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Fritzl, el más sádico: 24 años violando a su hija

El electricista jubilado está encarcelado desde 2009 en la prisión de máxima seguridad de Austria

Fritzl, el más sádico: 24 años violando a su hija abc

F. DE ANDRÉS

El drama de Cleveland, pese a sus detalles espeluznantes, no ha sido ni el más largo ni el más increíble en la historia reciente del crimen. Sin salir de Estados Unidos, Jaycee Dugard, liberada en 2009, fue raptada durante 18 años por una pareja que hoy cumple cadena perpetua. En Austria, la liberación de Natascha Kampusch en 2006, tras ocho años de secuestro, tuvo un gran impacto mediático por sus ribetes de «síndrome de Estocolmo» y por el trágico desenlace de su raptor: el mismo día en que Natascha se escapó, él se suicidó arrojándose a las vías del tren.

Pero el rapto más estremecedor fue el protagonizado por Josef Friztl, en la localidad austriaca de Amstetten.

En marzo de 2009, el electricista jubilado Josef Fritzl, de 74 años, fue condenado a perpetuidad y encerrado en el psiquiátrico de la prisión de máxima seguridad de Austria. Los cargos: asesinato, esclavitud y violación, tras haber secuestrado y violado a su hija Elisabeth durante 24 años en un sótano.

La personalidad de Josef Fritzl, según indicaron abogados y psiquiatras en el juicio, tiene todos los ingredientes del déspota sin sentimientos. Eligió a su hija de 18 años para someterla y convertirla en esclava sexual por ser la más rebelde de sus siete hijos. Los otros siete que tuvo con Elisabeth, en una relación incestuosa con la que quiso establecer su dominio, no despertaron en él ni una sombra de ternura. Sólo permitió que los tres menores «subieran a la casa», para incorporarles al resto de la familia, tras una astuta maniobra con la que logró engañar a su esposa y a su entorno.

Sin remordimientos

Los tres hijos mayores fruto del incesto encerrados junto a su madre, pasaron los 24 años sin ver la luz del día. En 2008, un resquicio abierto en la crueldad del «monstruo de Amstetten» —la presencia en el hospital de Elisabeth— levantó las sospechas de la Policía y llevó a la detención del padre-verdugo. Fritzl fue condenado por homicidio. El tribunal consideró probado que en 1996 tuvo dos mellizos con su hija. Uno de ellos enfermó al poco de nacer pero Fritzl se negó a llevarlo al hospital, y se deshizo del cuerpecillo quemándolo en una caldera.

La crueldad del «mostruo de Amstetten» no se limitó a su hija. Friztl también odiaba a su madre, a la que culpaba de haberle golpeado de niño, y de no haberle dado jamás un beso o un abrazo. Después de casarse, y cuando vio que la salud de su progenitora decaía, la encerró en el piso superior de su vivienda, tapió las ventanas con ladrillos para que no viera la luz del día, y la mantuvo así encerrada hasta que falleció en 1980.

¿Loco o déspota entregado al sadismo? La psiquiatra que dirigió el equipo médico previo al juicio dictaminó que Josef Fritzl era responsable de sus actos, y estaba en plenas facultades psíquicas para ser juzgado. El informe, de 140 páginas, señalaba además la ausencia de empatía de Fritzl con el sufrimiento ajeno.

Hoy, para visitarle en la prisión de mayor seguridad de Austria es preciso cruzar siete puertas, siempre bajo la atenta mirada de decenas de policías armados. Unos 900 prisioneros viven allí, 90 de ellos en la sala de «delincuentes mentalmente perturbados». Josef Fritzl, es uno de ellos. Allí espera la muerte en completa soledad aunque, a diferencia del trato que dio a su familia, él sí puede disfrutar de la luz del día, y de la vista de los viñedos circundantes.

Un periodista alemán del «Bild» ha sido uno de los pocos en entrevistarle. Tras un apretón de manos y una sonrisa forzada, la pregunta inevitable. ¿Lamenta ahora sus crímenes? «No quiero hablar de eso», respondió Fritzl en la ocasión sin pensárselo, para musitar a continuación algo parecido al término «amor».

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