernes en las palabras de Bill Clinton sobre la posibilidad de convertir el desastre en una oportunidad para el país más pobre de América.



