Peldaños hacia la normalidad
AP Un haitiano escucha la radio en uno de los campos de refugiados de Puerto Príncipe
Domingo , 24-01-10
MERCEDES GALLEGO
ENVIADA ESPECIAL A HAITÍ
TERREMOTO EN HAITÍ _ Recuperar la comunicación
PUERTO PRÍNCIPE. Esta capital está llena estos días de imágenes irónicas que brotan por capricho en las tragedias, pero el campo de golf de Petion Ville es una de las más surrealistas. No sólo porque está construido en pendiente sin una brizna de verde, ni porque en sus laderas acampan 50.000 personas desde el terremoto del día 12, sino porque ahora los sin techo llevan pegada a la oreja radios de colores.
Rojas, verde fosforito, azul cielo... Son pequeñas y modernas, con placas solares para el día y una manivela plegable para la noche. Los que no tienen ni ropa para cambiarse dormitan en la puerta de sus improvisados sombrajos con la radio pegada a la oreja y a veces un niño en las rodillas. «¿Radios?, ¿nosotros?», repite sorprendido un soldado estadounidense cuando se le pregunta por los aparatos repartidos. «¡Pero si eso es lo que querríamos nosotros! Una radio para escuchar música».
En cajas de la Cruz Roja
A él no le suena, pero en su base el capitán Zamorano confirma la información: 800 radios que llegaron en cajas de la Cruz Roja. Se repartieron en mano a los hombres del campamento, y antes de que las dos reporteras españolas le lancen una mirada de suspicacia se apresura a añadir: «Pero si alguna mujer venía a pedírnosla también se la dábamos».
A priori no parece un bien de primera necesidad para quienes mendigan agua y comida, pero Jacobo Quintanilla, coordinador en Haití de la ONG Internews Network, corrige esta falsa percepción. «La información salva vidas y es tan importante como proveer comida, agua y techo», asegura. «¿De qué te sirve que se esté dando agua si no sabes dónde ir a por ella?». En 7 minutos al aire, por 14 emisoras, han desmentido oficialmente el rumor de un toque de queda, han contado cuándo abrirán los bancos, cuáles serán los puntos de distribución de agua y comida al día siguiente, qué hospitales proporcionan atención médica y cómo evitar que prendan las epidemias en los campamentos de desplazados.
Los estadounidenses de la 82 división de paracaidistas, que conocen las tragedias del 11-S y el huracán Katrina, tienen en mente otro uso igual de loable para las radios: «Supimos que las emisoras locales estaban dando información de gente desaparecida y pensamos que oyéndola podrían reencontrarse con sus seres queridos».
La radio es la reina del país más pobre del mundo, donde la televisión es tan escasa que cuando alguien está viendo en casa un partido de fútbol se forman los corros en las ventanas. Ahora, sin electricidad y con la inflación galopante de la economía sumergida, escasean hasta las pilas.
Unas cuarenta emisoras sacudían las ondas de la capital haitiana antes del terremoto del día 12, pero hoy poco más de la mitad opera en situación de emergencia, a veces un par de horas diarias. Cuando la tierra bramó, muchas de estas oficinas se desplomaron físicamente y aplastaron entre sus escombros a los periodistas que trabajaban dentro. Las que aguantaron la embestida se quedaron sin corriente eléctrica, e incluso las que tenían un generador se vieron forzadas a racionar el combustible. Diez días después, sólo han reabierto el 30% de las gasolineras .
En esos primeros días en que los tejados de las casas bloqueaban las calles y los muertos se apilaban en las esquinas, la radio francesa transmitía desde París los Globos de Oro, que en esas circunstancias dantescas resultaba tan surrealista como el campo de golf de Petion Ville repleto de chabolas, o los modelos de Hugo Boss frente al desmoronado Hotel Montana.
Un irónico contraste de dos realidades tan distantes que disparaba la frustración de un país olvidado de la mano de Dios. Ese abismo en las ondas es el que ha salvado estos días Internews, junto a las agencias humanitarias y periodísticas agrupadas en Communications with Disaster Affected Communities (CDAC), que proporciona la información práctica a los damnificados.
Es un peldaño más hacia la normalización. El lunes aparecieron las frutas y verduras en las mantas de la calle, el martes las bolsitas de agua en los semáforos, el miércoles dinero fresco en las casas de transferencia y policía para custodiarlo, el jueves Internews entregó a once emisoras de radio local su primer programa en criollo en respuesta a la crisis, el viernes brotó el pan «a gogó» en las esquinas y el sábado abrieron los bancos. Al séptimo día los camiones de basura que habían triturado cadáveres por las calles volvieron a su labor de siempre, empezando por las montañas de basura que se han acumulado junto a los casi 600 campamentos espontáneos identificados por el Gobierno. El de Petion Ville, el más grande de la ciudad, está custodiado por estadounidenses.

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